Hasta que llegaste tu

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Qué si lo extrañaba preguntaba.

Sinceramente no podía creer que esas palabras que salían de su  boca.

Tal vez viniendo de otra persona, me habrían resultado hasta enternecedoras, pero viniendo de él sonaban por demás falsas e interesadas.

Había venido aquí con una sola razón y era por dinero. No creo que lo hubiese hecho porque realmente me apreciaba o porque se alegraba de que al fin podría si quiera pensar en volver con él ahora que era mayor de edad.

Cuando conocí a Gabriel o Gabe para sus amigos, tenía recién cumplidos mis 18 años y él estaba pasando los 35.


Nuestra diferencia de edad escandalosa y si mis padres se enteraban de mi aventura me echarían sin dudas de mi casa.

Y Hunter iría a romperle su cara.

Pero no solo ponía mi futuro en riesgo, ya que él era un poderoso socio de mi padre y si llegaba a enterarse, perdería su empleo, su casa y estaba segura de que mi padre movería todos sus contactos para hacer que lo metieran detrás de las rejas usando como argumento el hecho de que en ese momento yo aún era menor de edad.

Me consideraba a mí misma como una persona egoísta, no iba a negarlo, pero si permitía aquello posiblemente no lograría dormir bien en las noches.

En aquel tiempo estaba realmente enamorada de Gabe y haría todo lo que posible para que nada malo le ocurriese.

Por lo que nadie sabía de nosotros salvo Kassidy. Quien lo odiaba rotundamente ya que para ella solo me usaba para acercarse a mi padre. Y de hecho fue lo que hizo.

— ¿A qué viniste?— llevé una mano a la cintura ignorando completamente su pregunta anterior.

Sabía perfectamente a que venía. Desde que terminado habíamos pactado que yo le pagaría una mensualidad hasta que yo fuese mayor de edad para que él no abriera la boca. Y hoy que ya había llegado el día, no podía sentirme más feliz al saber que ya no volvería a ver su cara.

Alzó una ceja al ver que hice caso omiso a su pregunta.

—Vine a felicitarte porque al fin ya cumpliste tus tan ansiados 21 años, eres libre y espero que...

—Esperas que... ¿Qué? — inquirí molesta al ver que divagaba a la hora de hablar.

Gabriel se caracterizaba por ser una persona honesta. Demasiado en algunas ocasiones, y verlo en ese estado me daba risa.

— ¿Qué te causa tanta gracia? Estoy siendo honesto al pedirte que consideres volver conmigo— hizo un mohín al ver que mi expresión se había tornado seria.

—Olvídalo Gabriel, ahora ve a comer algo o tomar cerveza y déjame en paz. Lo nuestro se acabó y lo hizo hace mucho— comencé a caminar hacia donde mi amiga me esperaba.

Pero una mano se aferró a mi brazo y tiró con fuerza de él.

—Tú no te vas a ningún lado hasta que me des lo que corresponde. U olvidas nuestro pequeño trato para que yo no le cuente a tu padre que su pequeñita se revolcaba con su socio que es 20 años mayor que ella. No sé tú, pero para mí sufres de "daddy issues" será mejor que lo trates pronto. Tal vez la próxima vez acabes con un viejo decrépito de 80 años, solo por su dinero.

Sus palabras hicieron que la sangre se congela en mis venas.

No podía creer que luego de todo lo que habíamos vivido, se atreviera a decir que había estado con él solo por el dinero.

—Sabes que eso no fue así.

—Seguro, no lo fue, pero a quien crees que me hará caso tu padre, a su socio leal y respetuoso o a su hija rebelde, que a toda costa quiere ser el centro de atención y que no le trae más que dolores de cabeza— al decir esto apretó un poco más mi brazo.

—Me lastimas.

— ¿Todo bien por aquí?— preguntó Hunter.

No tenía idea de donde había salido y solo esperaba que no escuchara demasiado.

—Todo está bien Hun— le di a mi hermanastro una fingida sonrisa— ¿Recuerdas al socio de papá, Gabriel?

Asintió mientras saludaba al monstruo que tenía frente a mí.


Kayla comenzó a gritar desde la otra punta del jardín, intentando llamar desesperadamente la atención de Hunter.

—Llámame cualquier cosa—dijo a mi oído dejándome en claro que no confiaba en él.

Miré por el rabillo del ojo como se alejaba y me dejaba sola.

—Terminemos de una vez por todas con esto— afirmé caminando al interior de mi casa rogando no cruzarme con nadie para poder escabullirme en la oficina de mi padre para así firmarle el cheque y de esa manera podría deshacerme de él.

—Al fin dices algo cuerdo—sonrió mientras se acomodaba su traje.

Caminé dentro y juro que en aquel momento hubiese podido desear tener más de un par de ojos para ver los movimientos de las personas a mí alrededor, no podía arriesgarme a que nos vieran.

La adrenalina recorría mi cuerpo, y me recordó a la que sentí al principio de nuestra relación, cuando debíamos escondernos para que nadie pudiera vernos juntos. Pero esta vez sentí algo distinto. Sentí como que al darle el último cheque podría cerrar este oscuro capítulo de mi vida.

Entré a la oficina de mi padre y me dirigí hacia su escritorio para buscar la chequera que guardaba en el tercer cajón.

—Quédate ahí— le ordené señalando la puerta.

Necesitaba mantenerme lo más alejada de él.

— ¿Cuánto necesitas? — tomé la pluma y comencé a garabatear su nombre en el trozo de papel imitando lo mejor posible la letra de mi padre quien tenía la cabeza en cualquier lado estos días y posiblemente no recordaría que le había dado dinero a Gabriel.

—Déjame pensarlo... Debido a que es la última vez que te veré y aquí termina nuestro trato— dio unos pasos desobedeciéndome— Quiero 50.000.

—Estás loco.

—50.000 o hablo.

—Está bien— refunfuñe al sentir como mi furia se incrementaba con cada 0 que escribía.

—Gracias — agregó sentándose en uno de los sofás.

Ambos estábamos demasiado ocupados en nuestros asuntos, porque ninguno prestó atención al entrar a la oficina que no éramos los únicos en aquella habitación.




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