Hagamos un trato

Capítulo 38

Vuelvo a la habitación y me aferro a él, lo abrazo y cierro mis ojos para dormir un rato antes que de nos levantemos para ir a la universidad.

Cuando despierto, él me está observando desde los pies de la cama, ya está vestido y luce algo consternado.

—No quería despertarte, si deseas puedes quedarte.

—Quedé en que te ayudaría y eso es lo que haré —digo y me levanto.

Comienzo a vestirme y él no deja de mirarme.

—Sol… lo que dije anoche…

—Lo que dijimos anoche fue genial —digo y me acerco a él para abrazarlo.

—¿De verdad?

—¿Por qué debería mentirte?

Tomás sonríe y me abraza.

Salimos y nos tomamos un café que compramos en una tienda de paso antes de llegar a la oficina. Una vez allí, Roberto me cede la computadora de Pilar, que está justo al lado de la de la de Tomy, y nos ponemos manos a la obra. Se nos pasa tan rápido el tiempo que ni siquiera nos acordamos de comer, él y yo comenzamos a trabajar y las ideas fluyen como si se tratara de una cascada. Nos entusiasmamos al ver que estamos conectados, que el trabajo está quedando mejor de lo que imaginamos y que somos tan compatibles en este campo como en todos los demás.

—Ustedes deberían abrir su propia empresa —dice Roberto cuando llega con almuerzo para ambos.

Es casi las cuatro de la tarde, pero nos habíamos olvidado de todo. Cerca de las seis, el trabajo que se suponía debía estar en un par de días, está acabado.

—¡No lo puedo creer! —dice Roberto con ilusión—. Esto ha quedado mejor que lo que nos hemos propuesto en principio —añade—. Ya son libres para regresar a sus casas. Gracias, de verdad —dice y nos abraza a ambos.

Salimos de allí contentos.

—Es nuestro primer trabajo juntos. ¿Habías pensado alguna vez que podríamos trabajar juntos? —inquiere.

—No… pero por lo que veo somos un buen par —admito y él sonríe.

—¿Quieres que volvamos al pueblo o quieres conocer Luces?

—¡Qué pregunta! ¡Conocer Luces! —informo con entusiasmo.

—Muy bien, mañana haremos un tour entonces —dice él y agrega—. ¿Quieres ir al cine ahora?

—¡Eso suena genial! —exclamo y vamos.

Entramos a ver una de las películas en cartelera, es una cómica y nos divertimos mucho. Luego vamos al departamento y nos encontramos allí con Amy y Sam viendo la tele en la sala.

—¿Cómo les fue a los tórtolos? —inquiere Sam.

—Fue genial, Sam —dice Tomy acercándose a ella y luego de saludarlas—. ¡Hacemos un equipo fantástico, Rob dijo que deberíamos poner una empresa! —exclama.

—¡Es una buena idea, ¿no?! —dice Sam y me sonríe.

Los veo interactuar un rato y no me siento mal, Tomás y ella son realmente buenos amigos, Amy va a preparar algo para comer y ellos quedan allí, sentados compartiendo una charla amena.

—Voy a tomar un baño —indico y me retiro a la habitación.

Sola y bajo la ducha, no puedo dejar de pensar en todo lo que hemos vivido estos días, nuestra charla —bastante abierta y directa—, nuestro día de trabajo y mi charla con Sam. También recuerdo la carta de mamá y me pregunto qué habría pensado ella de todo esto. A estas alturas no puedo negar que mi miedo es volver a perderlo, volver a tener que vivir sin él. No quiero hacerlo, no quiero despertar nunca de esta burbuja. Salgo del baño y me visto, vuelvo al comedor, donde los chicos siguen conversando y riendo mientras comen algo.

—Ven aquí, prueba esto —dice Sam y me muestra un lugar.

Un rato después, Amy desaparece unos minutos y vuelve a aparecer con unas cartas para jugar. Nos proponen algunos juegos y terminamos todos riendo y jugando por un buen rato. Eso es genial, porque logro distenderme y dejar de pensar.

Luego de un rato, nos despedimos y nos vamos a la cama. Me siento cansada, debido a que anoche no he dormido bien y hoy hemos trabajado mucho, por lo que me acuesto mientras Tomy se preparar para tomar un baño.

—Podríamos armar una empresa, de verdad, ¿no lo crees?

—Suena bien… suena genial —admito.

—Ya veremos qué sucede…

Él suspira y me besa en la frente.

—Gracias por devolverme a la vida —murmura—. Te ves cansada, duerme… yo me baño y me acuesto enseguida.

No digo nada más, cierro los ojos y descanso. Por primera vez en mi vida no quiero organizar nada, no quiero planificar, no quiero pensar en el mañana, solo quiero quedarme aquí, en su cama, en sus brazos, en su piel, en su alma y  respirar la paz que por tanto tiempo anhelé.

Nos quedamos un día más en Luces y lo usamos para pasear por la ciudad, conocer sitios fantásticos, comer, ir de compras y caminar por horas y horas.

—Si fuera por mí fuera, no volvemos más —digo en uno de nuestros momentos de descanso.

—Lo sé, pero allá está tu vida… —responde y me observa.

Me pierdo en sus ojos y un pensamiento cruza por mi mente. No sé si lo que acaba de decir sea cierto. ¿Y si mi vida está dónde está él? Quiero decírselo, pero no me animo.

De pronto, hay cosas que no puedo decirle y sé que a él le pasa lo mismo. He tenido la sensación de que quiere decirme algo más y luego calla, no sé, es extraño, nunca nos ha sucedido así.

—Además, tenemos que abrir la carta mañana… —recuerda.

—Es la penúltima…

—Sí… queda solo un mes —susurra.

—No sé si estoy lista para soltar a mamá —admito—, estas cartas han hecho que el duelo sea mucho más ligero, la he sentido al lado mío todo este tiempo. Abrir la siguiente carta me mantiene alerta, entusiasmada… No sé cómo me sentiré cuando ya no hayan más.

—Sí, lo sé… también pienso así. Las cartas han sido como un mapa, nos han ido guiando y así todo ha sido más sencillo.

—Sí, lo sé…

—¿Qué quieres que hagamos en tu cumpleaños? —pregunta entonces y me besa la frente.

—Estar contigo será suficiente. Va a ser mi primer cumpleaños sin mamá y creo que no será sencillo.




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