Halftime Show

CAPITULO 11

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Más que cristales rotos
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Elijah.

Toqué de nuevo la puerta consciente de que mi hermano estaba dentro. No sabía a quién mierda quería engañar o qué demonios le sucedía, pero estaba allí. La llave que normalmente dejaba bajo el tapete cuando salía no estaba y el recepcionista me dijo que subió hace poco menos de una hora, así que debía haber un claro motivo por el cual no quería abrir la maldita puerta y no me gustaba como pintaba esto en lo absoluto.

— Abre o tiraré la maldita puerta, Edward. —mascullé irritado. Había marcado su celular en todo el trayecto hasta aquí en vano y de verdad teníamos que hablar sobre lo de Jeremy. No iba a perder mi dinero solo por ese idiota que se creía ser humano.

Esperé durante un par de segundos, sabiendo que era igual de terco como él y que no me movería de aquí hasta que no me abriera. Poco a poco la puerta se entreabrió dándome la entrada, pero mi falta de paciencia me hizo empujarla del todo para abrirla de par en par.

Mi hermano estaba a unos pasos dándome la espalda suspirando agitado, su camisa blanca sudada y ya imaginaba que había sacado todo lo que llevaba dentro en el gimnasio improvisado que tenía en una de las habitaciones. —¿Qué demonios te sucede? —entré por completo, acercándome. —Llevo tocando quince malditos minutos. ¿Estás bien?

Suspiró de nuevo sin voltear.

—Ed. —caminé un poco tocando su hombro para girarlo. En un rápido movimiento su mano fue a la mía y mi chaqueta estuvo entre sus puños mientras me empotraba contra la pared furioso.

Conmocionado noté sus pupilas dilatadas, sus ojos mirándome con una intensidad que no había visto desde que se enteró de lo de Emma y papá. —Edward, ¿qué demonios sucede? —vacilé un poco sin dejar de mirarlo, mi respiración agitada por la perturbación.

— Eres un jodido bastardo, Elijah. —tragué en seco sin saber a qué se refería, pero buscando al tiempo las palabras correctas para preguntar.

Esto no me gustaba y tenía miedo de cómo saldría.

Mis manos permanecieron a cada lado de mi cuerpo sin atreverme a tocarlo sabiendo que, si lo hacía, estallaría por completo y arremetería contra mí.

Jamás habíamos tocado al otro con puños siendo lanzados en otro lugar que no fuese el gimnasio o el ring, pero esto iba más allá. Edward lucía con la potencialidad de atacar en cualquier momento.

El olor a alcohol mezclado me respiró en el rostro mientras me retaba con la mirada, para luego soltarme de golpe y girarse dándome la espalda.

No dije nada y solo miré como caminaba hasta la botella en la repisa y sin pensarlo la llevó directamente a su boca para posteriormente lanzarla contra la pared, los cristales rotos llenando el lugar y el líquido ámbar manchando la pared blanca mientras el jadeo de sorpresa escapaba de mi boca.

¿Qué mierda era esto?

— Vete. —apenas si logré comprender sus palabras entre el alcohol y el susurro.

Caminé hasta llegar a su lado, sin atreverme a tocarlo. Edward y yo éramos similares en muchas cosas, pero había cosas en las cuales distábamos mucho. Jeremy tenía razón cuando me dijo que yo era una bestia, me gustaba golpear la mierda fuera y no dejar que se me explotara en la cara; pero Ed no. Mi hermano era calmado y un tempano de hielo que dudaba antes de demostrar lo que sentía y justo ahora, estaba sintiendo demasiado.

— No me voy a ir. —solté. —¿Qué demonios sucedió? No te he hecho nada y merezco saber por qué dices que soy un maldito bastardo. —sus palabras habían dolido incluso si no sabía a qué se refería. —Edward, estoy hablando contigo, maldita sea. —pronuncié con firmeza. 

— Déjame. Solo. —cada sílaba salió de su boca reflejando odio y dureza, nada que ver con la calma que usualmente expresaba. —No puedes venir a mi maldita casa y pretender que no lo jodiste.

¿Sería por Vanessa? ¿Se habría enterado de mí siendo un bastardo?

No. Edward no se pondría así por ello. Me enfrentaría sobrio y luego me regañaría, pero jamás se pondría hasta el culo de borracho solo para ello.

Elena debía ser. Ya le había dicho seguro. ¿Qué no le iba a contar en la noche? ¿Tenía que dejarme meter a la boca del lobo sin avisarme? 

— Edward, si es por lo de Elena...—su cuerpo se giró con brusquedad mientras sus ojos se clavaban completamente vacíos en los míos. —Me dijo que te diría, no pensé que te molestarías hasta este punto. —era una jodida estupidez si de eso se trataba. No habíamos hecho nada malo.

La besaste, idiota.

Bueno, sí. Pero no significó nada y ella estuvo a punto de golpearme. 

— Me mintió para ir a verte. Me traicionó. —soltó, acercándose a mí. Mis manos volaron a su pecho para evitar que llegara más lejos cuando noté la mirada llena de odio. No lo golpearía, mucho menos estando borracho, pero no iba a permitir que me golpeara tampoco. —Se besaron, Elijah. Ella estaba conmigo y luego corrió a ti.

— Ella no me besó. —aclaré con rapidez. Si alguien iba a asumir la culpa de ello era yo, no ella. —Yo la besé. —me aparté y me señalé enfatizando mi punto. —Y fue un error. Lo siento, pero Elena...

— Elena fue a tu encuentro porque lo quiso, ¿qué esperaba que sucediera? —se apresuró a interrumpirme. —Ella estaba conmigo, Elijah.

Suspiré, buscando la forma de hacer que entrara en razón. —Lo sé, pero déjame...—la furia brilló en sus ojos y tomando las solapas de mi chaqueta me acercó a él.

— ¿Sabías que estaba conmigo y aun así le pediste que te viera? ¿Fuiste tú el de ese maldito mensaje, Elijah? —sacudí la cabeza sin saber muy bien a cuál de sus preguntas estaba respondiendo, por lo general era yo en su lugar y era él quien tenía que tranquilizarme. No me gustaba esto en lo absoluto. —¡Respóndeme, maldita sea!

— ¡Eso intento! ¡Déjame hablar! —me zafé de su agarre, hartándome de esta mierda. —No vuelvas a tocarme, Edward. —lo apunté, alejándome de su alcance. —Estás mal y te estás haciendo ideas que no son. Elena no ha hecho nada. —bufó ignorándome. —Me dijo que estaba contigo, qué te quería. No fue por esto que pedí que me viera. —sus ojos se entrecerraron en mi dirección mientras su respiración intentaba ralentizarse. 




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