Hasta que llegaste tu

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Por supuesto que mi padre no me vino a despedir al aeropuerto, al parecer aun seguía demasiado enfadado conmigo como para siquiera venir y despedirme.

Lo que en algún lugar de mi frío corazón, dolía porque no tenía claro cuánto tiempo este pequeño "regalo" como le llamaba mi madre duraría.

Verán, ella es la clase de madres que siempre intentaran verle el lado positivo ahora y me había sugerido en un tono calmo y conciliador que no viese esto como un castigo, que en su lugar viera esto como un regalo por parte de ambos, en otras palabras me estaban regalando independencia.

Pero que haría yo con ella, si no tenía ni un mísero billete en mi cartera, y seguía sin tener un techo propio. Seguiría viviendo en el de alguien más y eso no era nada, además debía pagar la renta todos los meses, a mi propia hermana, y compartirlo con alguien más.

Y para hacer aquello debería ganar mi dinero, trabajando por mi cuenta porque mis padres no habían sido capaces de darme ni la más mínima ayuda. Cosa que me molestó.

Él los había apoyado en todos. Cuando Hunter decidió marcharse a estudiar, mi padre le pagó sus estudios, sus noches de juergas, su auto y todo lo que se le ocurrió.

Cuando Zara decidió que no seguiría el negocio familiar y mucho menos iría a la universidad, alegando que su destino estaba en otro lado, mi padre usó gran parte de su capital para ayudarla a montar su empresa.

Pero cuando yo necesitaba realmente de su ayuda, él se había lavado las manos y me había dejado a mi suerte.

Claro que ninguno de mis hermanastros se había acostado con su socio siendo aún una menor.

Eso jugaba en mi contra.

— ¿Tienes todo, cariño?—me preguntó mi madre mientras limpiaba su nariz con uno de sus pañuelos de tela con sus iniciales bordados en él.

Sabía que para ella no era una tarea fácil mandarme a la otra punta del mundo, tenía al igual que yo la esperanza de tenerme bajo su ala por mucho tiempo más, pero desafortunadamente este pollito quiso ser más rebelde que el resto y voló solo del nido.

Ahora debía afrontar las consecuencias y descubrir el mundo por sí solo.

—Tu hermano te hará una transferencia en este banco— me entregó un papel con toda la información anotada en la elegante caligrafía de mi madre— Es suficiente para que te manejes la primera semana, así que es necesario que seas medida a la hora de usarlo. Tu pago en la oficina será semanal. Pero no te confíes— me advirtió.

Las dos estábamos al tanto de mi necesidad de comprar cosas que realmente no necesitaba.

Había desarrollado ese problema en cuanto cumplí 16 y me dieron mi primera tarjeta de crédito.

Fue como si abrieran un grifo de agua y dejaran caer el agua por horas y horas y horas, salvo que en este caso no afectaba al medio ambiente, sino que lo hacía con la economía de mi padre, y en este momento de la gente del correo que deba llevarme cajas y cajas con mis pertenencias dentro.

—Lo sé, mamá— me acerqué a abrazarla mientras en el fondo la estridente voz que salía por el parlante anunciaba que era momento de subirme al avión.

—Apaga tu móvil cuando subas y avísame cuando llegues, por favor— pidió mientras las lágrimas volvían a caer.

—Lo haré— le envíe un beso en el aire y caminé hacia la sala de abordaje.

Esta sería la última vez en mucho tiempo que vería esa cara tan familiar y que tanto consuelo y amor me había brindado. Al pensar en eso mi corazón se encogió un poco al pensar en eso.

             ...

Llegué a destino luego de un viaje de casi 13 horas. Y al momento en que puse un pie allí, me sentí como en casa.

Aunque no lo sabía muy bien, pero el hecho de tener la oportunidad de comenzar en un lugar nuevo, me hacía sentir poderosa.

Además esta vez tenía bien en claro una cosa: quería cambiar radicalmente quien era, demostrarle a mi padre que ya había madurado y no volvería a ser esa niña caprichosa y rebelde que solo le traía dolores de cabeza.

Quería dejarle en claro que podría manejar esto y de esa forma si cumplía con sus expectativas tal vez así, mi padre me dejaría volver adonde pertenezco.

Mi teléfono comenzó a sonar en el bolso.

— ¿Alo?

—Hola hermanita, aunque creo que deberías mimetizarte con el lugar y saludarme como los italianos lo hacen.

—No molestes, Hun. ¿Qué quieres?

—Solo llamaba para decirte que tu dinero ya está depositado y que tu compañera de habitación te espera. Si ves en la puerta del aeropuerto hay un hombre con un cartel que tiene escrito "Roma".

—Que gracioso eres—solté al ver que no estaba yendo a ningún lado.

—Ten un poco de sentido del humor, por favor.

—Está bien, lo tendré luego de que duerma un poco.

—Me parece bien, ya todos hemos sufrido a causa de tu mal humor, pronto estaré por allá. A Zara le hubiese encantado ir a verte pero ya sabes que no dejan subir a las embarazadas que se encuentran en su estado a un avión.

— ¿Cómo está mi bebé?

—Muy bien, espero que puedas estar aquí para verlo cuando nazca.

—Dudo mucho que mi castigo dure un mes, pero tal vez podría pedirle a la jefa unos días de descanso. ¿Crees que me los dará?

—Tal vez—rió por lo bajo— ¿Y Mía?

— ¿Qué?

—No veas esto como un castigo, considérala como una oportunidad, una aventura. Además la ciudad donde vivirás lleva tu nombre, qué mejor señal de que es el lugar donde debes estar. Hazla tuya.

—Te quiero Hunter.

—Y yo a ti, pequeña— respondió— Ahora debo irme, Kayla está reclamando mi atención.

—Salúdala por mí, ¿sí?

—Lo haré.

Caminé hacia el hombre, el tal Giussepe quien sería el encargado de llevarme a casa.

Cuando uno se encuentra cara a cara con un hombre con ese nombre, suponía que sería alguien simpático, lleno de carisma.

Pues debería dejar de suponer cosas de la gente, ya que él era todo lo contrario.




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