Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo once/ Vaivén de emociones.

Summer.

—Idiota.

Para decir en mi defensa, otra vez, creí que sí llegaba a cruzar la calle. Pero justo el semáforo se puso en verde y alguien muy impaciente quiso atropellarme.

Estuve toda la mañana evitando pensar en cierta persona con la que tendré que trabajar. Hablaba con Marta, con las personas que son recurrentes en la biblioteca, le sacaba conversación a los que venían a por libros, limpiaba y leía libros que encontraba por ahí, haciéndome la tonta y nunca leyendo libros de abogacía.

Me pone nerviosa no saber cómo actuar alrededor de Teo luego del papelón que pasé. Con qué cara lo miraré cuando llegue.

Con lo poco que pude recordar de aquella noche, no hice mucho escándalo. Sé que James me invitó a subir, encontré a Teo hablando con una chica, les dije que guardaría su secreto sobre tener sexo y conocí a los que creo que son sus amigos. Los abrecé como si los hubiera conocido toda la vida y me entristecí tanto cuando nos despedimos que solo hace que quiera enterrar mi cabeza bajo tierra. Patética, una borracha patética.

Marta todavía se encarga de abrir la biblioteca, sin embargo, aún tiene el cartel de "cerrado" cuando llego. Abro la puerta y me dirijo hacia el mostrador para dejar mis cosas. Marta y Teo están allí, charlando con una comodidad que me asegura que sí se conocen desde hace años. Se nota mucho el cariño que se tienen.

Miro la hora en mi celular, no suelo ser impuntual, pero ambos parecen como si me hubieran estado esperando desde hace mucho.

—Llegas a tiempo, querida — me sobresalto con la voz de Marta —. Solo que este señor vino a buscarme muy temprano.

Miro a Teo que observa todo con desinterés, que hombre que no le pone ganas a la vida. Le sonrío a ella y se acerca hasta a mí, haciéndole un gesto con la mano a Teo para que la siga.

—Bien, todas las tardes serán así: se irán turnando en cuanto a los clientes. Summer te explicará cómo tratarlos — explica observando a Teo —, debes ser cordial y respetuoso, debes sonreírles. La idea es atraer personas, no espantarlas — contengo mi sonrisa y aparto mi mirada cuando los ojos de Teo me ven —. En cuando a limpiar lo harán juntos, día por medio se hará una limpieza para evitar que se acumule polvo. Eso ya tú lo sabes, Summer, así que estarás a cargo de Teo y tú le harás caso a todo lo que diga ella — él iba a hablar, pero Marta lo interrumpe —. Si no hay más dudas, pueden comenzar. Yo cambiaré el cartel a "abierto".

Teo me mira incrédulo y yo me encojo de hombros. Dejo mi mochila en el perchero que está detrás del mostrador y siento a Teo seguirme con cada vuelta que doy.

—¿Qué estás haciendo?

—No le sé. Dime qué tengo que hacer — enarco ambas cejas por su descaro —. Por favor.

—Eso está mejor. Es muy temprano para que venga gente todavía. Comenzaremos quitándole el polvo a los libreros de arriba — camino hasta el pequeño cuarto donde están las cosas de limpieza y me sigue el paso —. Ten.

—Esto tiene plumas.

—Porque es un plumero.

Será mejor no preguntar si alguna vez ha visto alguno, no me quiero asustar con su respuesta. Ambos subimos en silencio y por suerte no le tengo que explicar cómo funciona un plumero, yo me encargo de ordenar todos los libros que han quedado sueltos por ahí, colocándolos en su lugar. Limpio las mesas y sillas, bajo para buscar los productos y limpiar el piso, quito las manchas de las ventanas y he atendido a los pocos que han llegado.

—¿Por qué tardas tanto? — encuentro a Teo casi terminando de sacar el polvo. Su cara es de pura concentración, con su ceño fruncido y su boca en una línea fina —. Es solo quitar el polvo, no un ejercicio matemático — me mira con cara de pocos amigos.

—Trato de que quede perfecto.

—O solo quieres evitar trabajar — levanto mis manos en señal de rendición por su cara —. Solo bromeaba.

—No eres graciosa.

—Claro que sí, escucha. Que le dijo una pera que estaba persiguiendo a otra pera.

—No lo digas.

—¡Es-pera!

Sostengo mi estomago para contener mis carcajadas. Chistes que nunca pasan de moda, y si el que los cuanta tiene gracia es aún mejor. A Teo no se le muevo un musculo de la cara, solo se queda ahí esperando a que termine. Subo y bajo mis cejas rápidamente animándolo a reír, él voltea su rostro, lejos del alcance de mis ojos.

—Apuesto a que hay una sonrisa ahí — pincho su brazo con mi dedo. Cuando vuelve a girar su rostro no hay ni una minúscula sonrisa. Pero al menos ya su cara no es de indiferencia.

—No fue gracioso.

—Porque tú te resistes. Lograré que te rías hasta que solo yo pueda sacarte sonrisas.

—Espero que no — lo dice con fastidio. Pero hay algo oculto ahí, como si en verdad esperara que eso no sucediera.

Camina hasta una de las mesas donde dejé todos los libros que hay para ordenar. Toma algunos del mismo tema y los comienza a colocar en su lugar. Yo lo sigo y me aclaro la garganta, su brazo que estaba suspendido en el aire baja lentamente para poder mirarme.

—Sobre lo de la otra noche...

—Es mejor que nos olvidemos de esa noche- suspiro aliviada.

—Gracias — y no sabe cuánto, no quiero volver a recordar esa noche.

En toda la tarde Teo no ha atendido a ninguna de las personas que han llegado. Cuando sentía pasos siempre se excusaba para algo; ya sea que iba al baño, se ponía a limpiar sobre lo limpio o se fijaba si los libros estaban bien acomodados, pero jamás atendió a alguien.

Yo lo reté por eso, él se molestó y yo igual. Le dije que prácticamente hice todo el trabajo esta tarde, él me dijo que me ayudó en casi todo. Yo le pregunté por qué no atendía a las personas, él me respondió que no soportaba a nadie. Me volví a enojar y lo obligué a atender a una señora que entraba, él la atendió de mala gana; la señora se fue indignada y yo me volví a enojar, él se puso aún más odioso y volvimos a discutir. Marta apreció, nos regañó a ambos y nos mandó a limpiar una mini bodega con libros viejos. Me reí cuando soplé un libro cerca de su rostro y a él le dio un ataque de estornudos; se quiso vengar de mi soplando otro libro y yo retrocedí para que no me pasara lo mismo, pero terminé tropezando y cayendo sobre unas cajas, mis carcajadas aumentaron y sonreí con emoción al ver que Teo casi sonríe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.