Hagamos un trato

Capítulo 46

Cuando llego a casa encuentro que la han adornado con globos de color dorado y rosa, hay un enorme cartel sobre la puerta que dice: Feliz cumpleaños, Sol. Sonrío y siento ese calor en el pecho que aparece cuando te sabes amada por tus seres queridos. Estaciono el vehículo frente a la casa y me bajo con una sonrisa en el rostro y ganas de abrazar a mi padre.

Ana sale de la casa riendo y papá va detrás de ella persiguiéndola con un globo. Río al verlos así, pero se detienen cuando me ven.

—¡Has llegado temprano! —dice y yo voy corriendo a darle un abrazo.

—Es que no aguantaba las ganas de verlos —exclamo con emoción.

Ana también me abraza y nos quedamos allí los tres por un buen rato. Se siente bien, por más que me guste tener alas y volar, me encanta volver al nido de vez en cuando.

—Te hemos preparado todo lo que te gusta —dice Ana con una sonrisa—. Esperamos que te disfrutes y queremos saber todo lo que has vivido en estos días —añade con entusiasmo.

Cada vez que vengo, papá y Ana me preguntan todo sobre mis amigos, sobre mis clases, sobre el trabajo, sobre la casa. Hasta ahora, ellos han ido a visitarme solo una vez, cuando fue el cumpleaños de papá, pero aun así, conocen todo y a todos como si vivieran a mi lado.

Pasamos a la sala y me siento para comenzar a contarles mis cosas, Ana va por el jugo de limón y los dos se sientan a escucharme con atención. Es impresionante lo mucho que se han acercado, es como si sus movimientos estuvieran en sincronía, como si se conocieran bastante, lo que me alegra mucho. Casi una hora después, noto que Ana observa su reloj y se mira de reojo con papá, es una fracción de segundos lo que tardan en hacer eso, pero es suficiente para que lo note, y solo quince minutos después de eso, Ana dice que se tiene que ir a buscar algunas cosas de su casa, así como tomar un baño y prepararse.

Me pregunto qué tanto están preparando, se supone que es solo una fiesta entre los tres, le pregunto a papá, pero él dice que no me preocupe y vaya a llevar mis cosas a mi habitación y descansar un poco. Le hago caso, porque ayer dormí tarde y estoy cansada de manejar. Así que me voy al cuarto, me tomo una ducha y me acuesto a dormir. Mi cama de la infancia tiene un efecto mágico que extraño en mi otra cama.

Cuando despierto, no sé qué hora es, pero está oscuro. Papá golpea la puerta y me dice que es hora de bajar, yo respondo que ya voy y observo el celular, son casi las ocho de la noche. Elijo una ropa sencilla para ponerme y entonces voy hacia la sala de estar. Cuando llego allí, todo está oscuro y pareciera que no hay nadie. De pronto, escucho una risita que me parece conocida, pero mi mente me dice que no puede ser, hasta que alguien enciende la luz y todos gritan: ¡Sorpresa!

No puedo dar crédito a lo que estoy viendo, todos mis amigos de la universidad, algunos amigos de la escuela y vecinos están allí con gorros coloridos, collares hawaianos y lentes simpáticos. Comienzan a cantar el feliz cumpleaños al unísono y entonces, de la cocina, sale una pequeña personita con un pastel entre las manos.

—¡Laurita! —digo con emoción.

—¡Feliz cumpleaños! —responde acercándose con el pastel.

Ana la ayuda y lo dejan sobre una mesa, papá me guía hasta allí y rodeada por todos mis amigos y conocidos, me dispongo a soplar la vela.

—¡Pide un deseo! —grita Violeta desde algún lugar de la sala.

Y entonces los miro a todos, ya han acabado de cantar y esperan a que sople las velas, sin embargo ahí falta alguien, y mi deseo tiene que ver con él.

«Quiero verlo, saber que está bien».

Entonces, soplo la vela.

Luego de los aplausos y las felicitaciones, los abrazos de todos y las historias de cómo mi padre organizó esto junto con Ana y Violeta, nos disponemos a comer, y luego a bailar un poco, ya que Peter ha traído su equipo de música y se ha dispuesto a ambientar la fiesta. Bailo con todos, y disfruto viendo a papá bailar con Ana, creo que hace años que no lo veo divertirse así.

Laurita está bailando con ellos también, pero cuando voy a sentarme un rato, ella viene hasta mí.

—Te he extrañado mucho —dice y yo la abrazo.

—Yo igual —añado y la abrazo—. Tengo un montón de regalos para ti —exclamo.

—¿En serio? ¡Gracias! Pero mi mejor regalo es estar aquí hoy —dice—. La abuela Ana pidió permiso a la hermana Marcela para que pudiera venir y me han dado permiso para dormir en su casa —exclama con emoción.

—¿La abuela Ana? —inquiero y ella se tapa la boca.

—Es que la quiero mucho y ella me ha dejado decirle así… —comenta—. Tu papá también, es mi abuelo —dice—. Son mi familia…

Sonrío y le doy un abrazo, la quiero tanto que siento que mi corazón explota de felicidad al tenerla en mis brazos.

—¿Quieres quedarte a dormir conmigo hoy? Podemos hacer una pijamada en mi habitación —comento y ella sonríe emocionada.

—¡Sí!

Violeta viene a buscarnos y nos lleva de la mano para que bailemos, y así pasamos el resto de la noche. De pronto, cuando es casi media noche, suena el timbre de la casa.

—¿Quién falta? —inquiere papá.

Ana se encoge de hombros y se dirige a la puerta. Todo sucede muy rápido, la puerta se abre y desde donde estoy puedo verlo abrazar a su madre.

—Pensé que no vendrías —dice Ana enrollando sus brazos alrededor del cuello de su hijo.

Miro a papá que me sonríe y me guiña un ojo. Laurita corre a los brazos de Tomás y él la levanta en sus brazos, le da vueltas y le besa en la mejilla. Violeta se acerca y me da un codazo.

—¡Está guapísimo! —añade—. ¿Ese es tu chico?

Asiento sin pensarlo y aún sin poder creerlo.

Entonces, una figura femenina se adentra en la sala seguida por otra. Ambas empujan a Tomy y se hacen lugar.

—¡Hola a todos! ¡Perdón por el retraso! —dice Sam con un regalo en las manos.

Se acerca a mí y me abraza, Amy hace lo mismo.




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