Hagamos un trato

Capítulo 31

Esa noche Tomy no se va a su casa, se queda dormido en mis brazos luego del cansancio de tanto llanto y agotamiento emocional. Lo observo, yo no puedo dormir aún, mi alma se siente inquieta y no entiendo por qué, es como si todavía quedara algo que resolver y no estoy entendiendo qué exactamente.

Como por obra de magia, sus facciones parecen verse más jóvenes y creo que está durmiendo como nunca en muchos años. Lo observo sin cansancio, sus cejas, sus ojos cerrados, su nariz, su boca, su cuerpo entero. Cada parte de su piel me recuerda algo y miles de imágenes bailan en mi mente.

De pronto, algo se enciende en mi interior, es ese calorcito en el centro de mi pecho que ya había sentido antes, pero se hace más intenso, más fuerte, me envuelve como si fuera magia y siento como si pudiera volar.

Uno de mis pensamientos me lleva entonces al recuerdo de nuestra primera y última vez, sonrío ante la imagen. Nuestros cuerpos desnudos y prodigándose caricias poco expertas y algo toscas, pero cargadas de pasión y adrenalina. Fue doloroso, a pesar de lo cuidadoso que fue él y de que intenté relajarme todo lo que pude. Él llegó demasiado rápido y obviamente a mí el dolor no me permitió disfrutar.

Aun así, minutos antes de que nos enteráramos la noticia que cambiaría nuestras vidas, nos quedamos abrazados en la cama, casi como ahora, pero sin ropas, creyendo que éramos grandes, maduros y que el mundo estaba en nuestras manos. Pensando que el futuro era nuestro, mirándonos a los ojos y besándonos, sintiendo nuestras pieles hervir bajo las sábanas.

—Vamos a mejorar, lo prometo —dijo él.

—Lo sé… De todas maneras ha sido perfecto —susurré.

Y lo había sido para mí.

Años después, cuando compartí ese momento con los otros dos chicos con los que salí, ya no dolió, pero tampoco me produjo esa intensa sensación de entrega y amor que tuve aquella noche. Nunca volví a experimentar esa magia de tener a todas las estrellas titilando en mi piel, por el contrario, era solo un rato que a veces pasaba más que nada porque mi novio lo buscaba y yo me dejaba, ya que bueno… se suponía que era normal.

Creí que eso era así, que siempre debía ser así y que la gente sobrevaloraba demasiado el sexo quizá porque era un tabú, y lo prohibido siempre es más exquisito. Sin embargo, ahora que estoy aquí en la cama con Tomy, completamente vestida y en una situación plenamente asexual, siento las mismas estrellas bajo mi piel, la misma magia y esa sensación de que todo es posible que solo me sucede cuando estoy a su lado.

No debería pensar así, solo somos amigos, eso es lo que hemos recuperado, nuestra amistad… Nada más que eso… no lo debo perder de vista porque no quiero que las cosas se vuelvan a descomponer, pero no puedo evitar sentirlo, pensarlo, imaginarme cruzando algunos límites con él.

Comienzo a sentir mucho calor, es como si el aire comenzara a escasear aquí y me sofocara. Respiro con dificultad y debo salir de aquí lo más rápido posible. Me levanto y trato de que no despierte, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero necesito tomar un poco de aire. Me acerco a la ventana, la abro y observo la noche.

—¿Pasa algo?

Siento su espalda en mi espalda, su aliento en mi cuello. Creo que las piernas se me aflojan.

—No… —digo, pero no sueno lo suficientemente convincente.

—Dijimos que seríamos sinceros. ¿Qué sucede? ¿Quieres que me vaya? ¿Por qué te levantaste? Pensé que íbamos a dormir…

Me doy media vuelta y lo enfrento. Si soy sincera y le digo lo que estoy sintiendo, me avergonzaré de mí misma. Sonrío y me sonrojo.

—Tenía calor… —murmuro.

—No hace calor, Sol —dice y va de nuevo a la cama—. Ven aquí, acuéstate a mi lado, esta noche es mágica, te necesito…

Lo hago, cierro la ventana, corro las cortinas y camino hasta la cama.

—Bien, vamos a dormir —digo y me saco la chaqueta que traía puesta.

—¿En serio tienes calor? —pregunta con sorpresa.

Lo está haciendo más difícil.

Me acuesto y me alejo de su piel, él quiere abrazarme, pero no le dejo.

—¿Qué sucede? —inquiere.

—Somos amigos, ¿verdad? —pregunto y él asiente.

—Sí…

—No deberíamos dormir juntos y hacer estas cosas que… borran un poco el límite… —susurro.

—Pero… lo hemos hecho antes, en el planetario… en la casa del revés… ¿Te incomoda?

—No es eso…

—Bueno… si quieres me iré a casa —dice y se levanta.

Cierro los ojos y suspiro, no quiero pensar, quiero dejarme llevar. Me pregunto si esto tendrá que ver con vivir el presente o ya sería exagerar.

—Tomy… —murmuro.

—¿Qué? —inquiere mientras se pone los zapatos que antes se había quitado.

—Estoy sintiendo cosas que no sé cómo manejar —admito.

—¿Cosas? ¿Qué clase de cosas? —pregunta y se acerca a mí.

—Me siento un poco tonta… y… humillada…

—¿Cómo? ¿Por qué? Hemos dicho que podemos decirnos lo que sea, ¿qué sucede? —inquiere.

—¿En serio no te das cuenta? —pregunto y él niega.

Me muerdo el labio y juego con mis manos, nerviosa. Siento que vuelvo a tener quince años.

—Estaba… recordando nuestra… primera vez y…

Él sonríe.

—Fue perfecta…

—No lo fue —admito—, pero a la vez lo fue…

—Sí…

—Tomy, está bien, seré sincera contigo, en eso quedamos —digo y él me mira confundido.

—Okey…

—Creo que… siento cosas que los amigos no sienten por sus amigos. Mis recuerdos me traicionan y me llevan a situaciones que cuando éramos pareja terminaban de otra forma… Y no es normal, porque no está bien, bajo ninguna circunstancia… Porque yo no soy así…

Tomás sonríe.

—¿Es eso? ¿Es por eso que te alejas? —inquiere y yo asiento con nervios.

—Perdón, es… es que estás tan guapo… y no sé…

Tomy se acerca con lentitud a mí y me da la mano, yo me levanto y él corre un mechón de mi cabello. Me observa fijo y su mirada es fuego puro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.