El sol se alzaba lentamente sobre los vastos campos helados de Grimmnirheim, pintando el paisaje con tonos dorados y plateados. En el corazón del reino, el imponente castillo Hansen se alzaba majestuoso, sus torres de piedra blanca brillando con la luz de la mañana.
En una de las habitaciones más grandes del castillo, la princesa Cristal Hansen observaba el amanecer desde una ventana alta, perdida en sus pensamientos. Sus cabellos rubios como el oro caían en cascada sobre sus hombros, y sus ojos azules reflejaban la serenidad del paisaje que se extendía ante ella.
Mientras contemplaba el paisaje, sus pensamientos se volvieron hacia su familia. Su padre, el rey Björn, luchaba una batalla interna contra la enfermedad que lo consumía lentamente, su cuerpo estaba muy debilitado por los años y las heridas de batallas pasadas.
-¿Cómo puedo proteger el reino si ni siquiera puedo proteger a mi propio padre?-se preguntó Cristal en voz baja, su mirada llena de determinación.
En ese momento, una suave llamada resonó desde el pasillo, interrumpiendo sus pensamientos.
Se trataba de Greta, una de las leales sirvientes de la familia Hansen. Su presencia era como un rayo de luz en las mañanas grises del castillo, su voz resonó con calidez y familiaridad en los pasillos.
-Su Alteza, el desayuno está servido. ¿Me permite acompañarla al comedor?
Cristal se volvió hacia Greta con una sonrisa. -Por supuesto, Greta. Me encantaría tener tu compañía.
Caminaban juntas por los pasillos del castillo, la suave luz del sol se filtraba a través de las altas ventanas y brillaba sobre los mármoles pulidos del suelo. La joven princesa se deslizaba con gracia, su vestido celeste ondeaba con cada paso, era una obra maestra de la artesanía nórdica. Los detalles bordados en plata relucían con un brillo sutil, complementando perfectamente la tez pálida de Cristal y resaltando el azul profundo de sus ojos, finalmente, una pequeña corona dorada con joyas azules se alzaba con orgullo en su cabeza.
Greta admiraba la elegancia de la princesa con una mirada de asombro. -Hoy se encuentra radiante, alteza-. comentó con un tono de admiración mientras ajustaba con delicadeza un pliegue del vestido.
La princesa se rió un poco. - Te lo agradezco mucho, ¿Cómo amaneciste hoy, Greta? -, preguntó con una sonrisa suave, apartando la mirada del paisaje para dirigirse a su compañera.
- Encuentro el día bastante agradable, alteza-, responde Greta con un tono cálido.
Cristal asiente, satisfecha con la respuesta.
-Es reconfortante escuchar eso-, comenta Cristal, volviendo su atención una vez más hacia el paisaje. -Necesitamos días de calma como este, especialmente con la salud de mi padre tan frágil.
Greta asiente con empatía, comprendiendo la preocupación de Cristal por el rey Björn, como una figura paterna para todo el reino, su deterioro preocupa a todos los que lo conocen.
-Confío en que el rey se recuperará pronto - dice Greta con optimismo. -El pueblo necesita su liderazgo ahora más que nunca-.
Cristal sonríe, agradecida por las palabras de ánimo de su sirviente. Tomando un poco de aire y logrando mantener la calma.
-Gracias, Greta - respondió Cristal, llegando al fin al enorme comedor real.
Al llegar, Cristal y Greta se encontraron con un espectáculo digno de la realeza. Un enorme banquete se extendía a lo largo de una larga mesa de roble tallado, repleto de manjares exquisitamente preparados. Los deliciosos aromas de la carne asada, pescado fresco, y una variedad de frutas y panes recién horneados llenaban el aire, despertando el apetito incluso de los más saciados.
-Impresionante, como siempre- murmuró sonriente, mientras Greta le ofrecía una silla en la mesa. La joven princesa se sentó con gracia, su vestido azul celeste fluyendo alrededor de ella.
Con una sonrisa amable, Greta se acercó a la mesa y se preparó para decir su tradicional "Buen provecho", pero antes de que pudiera terminar la frase, Cristal la interrumpió con un entusiasmo incontenible, lanzándose sobre el bufet como si fuera una leona hambrienta en plena cacería.
Los platos se apilaban uno sobre otro mientras la princesa devoraba cada manjar con una velocidad que desafiaba toda lógica y comprensión, haciendo que los sirvientes observaran con asombro y no pudieran evitar soltar una risa nerviosa ante la escena tan surrealista que se desarrollaba ante sus ojos.
Con un último bocado, Cristal dejó caer su tenedor con un sonido metálico sobre el plato vacío y se recostó en su silla con una expresión de absoluta satisfacción. Un eructo escapó de sus labios involuntariamente, pero ella lo recibió con una sonrisa amplia y llena de tranquilidad.
-¡Ah, eso estuvo delicioso!-, exclamó con alegría, poniendo una mano sobre su abdomen abultado. -Greta, ¡tienes que decirle al chef que ha estado impresionante! ¡Esta comida estuvo increíble!
Greta, que observaba la escena con una sonrisa, asintió entre pequeñas risas. -Por supuesto, Su Alteza. Estoy segura de que al chef le encantará saberlo- respondió con dulzura.
La princesa se rió entre dientes, aún saboreando el festín que acababa de disfrutar. Después de unos minutos, se levantó de la mesa y se estiró con satisfacción, agradeciendo a Greta por su compañía durante el desayuno. -Gracias por acompañarme.- dijo con una sonrisa mientras se dirigía hacia la puerta.
Ella asintió con amabilidad. -Siempre es un placer servirle, alteza-. respondió con cortesía.
La rubia devolvió la sonrisa antes de salir del comedor real, comenzando a caminar hacia la habitación de su padre.
Al entrar en la estancia, sus ojos se posaron en la figura de su padre tendido en la cama, su rostro pálido y marcado por la enfermedad. Un nudo se formó en la garganta de Cristal al verlo en ese estado, recordándole la fragilidad de su salud y el peso de la responsabilidad que ahora recaía sobre sus hombros.
Cristal se acercó a la cama de su padre, el rey Björn, cuya figura aún robusta descansaba sobre la enorme cama. Levantó la mirada para encontrarse con los ojos preocupados de su hija.
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Editado: 03.06.2024