Hagamos un trato

Capítulo 50

Cuando acabo de leer la carta, mis lágrimas fluyen como cataratas por mis mejillas, me las seco y no levanto la vista aún, estoy demasiado emocionada como para hacerlo, me siento algo aturdida y muy enamorada. Me tomo mi tiempo, un par de minutos, quizá más. No lo sé… pero entonces alzo la mano y busco el control que descansa en la mesa del centro y enciendo la tele.

Unas rayas de colores preceden a la imagen de mamá en sus últimos días. Su piel casi trasparente se pega a sus huesos, su pañoleta favorita de color violeta, sus anteojos que parecían tan grandes cuando ya se veía tan delgada y demacrada, todo esto sin hacer juego con su sonrisa gigante y su mirada profunda y mística.

«Mis niños, ¿creían que  la última carta era la última sorpresa? ¡No! ¡No me conocen! Amo las sorpresas, pero esta queda en manos del amor de mi vida con las instrucciones de que solo la verán si mi plan ha funcionado.

Para el amor de pareja no hay tiempos ni reglas, no hay medidores ni estrategias, es parecido a la magia, no sabemos de dónde surge ni cómo, cuándo empieza ni dónde… solo se da y nos hace mejores personas. Me gusta creer que hay un alguien para cada quién, y que venimos a este mundo, entre otras cosas, con la misión de encontrarnos para potenciarnos y hacernos mejores personas. Puede que sea una tarea complicada porque amar implica vencer las limitaciones de uno mismo para alcanzar al otro y caminar a su lado. Pero muchas veces, no encontramos a esa persona porque no abrimos los ojos, porque estamos viendo a los costados, porque nos encandilamos por otras personas o nos cegamos por el orgullo, el egoísmo o el miedo, o incluso, porque nos encontramos en distintos tiempos o a destiempo.

Siempre he pensado que ustedes son el uno para el otro, sin embargo, se han encontrado demasiado pronto. Eso implica vencer la inmadurez y los problemas de la infancia y la adolescencia y atravesar todos esos obstáculos que ya de por sí trae la vida para cada uno por separado. ¡Y cruzar todo eso sin soltarse de la mano no es tarea sencilla! Quizás es un poco más fácil cuando uno se encuentra con el otro con la historia un poco más resuelta, pero no ha sido el caso de ustedes.

Por eso, tuve temor de que se dejaran ir, de que los problemas los superaran, de que no se volvieran a reencontrar. Y ese miedo fue el que me animó a crear el plan de las cartas, para darles una ayudita, porque si en el amor no hay reglas, ¿quién dijo que no podía darles una mano? Podía vencer mi miedo con amor, ¿no?

Parece una locura, y no crean que no he tenido a todos diciéndomelo, menos a Ana, que sabe, como yo, que ustedes se pertenecen desde siempre. Pero locura o no, a mí me encantan las locuras, porque aunque a veces no funcionan, cuando salen bien, de ellas salen los mejores resultados y las experiencias más inolvidables.

Hacer locuras da sal a la vida, y a mí esta locura me ha animado mis últimos días, tanto, que me he olvidado de la muerte que me espera sentada y paciente en la silla, hasta que acabe con esto y pueda irme en paz, con una gran sonrisa y con la calma de haber hecho lo que el corazón me dictaba: darles una mano para revivir ese amor que sé que se tienen.

Quiero cerrar mis ojos e irme de este mundo, con las manos de mi gran amor en las mías y con la imagen de ustedes dos amándose en mi retina.

Espero no se sientan mal por este jueguito que me devolvió la vida, no he estado manejándolos, solo he querido ayudarlos, finalmente ustedes han decidido, y si no ven este video es que yo estaba equivocada, pero si lo están viendo, es que el plan ha funcionado y esta noche las estrellas brillarán más fuerte pues yo estaré contenta.

A veces los tiempos no son los mismos, a veces uno debe esperar al otro, a veces uno debe ser más fuerte para que el otro pueda ser débil, a veces uno debe levantarse para sujetar al otro que ha caído, pero no hay nada más hermoso que caminar de la mano y juntos por los senderos de la vida. Cuando duden, cuando teman, cuando las cosas sean difíciles, mírense a los ojos, estos están conectados con el alma y el corazón, y allí hallarán las respuestas.

Ahora, no me queda más que alentarlos a perseguir la libertad que da el amor. Yo, por eso mismo, ya estoy lista para irme…

Los amo, hasta siempre».

No sé de dónde mi mamá sacó esa fuerza para decir todo eso, pero aunque solo es un video cuya imagen me muestra a mi madre en sus últimos días, cuando hablaba parecía brillar e iluminar toda la habitación. Ya no puedo contener los sollozos, y es allí cuando veo a Tomás salir del baño social que está en la sala.

Se acerca a mí con un pañuelo y me seca con ternura las lágrimas. Él también está llorando, me abraza y nos quedamos allí por un largo rato. Cuando nos calmamos, él me pide que vuelva a leer en voz alta el último párrafo de la carta que aún descansa en mis manos.

La abro, lo leo:

«Por todo esto, mi amor, mi vida… hoy me animo a acercarme a ti con mi corazón en las manos, y decirte una cosa…»

Antes de que continúe, pone su dedo índice con ternura sobre mis labios.

—Sé que esto también es una locura, pero me animo a acercarme a ti con mi corazón en las manos para decirte una cosa: Hace seis años atrás, prometimos que si estábamos solos para tu cumpleaños número veintidós, nos casaríamos. Fue un trato desesperado, pero eso no le quita lo verdadero. Quiero casarme contigo, Sol, quiero que me concedas el honor de ser tu esposo. Ayer has cumplido años, y aunque el trato caducó hace un año, no pierdo las esperanzas de que desees ser mi esposa tanto como yo deseo ser el tuyo.

»Sé que es una locura, hace menos de un día que nos reencontrarnos, sin embargo, llevamos toda una vida de amarnos. No es necesario que digas que sí ahora, no es necesario que sea mañana mismo, puede ser en dos o cinco años, no me importa, solo quiero que sepas que me comprometo contigo, con el amor que siento y he sentido siempre por ti, que te elijo una y otra vez y que no hay nadie más en el mundo a quien pueda ni quiera amar como te amo a ti.




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