Hagamos un trato

Capítulo 37

Son cerca de las cuatro de la mañana y no puedo dormir, los pensamientos desordenados se aglutinan en mi mente aumentando mi confusión y ansiedad. He estado llorando un poco, y no sé precisamente por qué. Me levanto despacio para ir a la cocina, creo que un vaso de leche me vendrá bien. Salgo sin hacer ruido. Sin prender la luz, busco en la heladera y saco la leche, sirvo un poco en un vaso y la vuelvo a guardar.

—Ahhh. ¿Será que hubo fiesta en la habitación de al lado? —dice Sam y casi echo todo del susto.

Busco de donde proviene la voz y la observo sentada en la mesa del comedor.

—¿Qué haces? —inquiero.

—Estudio… tengo que dar un examen en un par de días, y no quiero despertar a Amy —admite.

—Ahh… —respondo.

—¿No puedes dormir? —pregunta.

—No, me está costando.

—¿Estabas llorando? —inquiere y yo me encojo de hombros.

Sam me hace gestos para que me sienta su lado, yo lo dudo, pero entonces lo hago.

—¿Por qué? —pregunta.

—No lo sé… muchas emociones, supongo.

—Tomás es el hombre más bueno que conozco, ¿sabes? Es como un hermano para mí, somos amigos, nos contamos todo, estamos allí el uno para el otro siempre —dice y no sé qué siento al escucharla—. No te preocupes, no te pongas celosa —añade como si pudiera leerme—, no soy esa clase de amiga que eres tú —afirma con una sonrisa y me guiña un ojo—, soy una amiga normal.

—¿Y qué clase de amiga se supone que soy yo? —inquiero.

—Tú debes saberlo mejor, pero lo que yo creo es que ustedes no son amigos —responde—. Se están mintiendo con esa historia para intentar mantenerse a salvo —añade—. Bueno, no puedo hablar por ti, pero sí por él, lo conozco. No sé si no te has dado cuenta aún, pero él no te ha superado nunca, y no hablo de la culpa que arrastra, hablo de sus sentimientos. Para serte sincera, muchas veces le dije que tenía que intentar pasar página, yo no creía que tú estuvieras igual que él, es más, estaba segura de que ya lo habrías olvidado, o mínimo recordarlo con cariño como tu primer novio de la infancia y nada más…

—Es raro… hablar contigo de esto —digo.

—Sí, Tomy me dijo que eras una persona cerrada, pero si te estoy diciendo esto es porque lo quiero de verdad y quiero que sea feliz. Lo normal era que tú ya no lo quisieras, o al menos eso pensaba yo, así que estaba preocupada por él, quería que rehiciera su vida. Intenté llevarlo conmigo a fiestas, presentarle a gente nueva, pero él no puede, no puede pensar en nada que no te involucre a ti. Y vive una vida que no es vida, ¿sabes? No es feliz, vive como si fuera un buzo abajo del agua. ¿Los conoces? Siempre están con ese traje, no se mojan en realidad, no sienten el agua. Bueno, así es como vive Tomy, a medias…

—No me gusta eso, yo también quiero que sea feliz —admito.

—La verdad es que me alegró verte llegar con él, poder conocerte al fin. Quería ver con mis propios ojos quién es la mujer que tiene así a mi mejor amigo —dice y luego me toma de la mano—. Sí, ya sé que es tu mejor amigo, pero estamos hablando de otra clase de amistad, aunque aún no lo entiendas o no lo aceptes. Sé que nunca ocuparé tu lugar, pero él me ha hecho parte de su vida en este tiempo y he sido su sostén y su paño de lágrimas cuando sentía que no podía más. Fui yo la que lo animó a ir cuando lo llamó tu mamá. Pensaba que si no lo hacía nunca podría cerrar su historia contigo, y en realidad ese era mi objetivo, que Tomás llegara al pueblo y se diera cuenta de que tú ya no eras esa chica, y pudiese así cerrar su historia…

—Lo entiendo —digo y es verdad, como amiga puedo entender lo que siente.

—Lo quería proteger, es solo eso, no es nada en contra de ti —admite—. Pero desde que él me ha contado como van las cosas entre ustedes, he pensado que quizás estaba equivocada, que a lo mejor tú sí lo amas como él a ti, que quizá la historia de ustedes sea una de esas mágicas capaces de vencer al mundo y sus problemas —susurra—. No soy romántica, pero puedo ver cuando los sentimientos son capaces de traspasar las fronteras de la mente.

—Yo no he olvidado a Tomás —admito—, pero estoy muy confundida.

—Es normal que lo estés, sé de buena fuente que él se siente igual, pero la confusión pasará, Sol… ya verás —susurra—. ¿Por qué llorabas?

—No lo sé —me encojo de hombros—. La noche ha estado intensa, aunque no haya sucedido nada —aclaro—. Y creo que me genera mucha ansiedad la idea de perder el control. Cuando Tomás reapareció, la regla era que nos trataríamos como amigos por un tiempo… pero las cosas se salen de ese margen y eso me da miedo. Él se muestra lejano por momentos y luego de nuevo se acerca, y eso me confunde, me altera y me marea. Y cuando me siento así, extraño más a mamá. Entonces, creo que es un todo…

—Comprendo —dice ella cuando no continúo.

—No somos amigos, lo sé, nos estamos engañando con eso y tienes razón… pero hemos quedado en serlo por seis meses y luego de eso él volvería a su vida, ese es el trato que hicimos…

—Siempre hacen tratos —responde ella—, pero la vida no siempre se puede firmar como si fuera un contrato que hay que seguir.

—Lo sé… No sé cómo seguiremos ahora. El tiempo se nos acaba y él acá tiene una vida hecha sin mí. Cuando llegamos recién y los escuché hablar, cuando fuimos a la universidad, sentí que no soy parte de esto… Tener a Tomás en casa ha sido como volver al pasado, como regresar a la época en la que fuimos felices, pero llegar aquí fue darme cuenta de que eso en realidad ya no existe… solo estamos… en un paréntesis —admito—. Tomás regresará aquí a su vida, y yo me quedaré en la mía… Y no sé si podré…

—¿Si podrás qué? —inquiere ante mi silencio.

—Dejar atrás a Tomás por segunda vez —admito.

—Por lo que veo, no lo has dejado atrás nunca —dice ella y yo me encojo de hombros.

—Puede que no, pero aprendí a vivir sin él. Tenía mi vida, mis historias, mis actividades, mi mundo… Y entonces él llegó y lo movió todo, puso el mundo de cabezas y se me volvió a colar en el alma, en la piel y en el corazón… y ahora se va a ir de nuevo… Y yo no creo poder con eso —admito y vuelvo a llorar.




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