Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo dos/ Un poco de mi vida

Summer.

—¡Ya llegué!

Nadie respondió, miro a mi alrededor y nadie se encuentra en mi campo de visión. La casa de mis tíos es pequeña; un living que está pegado a la cocina, tres habitaciones y un baño. Ah, y un pequeño jardín.

Camino hacia la cocina y tomo una manzana antes de caminar hacia la habitación de mi tío. Doy dos toques en la puerta y cuando escucho su voz, tomo el pomo y entro.

Él está sentado en su oficina escribiendo... la verdad que no sé. Es profesor en algún colegio y en los veranos trabaja dando clases en un curso de literatura. Le doy un mordisco a mi manzana y me siento en la esquina de su cama.

—¿Dónde te metiste?

—Adivina. — digo con la boca llena.

Él finge que lo piensa. Sus ojos son más oscuros que los míos, pero compartimos el mismo color de pelo: negro, como el carbón.

—Quizás, ¿metida entre libros?

—¡Bingo! En una biblioteca. Bastante bonita por si te interesa.

—¿A cuántas bibliotecas o librerías has ido ya?

—Ni lo menciones. Pero ésta es bonita y lo atiende una señora muy simpática.

—Pues, lo debe ser si a ti te cayó bien.

Le sonrío y me tiro en su cama mientras él retoma lo que sea que esté escribiendo. Recuerdo un día en el que me metí en su escritorio y revisé todos los exámenes que debía corregir; me dio pena ver que algunos no aprobaron y me tomé la libertad de cambiarles las notas. Está de más decir que fui pillada y por un largo tiempo tuve prohibido tocar sus cosas.

—¿Y mi tía y Luz?

—De compras. Luz sale esta noche y necesita ropa nueva.

Suspiro y me incorporo para salir, pero antes debo asegurarme de algo.

—Mañana iremos a verla, ¿verdad?

—Claro. ¿Cuándo nos hemos perdido uno de sus cumpleaños?

Le sonrío y antes de que vea que me afecta, salgo de prisa. Me encierro en mi cuarto y soy libre para cambiarme; un pantalón cortón y una remera bastante holgada, la comodidad en una prenda.

Mi habitación recrea al máximo la frase "pequeña, pero acogedora". Una cama, una pequeña mesita de luz, un armario y una silla en un rincón con una pila de ropa que dejo en ella, y una ventana, claro.

Me acuesto un rato en mi cama y pienso las posibilidades que tengo para conseguir un nuevo trabajo. En casi todos los que conseguí me echaron, la razón: torpe y despistada. No es mi culpa que mi cerebro ante el mínimo pensamiento se disperse. Y la torpeza, eso algo que hasta yo quiero arreglar.

Escucho la puerta principal cerrarse y las voces de mi tía y Luz inundan toda la casa. Con pereza me enderezo y salgo de mi cuarto.

Ellas están en la cocina, sentadas y admirando todo lo que compararon.

—¡Summer, hola! - mi tía tiene una voz un poco chillona, provocando que pegue un brinco ante su saludo.

—Hola, tía.

—Ven. Te trajimos algo, espero que te guste.

Me acerco y Luz, con su sonrisa, me tiende una bolsa que tiene estrellitas dibujadas. Cautelosa veo lo que hay dentro y con una sonrisa forzada saco la pollera roja. No es que no me gusten este tipo de prendas, solo es que muy cómoda con ellas no me siento. Creí que Luz lo sabía, pero seguro que no lo recordó.

—Es... muy linda. Gracias.

Mi tío sale de su habitación y meto de nuevo la prenda en su bolsa. Nos acomodamos y soy yo quien tiene que cocinar porque, por lo que dijo mi tía, fue a hacerse la uñas y teme que se le salga el esmalte.

—Mañana podemos ir a comer a algún lado. — opina mi tía. Iba a declinar, pero mi tío se adelantó.

—Mañana iremos al cementerio, Patricia.

—Cierto, mañana Marisa cumpliría años.

Ella me mira apenada y yo le sonrío un poco tensa. Trato de limpiar lo más rápido cuando terminamos de cenar y me encierro nuevamente en mi cuarto.

Me acuesto y por un rato miro el techo un tanto pensativa. Me pregunto cómo sería ahora mi vida si ella estuviera aquí. Recuerdo que teníamos una conexión increíble con mi madre, ella siempre era atenta y escuchaba todo lo que decía. Recuerdo las noches que me dormía mientras ella me leía, su voz era dulce y me calmaba logrando que me durmiera. Trato mucho de no pensar en esas cosas, en lo que ya no es y en lo que podría ser, sino, no podría disfrutar el ahora y, en mi caso, la culpa ocuparía un gran espacio en mi mente.

Suspiro y tomo mi celular antes que los recuerdos vuelvan a asfixiarme. Vuelvo a tener varios mensajes de mis amigos, están hablando por el grupo que compartimos: "Los intocables".

Laura: Es increíble que hayan terminado juntos. Creo que él es mucho para ella.

¿Quién será la pobre pareja de la que hablan?

Carlos: Él tiene un historial de estar con hermosas mujeres, no sé por qué la eligió a ella.

Luz: supongo que ciegos hay en todos lados.

Leo: Déjenlos en paz. Hablé con él y me dijo que está enamorada de ella, punto.

Y ahí apareció Leo, gusté, en realidad, gusto de él. El inconveniente es que él gusta de Luz. Ni una buena vida amorosa puedo tener. Leo es sencillo y simpático, su energía siempre llamó mi atención. Desde el secundario creo que llevo gustando de él, la única que lo sabe es Luz, además de ser mi prima la considero una gran amiga, ella siempre está si la necesito.

Dejo mi celular a un lado y apago la lámpara. Mi mente comienza otra vez a divagar y no solo se queda con un pensamiento; vieja desde mi madre hasta detenerse, por último, en aquel chico de ojos verdes. Aunque no sé muy bien cómo, tuve el presentimiento que, aunque ocultase sus verdaderos colores, a mí no se me haría difícil identificarlos.




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