Hasta La Eternidad

Inútil Despedida

Irónica es esta última voluntad, puesto que devino la única incapaz de ser catalogada como tal. Irónica la última voluntad que no es por la pérdida de su carácter póstumo. 

Me enfrento con los cataclismos que logran el perecimiento de esta tierra, mientras escribo una nota de muerte inútil, que nadie leerá, ni cumplirá el funcionamiento de enmarcar mis últimas palabras, puesto que, como posiblemente te imagines, no puedo morir. La experiencia de miles de años se amontonan precipitándose en mi mente, me es difuso precisar el momento en el que nací, mucho más complejo resulta esclarecer los rostros de mis padres. Tengo por seguro haber vivido inicialmente una vida normal. Me casé, tuve hijos, viví lo que creí sería una vida plena con un descanso eterno merecido.

Tal cosa no ocurrió.

Continué respirando incluso viendo la tumba de mis seres queridos, vi a mis primogénitos envejecer mientras mi imagen permanecía impoluta. Como un necio, creí que tal cosa era un desfase, una anomalía que se resolvería, por lo que una y otra vez intenté replicar esa vida, confiando en que esa ocasión sería la última. La felicidad y el dolor tomaron una existencia cíclica, hasta que logré asumir mi eterna perdurabilidad. 

Una vez consciente de mi imparable condición, salí en búsqueda de una salida, consulté médicos, chamanes, monjes, cada uno de ellos descartados y requeridos en base a una desesperación total. Para ese entonces me alcanzaron los cinco siglos, experimenté sociedades en su apogeo y su total decadencia, revoluciones tecnológicas y las guerras más viles que un ser podría presenciar. Nada de lo que intenté me fue de utilidad.

Ambos extremos me sedujeron, por lo que no fue sorpresa verme experimentando una significación que justificara este absurdo improbable que me acompaña desde pequeño. Poco duró esta significación positiva, que con el paso del tiempo se fue deteriorando junto con mi estabilidad en relación a la realidad, hecho que me empujó a la polaridad contraria. Intenté morir, vaya si lo intenté, ahorcarme, dispararme, saltar de un barranco, ahogarme, lo que pueda venirse a tu mente, lo experimenté, nada fue efectivo en su acción motivada salvo por el dolor.

Numerosos son los casos en el tiempo de la cultura humana en abarcar lo que me envuelve. Novelas, películas, historias, reflexiones entre demás que intentaron fantasear con lo que mi persona experimenta. Ninguna de ellas se aproxima, ni un ápice, a la realidad. Podría abocarme a expresar todo el sufrimiento inconmensurable que me consume, pero no es el momento, esto es una despedida.

Con el paso del tiempo conseguí resignarme a mi desdichada existencia, son aproximadamente dos siglos en los que solo vengo a sentarme, en esta sierra, viendo el planeta perecer. Irónicamente, uno de los científicos que alegaba el fin del mundo finalmente logró acertar con la fecha, lástima que su existencia haya permeado hace ya mucho, quizá le habría valido un premio. Desde la muerte natural del último humano, es posible que hayan acontecido unos dos mil años. Años en los que refiné mis cualidades sin ningún objetivo más que el puro entretenimiento.

Mi presencia es lo único que impide en su totalidad la extinción de nuestra raza, en mí habitan cientos de culturas, miles de conocimientos que adquirí con los años, todos fútiles salvo por su valor en tanto a desarrollos de una especie que se destacó por su voraz complejidad. Podría expresarme sobre todas mis vivencias si el tiempo para escribirlas me acompañara, hablar de mi búsqueda por alcanzar una conclusión sobre el porqué de lo que me aqueja, o como fui una figura clave para resolver conflictos internacionales, incluso hasta de mis reflexiones sobre las sensaciones o los sentimientos a los que me llevaron los abismos que involucran presenciar el perecimiento de todo lo conocido por el hombre.

Como sea, este escrito es sobre todo simbólico, dado que desaparecerá en pocos minutos, junto con la inmensidad global, junto con la historia de millones de años que transcurrieron en este suelo. Quizá parezca implícita una sensación de desesperación por mi parte, pero nada más lejano de la realidad. El desaparecer del mundo no implicará nada en mi futuro, salvo el inmenso dolor que pueda significar un estallido global sobre mi sistema nervioso.

Por lo demás, en unos minutos mi cuerpo quedará a la deriva, inmerso en un abismo de oscuridad, sin oxígeno que llene mis pulmones, me dedicaré a observar la belleza del universo, con la incertidumbre de qué ocurrirá. Quizá un agujero negro ponga fin a mi eterno sufrimiento, o por lo contrario lo extenderá e intensificará. El último pétalo de la historia de la humanidad, y de todo el globo terráqueo quedará a la deriva, sin rumbo, sin objetivo, todo quedará en una conciencia que se degradará más y más sin poder escapar a un cuerpo inerte, que no será más que un conjunto de nervios en constante suplicio, entregado a la temperatura que torturará cada milímetro de ellos. Quiero morir, mas que nada en el mundo. Mi entera existencia implica un sufrimiento constante al cual estoy acostumbrado. 

Espero en algún momento del tiempo poder alcanzar el lugar que habitan hoy mis semejantes, pero por lo pronto me despido, entre llamas, de quien sea que esté dirigido este escrito, hasta la eternidad.

 

 




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