Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo doce/ Los primeros sentimientos.

Summer.

Diciembre es un mes que me emociona. Llegan las fiestas y todos ya están de vacaciones, el verano comienza en este mes y muchos planean donde ir de viaje (a los pobres nos toca solo ir a tomar un heladito, y de agua), pero sobre todo lo que me gusta de diciembre es que te otorga tiempo. Tiempo para hacer lo que no llegaste a cumplir durante el año, a arrepentirte y a enmendar los errores que cometiste, tiempo a pensar sobre el futuro, a descubrir qué es lo que quieres para el próximo año, tiempo para decirle <<Te amo>> a quien no se lo repetiste lo suficiente durante el año, tiempo para cerciorarte si el camino en el que estás es el correcto y, si no lo es, descubrir en dónde perteneces...

—¿En qué piensas?

Dejo de ordenar los libros para mirar hacia abajo y prestarle atención a Marta. Momentos así me quejo de mi estatura, donde tengo que buscar un banquito para llegar a los últimos estantes de los libreros.

Teo se encuentra al otro lado de mi cuerpo, pasándome los libros mientras los acomodo; creo que con él nos falta comunicación, porque hubiéramos quedado en que yo le pasaba los libros y él acomodaba (sin necesidad de un banquito), pero como aún no nos organizamos bien, estamos en esta situación.

—En diciembre — respondo. Ambos se miran unos segundos y luego tengo de nuevo los ojos de Marta sobre mí.

—¿Qué tiene diciembre?

—Muchas cosas. Es multifacético — yo soy la única que se ríe de mi chiste. Al menos Marta me sonríe divertida, del otro ni hablemos.

—No debiste preguntar. Ahora su risa no parará dentro de treinta minutos — entrecierro mis ojos hacia él.

—Por lo menos le pongo chispas a este trabajo.

—¿Chispas? ¿Qué se supone...?

—Estaban tardando en discutir. Iré abajo a tomar mi jugo.

Vemos como Marta baja las escaleras a lo que acomodo el último libro. Le sonrío a Teo y muevo mi dedo en circulo indicándole que voltee, él pone los ojos en blanco haciéndome caso. Pongo mis manos sobre sus hombros y pego un salto bajándome del banquito y aterrizando sobre el suelo. La primera vez que hice eso lo temé muy desprevenido, donde ambos casi nos caemos; creí que me iba a decir algo como "no vuelvas a hacer eso", ya saben, lo típico de un ser oscuro, pero solo me miró tieso por exceso de bótox y me dijo: <<siempre avísame con antelación lo que quieras hacerme>>. Y eso hago o al menos eso trato.

—Creo que vamos progresando — le digo cuando ya estamos enfrentados.

—¿Con qué?

—Ya no estamos discutiendo tanto, comparando con nuestra primara semana...

Me sonríe de lado y creo que mi corazón aún no se acostumbra. Es lo único parecido a una sonrisa que me ha dedicado este tiempo y sigo sin tener respuesta a por qué me altera tanto y genera que sienta mi corazón martillear con fuerza mi pecho. Supongo que es porque me alegra saber que se está sintiendo cómodo estando a mi alrededor, quiero creer que sí.

Meto un mechón de pelo tras mi oreja bajo su atenta mirada. Estira su mano y siento su leve roce sobre mi mejilla, su pulgar presiona suavemente el final de mi ceja y sus ojos quedan fijos en ese lugar. Su respiración es la misma, solo que más pesada.

¿Cómo será si muestra sus verdaderos colores? Cómo actuará cuando está enojado, eufóricamente feliz, incomodo, triste, incomprendido, cómo actuará cuando se sienta perdido...

Sus ojos son atrapantes, su mirada es muy intimidante pero que llega a calmar. Tiene un rastro de barba muy corta, recién le está creciendo, debe picar si lo toco; su boca está seria, ya su media sonrisa desapreció.

Debe ser hermoso sonriendo natural, siendo él. Y lo ayuda mucho que su cuerpo sea tan tonificado y deseable...

Espera, ¡¿Qué?!

—¡Summer! — ambos nos sobresaltamos con el grito de Marta. Teo quita rápidamente su mano y yo me alejo unos cuantos pasos más —. ¡Hay alguien que te busca!

Ambos nos miramos sorprendidos. Me reiría por nuestras caras, pero hasta yo me siento confundida.

Me apresuro para bajar las escaleras, sin embargo, antes de pisar el primer escalón, volteo para decirle algo. No sé bien qué tengo que decir, pero tengo esta necesidad de hablar.

Quedo con la boca abierta y las palabras no llegan a salir, en realidad, mi cerebro no procesa lo que tiene que decir.

—Será mejor que bajes o Marta gritará de nuevo — se aclara su garganta ya que su voz salió un poco ronca. Le hago caso porque en verdad esta situación es rara.

¿Qué acaba de pasar? Además, ¿por qué nos alteramos tanto con el grito de Marta si no estábamos haciendo nada malo?

¿Estábamos un poco cerca? Sí, un poco mucho. ¿Podía escuchar su respiración? Sí. ¿Me quedé pensando que él era deseable? Puede que sí.

No veo la razón por la que nos hubiéramos alterado.

Qué situación más extraña.

Camino hasta el mostrador y me quedo parada al ver que Leo se encuentra aquí. No me dijo que vendría y desconozco la razón por la que está en la biblioteca.

—¿Leo?

Marta y él dejan de conversar y me miran. Leo camina hasta a mí y me envuelve en un abrazo, yo confundida le devuelvo el saludo, rodeando su cintura con mis brazos. Siempre genera que me ponga nerviosa estar al su alrededor, me bloqueo y mi cuerpo se pone aún más torpe con su presencia.

—¿Qué haces aquí? — le pregunto al separarme.

—Pasábamos con mi madre. Ella necesita un libro de ¿cocina? La verdad que no me acuerdo — señala el interior de la biblioteca y en efecto, su madre está ahí, abriendo y cerrando libros; es una mujer tan pesada y estirada, por eso se lleva tan bien con mi tía —. Y justo el nombre de esta biblioteca coincide con el nombre en la que trabajas. Por eso pregunté por ti — le sonríe a Marta.

—¿Son amigos? — pregunta ella.

—Sí. — respondo.

Teo viene bajando y frunce el ceño al vernos. Analiza por unos largos segundos a Leo y luego termina por acercarse, colocándose a mi lado. Se formo un círculo con nosotros y Marta; de nuevo me reiría por la situación, pero este silencio es muy incómodo.




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