Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo tres/ Ella.

Teo.

Me quejo al sentir el despertador y cuando lo encuentro, de un manotazo lo apago. Me levanto y voy directo al baño para arreglarme.

Con la ropa adecuada salgo de mi departamento y me dirijo al parque para correr un poco; es tranquilo por aquí, y más si vienes un domingo en la mañana. Solo me encuentro con personas mayores, gente que hace ejercicio o personas que pasean con sus mascotas. Sigo corriendo hasta que mis piernas me piden que me detenga y vuelvo al edificio.

Tomo una ducha y al terminar salgo con una toalla envolviendo mi cintura. Mientras me preparo el desayuno escucho mi celular sonar, voy hasta el living y lo encuentro entre los cojines del sillón.

—Hola.

—¿Por qué siempre debe ser la madre quien llame a sus hijos? No se te caerá la mano si tomas tu celular para llamarme.

Me siento porque sé que cuando la conversación con mi madre comienza así, es porque será una charla bastante larga.

—Estuve ocupado.

—Sí, sí. No quiero comenzar una discusión contigo. Cuéntame, ¿hubo algo nuevo mientras estabas ocupado y no llamabas a tu madre?

Sacudo mi cabeza porque la imagen de aquella chica de la biblioteca me vino a la mente, supongo que por su particular comportamiento maleducado. Primero, casi genera que yo la atropelle, iba tan atenta mirando el suelo que no se percató que el semáforo estaba a mi favor, y segundo, fue capaz de interrumpir una conversación ajena y aun así tuvo la decencia de sonreír.

—Nada nuevo. — opto por decir.

—Bueno, tu abuela dijo que hiciste un escándalo porque te mandé a leer un libro.

—Leí los primeros capítulos, y por si quieres mi opinión, no me parece nada interesante.

—No, no quiero tú opinión. Quiero que lo leas entero y luego me dices.

—De acuerdo. — para qué contradecirla, sí sé que ella terminará ganando.

—Se me olvido comparar las bebidas, asique trae un poco cuando vengas a casa.

—Bien, las llevaré.

—Ten cuidado cuando vengas, besos.

Desayuno tranquilo antes de salir. Cada domingo, o al menos la mayoría, tratamos de juntarnos con mi familia; ser una familia grande provoca que no todos podamos coincidir el mismo día para juntarnos.

Estaciono el auto frente la casa de mis padres y saco las bolsas con bebidas del maletero. Cuando ya estoy frente a la puerta, toco el timbre y quien me abre es mi hermana; sus brazos me rodearon efusivos y yo solo me limito a darle unas cuantas palmaditas en su espalda.

—Tan arisco como siempre. - dice alejándose de mí.

—¿Dónde están los demás? - solté.

—Hola, hermanita. ¿Cómo estás? Tanto tiempo sin vernos. - ironiza.

—Nos vimos el viernes.

—Con un <<hola>> me basta.

—Hola. – sonrío de lado cuando ella pone los ojos en blanco.

—Me tocaron dos hermanos insensibles. — dice mientras se hace a un lado para dejarme pasar —. Los abuelos están en el living jugando cartas, nuestros padres en la cocina y los chicos en el jardín.

Camino hasta el living y veo a todos los abuelos sentados alrededor de la mesa con sus cartas. Prácticamente la familia grande se la debemos a ellos. Mi abuelo mantuvo su amistad con sus compañeros de la universidad, tanto que ahora nosotros también los consideramos nuestros abuelos.

—Buenos días. – saludo.

—Hola, querido. — mi abuela no despegó su vista de sus cartas.

Los demás también me saludaron con un vago saludo mientras seguían concentrados. Dejé las bebidas en la cocina y no puede librarme de los besos de mi madre y los saludos efusivos de mis tías.

Recién cuando pude librarme fui capaz de ir hacia el jardín, pero los hijos de mis hermanos y de sus amigos vieron a interceptar mi camino.

—Creo que su tío los extrañó un poco, ¿por qué no le dan un abrazo?

—No ayudas, Celeste. – mascullo mientras los niños tratan de trepar por mis piernas. Mi hermana se divierte un poco con mi situación y me libera de todos los niños luego de un rato de sufrimiento.

Suspiro cuando se alejan riendo y yo me acerco donde se encuentran mis amigos. Están todos arrinconados alrededor de la parrilla, seguro para ver si pueden sacar un poco de comida.

—¿Qué están haciendo? - digo cuando ya estoy detrás de ellos, generando que peguen un brinco por el susto.

—¿Puedes dejar de hacer eso? – masculla Jack.

—No hice nada.

—Sí, si lo haces. — me señala Thomas —. Tú y tu silencio siempre nos asustan.

—No es mi culpa que ustedes se asusten fácil.

—Bueno, si alguien aparece a tu espalda de manera espontánea seguro que tú también te asustarías. — puntualiza Charlie.

—Supongo. - me encojo de hombros-. ¿Saben que si mi madre los pilla no los dejará comer?

—¿Y por qué crees que estamos escondidos, genio?

Jack de un solo movimiento toma con su mano un pedazo de carne, pero al no tener nada con qué agarrarlo, se quema y tira la carne. Pongo los ojos en blanco y entre todos tratamos de tirarle agua en la mano, aunque no estoy muy seguro si ante quemaduras debemos hacer esto.

Tiramos la carne sin que nadie se dé cuenta y nos acercamos a la mesa donde están todas sus novias. Es bastante extraño estar en mi lugar, porque cada uno va abrazar a su pareja y yo me quedo un poco incómodo, sin embargo, esto no dice que no disfrute el estar solo, al contario, no debo estar pendiente de alguien.

—Tú abuela vino contenta hoy. — dice Alison sentada junto a Thomas.

—Nueva socia, por lo que comentó. — los ojos verdes de Jack me analizan —. Y también dijo que fuiste grosero con ella.

—Claro que no. Solo no la saludé y tuve mis motivos.

—¿Y podemos saber cuáles fueron? — Charlie se inclina sobre su silla interesado en la conversación.

—Interrumpió una conversación ajena...

—Eso no es razón para no saludarla.

—... y casi la atropello.

El ambiente queda en un profundo silencio y cada uno me mira estupefacto, sin creer lo que acabo de mencionar.




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