Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo cinco/ Nuevo Trabajo.

Summer.

Rechazada. La mezcla es que, el que se suponía que iba a ser mi nuevo jefe conoce a mi antiguo jefe, y antes de contratarme como mesera tomó la excelente decisión de pedirle una recomendación al dueño del último restaurante en el que trabajé. Él muy simpático de mi queridísimo antiguo jefe no se ahorró ningún detalle, ni el momento en el que se me cayó un plato de comida en el regazo de un cliente. Dijo, tal cual como lo estoy contando: <<tu economía caerá a pique si contratas a aquella chica.>>, sé lo que dijo porque yo estaba escuchando todo mientras hablaban por celular.

Así que... otro día sin empleo. Me quedé en casa el resto del día, deprimida, limpiando todo lo que encontraba. Hasta que me cansé y decidí ir a la biblioteca y traerme unos cuantos libros a casa, ya que soy socia hay que hacer uso de ese título.

No sé si es por el miedo a ser atropellada o porque no me quiero cruzar con otro ser tan oscuro ahora miro atenta cada calle antes de cruzar, nunca en mi vida he visto tantos semáforos, pero ahora creo que me volveré paranoica si no los miro antes de cruzar.

Marta se encuentra igual que el primer día que la conocí, detrás del mostrador y muy atenta a lo que sea que escribe.

—Hola, Marta. — apoyo mis brazos sobre el mostrador. Ella levanta su cabeza y me sonríe dejando su cuaderno a un lado.

—Hola, querida. ¿Qué es esa cara que traes?

—Un día agotador. — digo suspirando, y creo que lo hice un poco exagerado porque Marta suelta una pequeña risa.

—¿Qué es lo que te agotó?

—Esta mañana me rechazaron en un trabajo.

—¿Y por qué?

—Porque me dijo que era muy torpe y no quiere perder todo su ingreso en comprar platos nuevos.

Marta me toma por sorpresa y comienza a reír, es inevitable que yo no lo haga. Soy muy absorbente a los sentimientos de los demás, mis colores pueden variar dependiendo de las personas que me rodeen; si tú estás en un momento triste y esperas que yo te consuele, creo que saldrías peor porque yo me uniría contigo al llanto.

—Supongo que ahora es gracioso. — mi situación ahora es "rio para no llorar"

—Ya encontrarás algo, hay que darle tiempo al tiempo.

Pues el tiempo no me da dinero, pensé.

—Subiré a buscar unos libros.

Ella asiente sonriente y retoma su escritura. Me tomo mi tiempo mientras subo las escaleras y casi llegando al segundo piso quise salir corriendo de ahí.

Ese ser oscuro está sentado en el alféizar de la ventana con un libro en manos. La luz del atardecer se refleja en su cuerpo, su pelo negro brilla por los reflejos del sol y el color de sus ojos están ocultos por tener su mirada hacia abajo. Es alto y siempre se viste de una manera elegante, lo único que mantiene "natural" es su pelo que se encuentra desordenado. Así tan tranquilo nadie pensaría que tiene una piedra en vez de corazón, mi perspectiva de él es buena siempre y cuando se mantenga callado...

—¿Vas a mirarme toda la tarde?

Pero parece que para él es todo un esfuerzo mantener su boca cerrada.

Ruedo mis ojos y sigo mi camino, evitándolo.

Siento sus ojos en mi espalda con cada paso que doy, lo que hace que me vuelva más tonta y termine yendo a una sección que nada que ver conmigo. Cuando quise devolverme, él seguía intacto en su lugar mirándome con los ojos entrecerrados, me devuelvo sobre mis pasos y reviso sin prestar atención a los libros que tengo en frente.

—¿Sabes algo sobre física cuántica?

Su voz a mi espalda me sorprendió y di un respingo. Frunzo el ceño y miro el libro que había agarrado sin ser consciente.

—Claro que sé.

Es chistoso porque no, no sé nada de eso. Ni siquiera me puedo confiar en mis misma en los números que me debo fijar en la calculadora si dos más dos en verdad da cuatro.

—Entonces te dejo con tu lectura.

Rodee su cuerpo y fui a sentarme en el alfeizar antes que él, lo que generó que volviera a abrir su boca que solo sirve para acabar con la paciencia de los demás.

—Yo estaba sentado primero ahí. — se cruza de brazos y me mira impaciente.

—Y yo te gané asique te aguantas. — abro el libro encontrándome con un montón de fórmulas que más bien parecen jeroglíficos.

—Es una respuesta bastante inmadura.

—El inmaduro serás tú.

—Otra respuesta inmadura. — su tono tan tranquilo me exaspera.

—¿Quieres callarte? Estoy tratando de leer.

—Algo que seguro no comprendes.

—¿Y tú sí? — mi enfado ha llegado a tal pico que ya me encontraba caminando hacia él —. Apuesto a que tú no llegas a comprender ni un tercio de lo que sucede en la vida y me vienes a criticar porque yo no se me unas simples fórmulas.

—En realidad, esas "simples formulas" te ayudan a comprender como puede funcionar todo lo que te rodea.

—Los números no son todo en la vida.

—Claro que sí, se necesitan para todo.

—No lo creo, dime ahora cómo hago para calmar mi enfado hacia ti.

—Cuanta hasta diez. — su sonrisa es lo que más me altera, yo estoy a punto de explotar mientras que él se entretiene con la situación.

—Eres insoportable.

—Y tú una maleducada.

—¿Yo? Me parece que eres tú.

—Yo no soy quien ocupa un lugar ajeno...

—No es de tu propiedad.

—... O quien casi genera un accidente.

—Creí que ya me disculpé.

—... O quien interrumpe conversaciones ajenas. — se refiera al primer día en el que lo vi. No fue mi culpa que pensé que él era un psicópata que quería hacerle daño a Marta.

—¿Es por eso que no me saludaste?

—¿No te han enseñado que es de mala educación interrumpir conversaciones ajenas, niña?

—¿Niña?

—¿Cuántos años tienes?, ¿Dieciséis?

—¿Y tú cuantos años tienes?, ¿Cuarenta?

Su boca se abrió de nuevo para refutar, pero Marta llegó antes de que nosotros siguiéramos peleando.

—¿Qué está ocurriendo?

—Nada. — respondemos a la vez, creo que es la primera vez que coincidimos en algo.




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