Hagamos un trato

Capítulo 41

 

No puedo dormir, estoy enojada, y lo único que logro pensando y pensando es enfadarme aún más. No entiendo nada, Tomás llegó, se portó como todo un príncipe sacado de algún cuento, logró que me volviera a enamorar de él, si es que alguna vez dejé de estarlo, que pasara por encima de todo lo que pensé y sentí durante cinco años, lo dejara de lado todo y me planteara un futuro con él, para ahora decirme que se tiene que ir porque no me quiere dañar.

¿Y si no me quiere dañar de nuevo qué es lo que está haciendo? Quisiera ir a su casa y gritarle todo esto, pero no tiene sentido, la templanza y frialdad con que me habló hoy me heló el corazón, y aunque su respuesta a mi beso me dijera otra cosa. Pero no lo quiero hacer porque nada duele más que implorar amor a alguien que con dureza te dice que te alejes.

Me siento humillada, no puedo evitar sentirme así, es como si yo le estuviera rogando que me ame, que se quede, que me salve, y no estoy dispuesta a hacerlo. He podido vivir sin Tomás todos estos años y no voy a dejarme caer ahora. Soy fuerte, lloraré todo lo que tenga que llorar y me levantaré y volveré a reactivar mi vida como lo hice una vez, y esta vez será mejor, porque él mismo me ha demostrado que se puede.

Al segundo, ya estoy llorando de nuevo, acurrucada bajo las sábanas y con ganas de que la tierra me trague, con la necesidad imperiosa de ir a rogarle una vez más pisoteando todo mi pensamiento anterior. Y luego me pregunto por qué y para qué aceptó entrar en el plan de mamá si iba a salir corriendo así. Solo faltaba un mes más y podríamos llegar a un acuerdo.

Eso me lleva un rato a la carta de mamá, hoy ni siquiera hablamos de ello, es como si Tomás hubiese estado esperando el momento para darme la noticia. ¿Desde cuándo habrá estado tramando esto? Quizá desde el día que fuimos para Luces, a lo mejor él sí quería desaparecer y yo le agüé los planes. Pero no tiene sentido, nada tiene sentido, él parecía disfrutarlo igual que yo, parecía estar feliz con mi presencia en su vida.

«No sé si quiero que estés en mi vida, Sol».

Sus palabras retumban en mi mente y causan una tormenta de lágrimas. Me pregunto qué me diría mamá, ¿se enfadaría porque nada de lo que planeó dio resultado? Pienso en sus palabras de la carta de hoy, pensar por separado, analizar nuestros sentimientos hablando con uno mismo, ver si somos capaces de separar lo que éramos en el pasado de quienes somos hoy. ¿Será que a Tomy no le gusta la persona que soy hoy?

Puede ser que ese sea el motivo, él avanzó, creció, cambió de vida y enfrentó los problemas solo, logró independencia y un trabajo… quizá yo sigo siendo la misma niña pueblerina y caprichosa de hace cinco años atrás, quizás él quiere algo más que eso en su vida… Quizás.

Me siento mal, muy mal, pero esta vez será diferente, estoy cansada de sufrir, de llorar, de recordar el pasado como si fuera mejor que el presente. Llegó la hora de ser fuerte y sobreponerse, si Tomás pudo hacerlo, yo también. Desde mañana guardaré las lágrimas para cuando esté sola y las lloraré hasta que se acaben, pero enfrentaré la vida con fuerza y decisión. No voy a dejar que el esfuerzo de mamá se quede en la nada, quizá su plan no dio el resultado que yo esperaba, pero al menos haré que signifique un cambio para mí. Me ha enseñado a ser valiente, a enfrentar mi presente, dejar ir el pasado y planear el futuro, me ha enseñado a salir de mi zona de confort y, en este momento, no quiero que esa zona vuelva a ser el dolor. Por lo menos haré que mi madre se sienta orgullosa de mí y que su esfuerzo no quede en vano, al final de todo ya he podido sanar la herida que arrastraba del pasado, y no volveré a caer, ni siquiera por Tomás.

En mis cavilaciones me quedo dormida, y cuando amanece, puedo ver por la ventana, que ya no está la camioneta de Tomy. Se ha ido, sin remordimientos ni ataduras, me ha vuelto a dejar. Pero yo no me dejaré, no esta vez.

Me levanto y voy a prepararme el desayuno, pero papá ya se me ha adelantado.

—Hoy temprano vino Ana, me dijo que iba a ir a pasar unos días con Tomás en Luces… ¿Qué ha sucedido? Está un poco preocupada.

—Nada, él ha elegido volver a su casa y ha decidido que no me quiere en su vida —respondo como si estuviera diciendo el clima.

—¿Sí? —inquiere papá y me sirve un poco de café—. ¿Y cómo te sientes al respecto?

—Enfadada y humillada porque fui yo la que le pidió que se quedara, pero también creo que estoy lo suficientemente molesta como para no caer esta vez.

—No sé si esa es la reacción correcta, el enfado solo es un parche para evadir el dolor —dice él.

—Sea como sea, ahora está funcionando —respondo—. Y estoy mejor así, ¿o quieres que me ponga a llorar por los rincones? Si él no quiere quedarse a mi lado, él se lo pierde.

Papá no dice nada, yo no he sonado convincente, mis excusas más bien parecen eso, patéticas excusas, pero quiero creer que dan resultado y escucho a mi orgullo que me dice que no lo necesito.

—Está bien… —responde luego de un rato—. Cada quién tiene sus tiempos —recalca.

—No, uno siente o no siente, uno ama o no ama, uno se juega o no se juega, uno elige o no elige —respondo con seguridad.

—Ojalá el mundo fuera tan blanco y tan negro, pero la realidad es que estamos llenos de miles de tonos de grises.

—¿Lo vas a defender? —inquiero molesta.

—No, solo toma las cosas con calma y deja que el río siga su curso.

—Es lo que tengo pensado hacer. El río seguirá su curso, sin Tomás en él —añado.

Papá solo niega con la cabeza y se sirve más café.

—¿Vas a salir? —inquiere.

—Sí, iré a ver a un cliente, desde que mamá murió y todo lo de Tomás he dejado de lado mi emprendimiento y mi vida, y ya ves que no ha valido la pena, necesito trabajar y seguir adelante, quizá pronto regrese a la universidad —informo a sabiendas que solo faltan dos meses para el inicio del nuevo semestre.




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