Hagamos un trato

Capítulo 25

A las ocho de la mañana, nos busca un auto oscuro y grande. Nos subimos a él y nos acomodamos. El chofer nos saluda con alegría y nos pregunta si deseamos desayunar. Nosotros asentimos con sorpresa ante semejante servicio. El chofer nos pasa dos cajas y nosotros las abrimos.

Adentro, no hay un desayuno, hay lo que parece un almuerzo, dos hamburguesas de carne con muchas verduras y bebidas gaseosas.

Ambos reímos, sé que en algunos países desayunan bien grande, pero no es nuestra costumbre, aquí los desayunos son a base de café con leche y tostadas, de vez en cuando sándwiches, no acostumbramos a comer comidas pesadas, pero en esta ocasión nos ponemos a comer, se ve apetitoso aunque no tengamos mucha hambre. La verdad es que ambos hemos tomado el café antes de salir.

Pronto nos internamos en el campo, al principio no hay muchos árboles, pero de la nada, el hombre gira en una calle que ni habíamos visto y el paisaje comienza a cambiar. Muchos árboles, mucha vegetación y el aroma a bosque.

Un poco después, las cosas cambian aún más, los árboles tienen colgados letreros con símbolos que no entendemos y cuanto más nos internamos en el medio de la nada, cada vez encuentro más cosas fuera de lugar. Al principio pensé que me estaba volviendo loca, pero luego fue Tomy el que me señaló algo que me hizo dar cuenta que no era mi imaginación.

En medio de la vegetación se puede ver una computadora, o una mesa de escritorio con papeles y carpetas como si fuera una oficina, también hay un lavatorio de manos y una bañera en medio de las ramas de un árbol. Y lo que nos da más risa es un inodoro de color rosa en medio de una plantación de flores.

El chofer estaciona entonces en frente a una casa que se encuentra en medio de una hermosa plantación de flores de colores. Nos da unas llaves y nos dice que disfrutemos.

—¿Nos quedamos aquí? —inquiere Tomás.

—Hagan lo que quieran —responde él—, pero bienvenidos al Mundo del revés —añade—. Los vendrán a buscar a la tarde para algunas actividades.

El hombre se va y Tomás y yo nos echamos a reír. ¿Qué es esto? ¿Dónde demonios estamos?

Caminamos hasta la casa, que tiene las paredes pintadas en diferentes colores chillones sin ninguna clase de patrón y donde se puede ver cualquier cosa colgada de cualquier lado. Hay un colador como adorno en una de las paredes y una zapatilla colgada en otra. A pesar de todo, se nota mucha limpieza y pulcritud.

Tomás inserta la llave en la puerta, pero no abre. Lo intento yo, y tampoco lo logro. No hay nadie alrededor, así que damos la vuelta por la casa buscando otra entrada.

En una de las paredes, nos encontramos con un cartel que dice:

«Usen su imaginación, aquí nada es lo que parece. Bienvenidos al Mundo del revés».

En eso, veo una pequeña ventana que más que forma de ventana, tiene forma de puerta. Pero no está en donde debería ir una puerta, sino por arriba del suelo y en forma horizontal.

—¡Prueba allí! —digo y Tomás saca la llave.

—¡Esto funciona! —dice con alegría y ambos ingresamos como podemos por la puerta ventana extraña.

Adentro, el panorama no cambia demasiado. Hay adornos extraños por todas partes, colgantes de peces voladores y una pecera con pájaros adentro. Es decir, no son pájaros reales, son como muñecos que vuelan en el agua. Hay también un enorme tablero de ajedrez en un costado, y las figuras se ven extrañas. Sobre los caballos blancos, que en realidad parecen unicornios, hay dos arañas sentadas y sobre los negros, hay dos gusanos.

El resto de la decoración es colorida y también muy rara, en vez de un armario para guardar la ropa, hay un barril gigante con cajones. En el lugar donde debería estar la cama, hay una cocina, al lado de las mesas de noche. La cama, está en la cocina, justo al lado del comedor y en el baño, no hay ducha. En su lugar hay un cartel que dice que el agua de la cascada que queda a doscientos metros siguiendo el sendero, es el lugar más cercano para darse un baño.

—Al menos no tendremos que usar el inodoro que está entre las flores —dice Tomy encogiéndose de hombros.

—Este lugar me recuerda a algo, pero no sé a qué —susurro.

—Todo es muy raro.

Seguimos revisando y encontramos la comida cuando abrimos el barril donde se suponía que se podría guardar la ropa, se veía apetitosa así que la llevamos a lo único que parecía normal, la mesa del comedor.

Cuando buscamos en los estantes que había en la cocina, por si encontráramos platos y utensilios, hallamos una maleta con nuestros nombres, una rosada que dice Tomás y una celeste que dice Sol.

Nos reímos y abrimos las maletas, en ella encontramos ropa. ¡Pero vaya ropa!

En mi maleta hay disfraces, hay un traje de odalisca, uno de super woman, otro de payaso y uno más de hada de las flores. En la de Tomy hay un disfraz de Batman, uno de payaso también, una capa y túnica de mago y uno de la pantera rosa.

Un papel dice que elijamos lo que nos hiciera sentir más cómodos y nos pide que lo usemos en la tarde. También nos dejan ropa interior y trajes de baño, normal, por suerte.

Nos echamos a reír y nos preguntamos qué nos pondríamos. Fue divertido, por un minuto nos probamos todo lo que había allí, nos sacamos fotos con el celular y nos comportamos como dos niños en una fiesta de disfraces.

Luego, volvimos a la comida, pero como no encontramos nada de platos ni cosas así, usamos las manos, después de todo y a esas alturas, ya nada nos importaba.

Después de comer, nos acostamos en la cama de la cocina y nos preguntamos qué estaríamos haciendo en un lugar tan extraño.

—Es como vivir en un sueño —digo y él afirma—. Uno de esos locos que no tienen ni pies ni cabeza.

—Así mismo —asiente—. Pero me agrada, quiero saber a dónde iremos a parar.

Salimos a dar una vuelta por el lugar y nos topamos con más cosas raras, figuras de barro de animales con cabeza y cola de otros animales, por ejemplo, un loro con cuerpo de perro y cola de mono colgado de un árbol, o un cerdo con cuerpo de caballo, o una gallina con cuatro patas. Nada estaba creado para dar miedo, todo tenía un toque mágico y surreal.




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