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Motos y roces
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Vanessa.
Terminé de acomodar la ropa en el pequeño armario y lo cerré con un suspiro.
Las cosas anoche no habían ido bien, y no precisamente por las razones que había pensado. No debí responder la llamada de papá, mucho menos delante de la esposa de Louis Benson, la mujer justo ahora pensaba que se trataba de algún viejo amor que colocaba a Elijah celoso y no de mi padre.
— ¿Dónde estás, Vanessa? —sus palabras me hicieron mirar tras de mí, para encontrar la atenta mirada de Josie Benson fija en mí.
— En el Congre...
— No me mientas, Vanessa. —su voz me detuvo en seco y tuve que contener el deseo de pedir perdón. Odiaba hacerlo enojar, por mucha culpa que el tuviera en que yo lo hiciera. —Acabo de llamar al edificio, puse a un investigador y saliste de la ciudad hace casi un mes. —espetó. —¿Por qué demonios me dices mentiras, cielo?
Sabía que estaba tratando de hacer. Esa falsa calma que me profesaba siempre acababa por destruirse, y no lo había experimentado mucho, solo las veces suficientes para saberlo.
— Porque se acabó. —dije un susurro. —No puedo seguir con esto. —casi lloré. —No puedo seguir fingiendo que hago parte de esa farsa cuando me siento perdida en un lugar donde solo soy un peón que tu y Jeremy usan a su antojo para destacar.
— Eso no es verdad. —bramó. —Eres mi niña, mi pequeña, siempre lo has sido. Eres lo mas importante que tengo en la vida.
Casi caigo.
Casi.
— No, papá. —me alejé para que Josie no me escuchara. —No voy a volver, estoy haciendo mi vida y a partir de aquí las decisiones las tomaré yo. —tal y como debió ser siempre.
Debí irme con Valentina tal y como me lo pidió.
— Mañana te quiero en la casa, Vanessa. —la calidez y el cariño se había ido. Ya no era su niñita, ya no lo era porque lo estaba desafiando y cualquiera que lo hiciera merecía mano dura proveniente de él. —Te casarás con Derek Schulz en unos meses.
— ¿Qué? —las palabras quedaron atascadas en mi boca a medida que el aire se iba, el mensaje de Jeremy hace un par de días resonando en mi cabeza. Así que a esto se refería.
No entendía porque estaba sorprendida en lo absoluto, pero lo estaba.
— ¿Cómo puedes pensar en hacerme esto? ¿Por qué? —dije inaudible sintiéndome perdida.
— No te estoy haciendo nada, es por tu propio bien y algún día me lo agradecerás. —soltó con voz cruda. —¿No que querías una familia? —se burló. —Jeremy tenía razón, debí colocarte mayor seguridad cuando te fuiste a estudiar. Pero se acabaron las concesiones, Valentina se me salió de las manos, pero tu no lo harás.
— No pienso volver.
— Hazlo por tu propio bien, Vanessa. No me hagas tomar decisiones que no quiero.
— Te respeto demasiado, pero el cariño que sentía hacia ti cada día solo se resquebraja con mayor rapidez y vas a terminar solo cuando Jeremy obtenga lo que quiere de ti. —dije al borde de las lágrimas. —Tú no eres mi padre, y mamá estaría demasiado decepcionada de la mierda de padre en que te convertiste para mi hermana y para mi cuando ella se fue.
— Les he dado todo. —espetó con furia. Había tocado fibra sensible, pero no me importaba. —Cariño, una vida digna y...
— Decepciones, porque dejaste que Jeremy nos destruyera la vida a ambas. —tragué en seco. —Valentina se fue y nos odia gracias a ti y tu forma de querer manejarle la vida, Jeremy solo te quiere a su lado porque desea poder y dinero, y yo que era la única que quedaba para quererte sin condición alguna acabo de tomar la decisión de alejarme de ti porque no voy a permitir que me sigas desgraciando la vida como lo has estado haciendo hasta ahora.
Colgué y apagué el celular, sabiendo que no dudaría en llamar de nuevo.
No lo odiaba, pero me sentía decepcionada, vacía y perdida.
El timbre de la puerta me hizo respingar y saltar en mi lugar a medida que soltaba el aire que no sabía que estaba conteniendo.
Abrí la puerta para encontrarme la mirada sonriente de una chica de tal vez unos dieciocho a la espera. —Hola. —su voz fue un susurro casi emocionado.
— Hola. —¿la conocía?
— ¿Eres Vanessa? —asentí. —Soy Harper. —me tendió la mano.
Dudé antes de tomarla y estrecharla. —Un gusto.
— Ellos dijeron que eras tímida. —su cabello azul era para lo único que tenia ojos ahora, su piel era tan pálida que lo hacía resaltar aún más.
— ¿Ellos?
Asintió. —Soy hermana de Nash, tu vecino. —apuntó a la casa de al lado y una sonrisa figuró en mi rostro. —Los recuerdas. —me sonrió de vuelta.
Los últimos días mi rutina había sido llegar a casa y encontrarlos acampando en el estrecho jardín en el que había comenzado a trabajar frente a mi nuevo hogar, por lo que sí, los recordaba.
Siempre tenían una broma distinta sobre nuestro primer encuentro para recibirme así que mis noches habían sido algo animadas.
— Estamos haciendo una barbacoa en el patio, quise venir a preguntar si querías unirte. —moví mis manos incomoda, sin saber que hacer o decir.
Elijah tenía razón, era una asocial mojigata.
— Ven, será divertido. Son unas amigas de la escuela y mis hermanos supervisando que los chicos no nos metan la lengua hasta la garganta. —se burló.
— Pensé que eras hermana de Nash. —y ellos me habían dicho que no eran familia.
— Oh. —sonrió. —Cariño, tener parentesco con alguno de esos tres es adquirir el paquete completo. —soltó una pequeña risita. —¿Vienes? —su mirada esperanzada me hizo asentir. —Genial.
— Me cambiaré. —miré los shorts cortos que me había puesto para limpiar la casa y el suéter azul. Necesitaba un par de vaqueros o una falda para el caso.
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Editado: 18.08.2024