Summer.
"¿Aún no sabes qué estudiar? Este test es ideal para ti", "Encuentra lo que te apasiona en nuestro sitio web", "Haz clic aquí para ver tu futuro", "Dime qué signo zodiacal eres y te diré qué carrera va con tu personalidad".
Sigo y sigo bajando viendo páginas de internet en mi laptop. Hice ya como unos quince test de vocación para ver el resultado que me daban, pero aquí sigo igual de perdida. Con varios no coincidí y básicamente fue porque me salieron carreras que contienen números, muchos números que no van conmigo.
Solo uno me dejó pensando y fue porque el resultado de mis test dio "Educación". Y las carreras universitarias que salieron fueron: maestra de grado, profesora de secundario, profesora universitaria y una en especial que revolvió algo en mi interior.
"Maestra jardinera".
Creo que llevo viendo fijamente esas dos palabras por un largo tiempo que no escucho a la persona que está del otro lado del mostrador hasta que se aclara la garganta. Le sonrío en forma de disculpa y lo atiendo, guiándolo al sector de los libros que necesita.
No sé cuál fue la necesidad esta mañana de buscar carreras y hacer test a lo loca, pero eso hice mientras no había nada que hacer, aunque ya me he inscripto en abogacía y he empezado a pagar la universidad. Lo que me alivia un poco es que también un porcentaje me salió que podía llegar a estudiar abogacía, y psicología también. Básicamente puedo estudiar todo.
Cuando regreso al mostrador Marta se encuentra sentada frente a mi laptop. Me pone un poco nerviosa que lea los resultados.
—Perdón por mi intromisión, Summer, pero ¿Qué es esto? — con cualquier otra persona hubiera desviado el tema, pero Marta no es de esas personas que se entrometen solo porque sí, ella sabe en dónde indagar y cuándo hablar. Y hablar de esto con ella pienso que me ayudará.
—Es un test. Un test de vocación, para ver qué carrera universitaria puedo elegir.
—Creí que estudiarías abogacía.
—Y lo haré. Solo que lo hice por curiosidad.
—Aquí dice que un 80% salió en educación y un 15 % en humanidades.
—Suelen dar resultados muy confusos — mi risa suena un poco extraña.
Su vista viaja desde mi laptop hasta mí. Tiene su cara contraída en una mueca, como si no estuviera segura de algo. Es muy fácil leer a Marta, y es porque ella quiere que lo hagas, no se oculta, no le teme al mundo.
—Summer, ¿estás segura que abogacía es lo que quieres?
El "sí" nunca llega a salir de mi boca, el "sí" ni siquiera llega a plantearse en mi cabeza.
Marta nota mi indecisión y me sonríe un poco triste. Arrastra una silla y la deja para que pueda estar sentada a su lado.
—Seguro que lo debes haber escuchado en muchas personas, pero... no puedes estudiar algo que no te gusta, Summer.
Y qué tanto lo escuché. De personas mayores, de mis amigos, compañeros y profesores de secundario. Pero dicen eso y no te informan que hacerlo viene con un peso enorme. No te informan que la vida no es tan sencilla y que, al terminar de estudiar, debes esperar meses e inclusos años para conseguir tú trabajo deseado; no te informan que, al entrar a la universidad, debes poner sangre, sudor y lágrimas, y no hablo solo de lo académico. Muchas personas te pasan por sobre encima, te ponen trabas y te pisotean, solo porque se creen con el poder de hacerlo; que, si te quejas, la excusa más repetida es: "bienvenida al mundo de los adultos". Te pintan la vida tan estructurada: estudiar y trabajar, pero jamás te dicen que de por medio va a haber mucho sacrificio. Que no se va a lograr y a obtener todo solo por salir con un título. Lo que tendrían que decir es que, a partir de ahora, todo se va a logar con nuestro esfuerzo, que nada es hacer y obtener. Que la vida es: hacer, luchar, caer, levantarse y lograr.
—Sí, es solo que... no encuentro mi camino. Y he tropezado varias veces que ya me he mareado. Estoy muy perdida, Marta.
—Querida, todos nos hemos perdido. Unos más temprano que otros, pero si no te pierdes, si no descubres otros caminos, no sabrás cuál es el tuyo en realidad — suspira y toma mi mano entre las suyas —-. Te perderás e incluso creerás que el camino en el que estás es el correcto, pero quizá no le es. Todo lleva su tiempo y el encontrar tu camino también.
Le sonrío porque muchas veces necesité que alguien me hablara. Que alguien me aconseje y no solo para decirme que todo pasará, sino que es normal estar así; que todo pasará, pero es inevitable sentirse desorientada. Que nadie es feliz desde que nace y que la vida es una estadística de emociones y colores en una constante inestabilidad.
—Gracias, Marta — le da un suave apretón a mi mano y me sonríe de una manera que me hace recordar a mi madre.
<<Sonríe, Summer. Tus sonrisas pueden lograr muchas cosas. Las sonrisas tienen un poder muy fuerte para que otra persona también lo haga. Y préstales atención a las sonrisas de los demás; te darás cuenta si son sinceras, tensas, tristes o fingidas, porque la sonrisa también debe llegar a la mirada.>>
Marta me sonríe como ella, queriendo transmitir seguridad.
—Por cierto — trato de recomponerme, estar a casi un mes de mi cumpleaños siempre me afecta un poco —, ¿no hay problema con que esta tarde no venga? — rueda sus ojos, ya cansada de que se lo pregunte.
—Ya te he dicho que no. Pero si me sigues preguntando te haré trabajar igual.
Me rio y me paro para atender a una persona que acaba de entrar.
Suelo considerarme alguien paciente, creo, pero con esta señora no logro encontrar ni una gota de paciencia en mí. Estuve ayudándola a encontrar el libro perfecto con la receta de comida perfecta para que ella pueda prepararles a sus nietos.
No encontramos nada y al último yo me sentí un poco mal, porque dijo que ese postre era el favorito de sus nietos y hoy vendrán a visitarla. Terminé por ofrecerle que lo busquemos en internet; anoté todos los ingredientes y pasos en una hoja y se lo entregué. A cambio recibí un fuete apretón en mis mejillas y un caramelo.