Las luces del club titilaban a mí alrededor y todo daba vueltas.
Sentía como si estuviese en uno de esos juegos en los parques de diversiones a los que te subías y todo daba vueltas y vueltas, hasta que ya no aguantabas más y sentías que ibas a vomitar.
Pero esto no se parecía en nada a eso. La sensación que estaba experimentando en este momento se debía a la cantidad de mimosas que había ingerido y aquella pastilla que una chica con el cabello rosa me ofreció en el baño.
Mi amiga Kassidy se acercó a mí y gritó a mi oído.
—Ben me ofreció llevarme a su casa, tiene un amigo que quiere saber si estás interesada en ir con nosotros, creo que se llama Dave o algo así.
La miré y no podía creer lo que estaba viendo. Sus ojos estaban desorbitados, su mirada perdida, su maquillaje corrido, lo que me daba a entender que se había entendido bastante bien con el tal Ben.
—No, gracias— grité por sobre la música—Yo puedo encargarme de esto sola.
—Como quieras— respondió llevando una mano a su cabello y moviéndolo, provocando que se viera aún más desarreglado, pero por algún motivo eso la hacía ver más sexy.
—Buena suerte— dije mientras la veía alejarse haciendo espacio entre el gentío que se encontraba aquella noche en "Le Noit".
“Le Noit", era el sitio de moda, o por lo menos lo era en este momento. Las cosas en esta ciudad podían ser bastante cambiantes.
Un día eras una persona cool, al otro eres un don nadie. Pero era el precio a pagar si querías hacerte un lugar en este mundo, que para algunos si bien era bastante cruel, para mí, era simplemente perfecto.
Además, no eres nadie hasta que alguien habla de ti, ¿verdad?
Y vaya que de mi habían hablado y durante años.
Para ponerlos en contexto y hacer un breve resumen de mi vida, no vengo de una familia tradicional.
Y no lo digo porque se trataba una ensamblada, una especie de los míos, los tuyos, y los nuestros.
Era algo más que eso. Les ahorraré los detalles de la historia de amor de mis padres, y me enfocaré en la razón por la cual los Williams—Myers estuvimos en boca de todos por años.
Básicamente mi padre tuvo una hija de otro matrimonio, mi adorada hermana mayor, Zara, una joven emprendedora, dulce y enamorada del amor, y mi madre tuvo un hijo con otro hombre... Hunter, un hombre digno de admirar y un verdadero roba corazones.
De hecho se robó el de Zara, ella se apareció en el momento en que se estaba casando con otra mujer y digamos que él le dijo que si pero no a Bailey, lo dijo a su hermanastra.
¿Quieren que la historia se vuelva más jugosa? Zara había sido la encargada de organizar esa boda. No quiero creer lo que debe haber sufrido al haber organizado la boda de la persona que amaba y saber que no sería con ella.
Al parecer su historia venía desde hace mucho tiempo atrás, pero yo jamás me di cuenta hasta que me tocó participar en la boda de ambos. Por supuesto que no lo entendería, era una pequeña niña.
Y no sabía nada del amor.
Tampoco es que ahora supiera mucho, sólo me gustaba fingir que lo hacía, de aquella manera evitaba salir herida.
Básicamente se puede decir que heredé la astucia y la habilidad para coquetear de mi hermanastro, y la gentileza y belleza de mi hermanastra.
Una combinación explosiva si se quiere, a la que le debemos sumar que al crecer me convertí en una mujer que podía tranquilamente salir en la portada de la revista "Vogue".
Miré a mi alrededor, para ver a quien me podría llevar a casa, si bien no me iría con Kas, encontraría un buen proyecto con el cuál pasaría un buen rato.
Solo para aclarar, mis proyectos eran chicos que agarraba al azar, coqueteaba con ellos, los llevaba a mi cama y luego los dejaba al otro día, eran más que nada un entretenimiento.
Mis ojos buscaron un buen rato, algo decente, hasta que al fin dieron con el indicado.
Un hombre moreno, alto, con su cabello perfectamente peinado y una sonrisa digna de aparecer en un anuncio de pasta dental.
Acomodé su escote, para que a propósito se viera más de él de lo que se debería y caminé en su dirección.
—Un Martini, seco — ordené al bartender que tenía cara de pocos amigos y que por su expresión supuse que solo quería salir de aquí.
Me senté al lado de mi premio gordo. Eso es lo que amaba de este lugar, siempre se encontraban hombres de buena calidad, y eso ayudaba a elevar mi status social, ya que cada vez que alguien cruzaba la puerta principal, una legión de paparazzi estaban esperando en la puerta con sus cámaras, para fotografiar a la gente que salía de aquel antro en condiciones deplorables, y plasmar aquellas fotografías en la sección de sociales de todos los periódicos de Millestown.
— ¿No te parece que es una bebida algo fuerte para una chica como tú?—el moreno me dio una sonrisa coqueta.
Podía ver que sus intenciones eran tan claras como las mías, había dado en el clavo, esta noche, de nuevo.
— ¿No te enseñaron a que nunca debes subestimar a una mujer? ¿Mucho menos su capacidad a la hora de beber?
Me miró pensativo por un momento y luego volvió a abrir su boca.
—No, me enseñaron a tratarlas con respeto, y ser un caballero con ellas.
— ¿Y sonriéndome de esa manera, lo estas siendo? Puedo sentir como me estás quitando la ropa con la mirada.
—Vaya, ¿tan transparente soy?— preguntó.
—O yo soy muy buena a la hora de descifrar a los hombres como tú.
—Hombres como yo.
—Aquellos que juegan a ser los casa novas más grandes del mundo pero por dentro son tan dulces y tiernos como un oso de peluche.
— ¿Acaso me estas comparando con un juguete?
— ¿Y que si lo estoy haciendo?
Me miró de soslayo mientras jugaba con las olivas de su trago.
— Que encantado te llevaría a cada para demostrarte lo equivocada que estas.