Hasta Que Lo Efímero Se Acabe

Capítulo quince/ Otro maleducado.

Summer.

Seguir una receta en internet es mucho más complicado de lo que pensé.

Marta me dijo que iba a tomarse un descanso y cerrar la biblioteca hasta el lunes, así que tengo tres días de descanso. Y pensé, ya que no trabajaré en varios días, por qué no poner en marcha mi plan de cocinar bizcochuelos.

Mala idea.

Me pasé toda la mañana amasando, mezclando y tomando la medida exacta de los ingredientes. Odio cocinar, odio que todo tenga que ser tan exacto que, si echas mucho, se pierde la preparación y se echas poco, también. Nunca me gustó la cocina y lo he comprobado cuando a mis 14 años mi tía me mandó a preparar el almuerzo; eran unas simples milanesas con puré, pero las milanesas salieron saladas y quemadas y el puré terminó siendo sopa. Así que no, no sirvo para la cocina.

Aun así, estoy poniendo todo mi esfuerzo en estos bizcochuelos que los miro con adoración. Están ahí sobre la mesa, recién salidos del horno. Son tan bellos. Se ven tan comestibles que me siento orgullosa.

La idea es salir esta tarde a vender y con lo que gane guardarlo hasta conseguir alquilar un departamento. Todo fríamente calculado.

—Ayer Leo me habló.

Dejo de mirar mis hermosos bizcochuelos para observar a mi prima. Ella aún no levanta la mirada de su celular, está sentada enfrente mío.

—¿De qué?

—Dijo que gusta de mí. Que quería intentarlo.

Me quedo bloqueada y con la boca abierta. Eso es algo que hasta la misma Luz sabe, pero nunca creímos que él se animaría a decirlo.

Ni siquiera soy capaz de comprender qué debo sentir; si tristeza, envidia, enojo, decepción... Es como si estuviera en un trance, donde no siento nada y le obligo a mi cuerpo a hacerlo.

—¿Y tú que le dijiste? — algo debo decir.

—Que no siento lo mismo. — levanta su cabeza para mirarme —. No me gusta, Summer. Es lindo, sí, pero no me gusta. Además, no soy tan mala. Se que tú gustas de él.

Si supiera que hoy en día no estoy segura ni de lo que siento...

—Debe estar muy mal. — ella encoge sus hombros.

—Lo superará. Solo gusta de mí, no está enamorado.

Y aun así pienso que el corazón de Leo se acelera cuando la ve a ella.

—Quiero creer que le dijiste de una menara más... sutil.

—Oye, no soy una perra insensible.

Me rio porque en realidad sí lo es. Incluso en una fiesta, un compañero de secundario se le declaró y ella simplemente le dijo: <<desaparece>>. Creo que quedó traumando, pobre.

—¡Summer! — la voz chillona de mi tía se siente desde su habitación. Dejo el frasco de azúcar sobre la mesa y me limpio las manos.

—¿Puedes hacerme un favor? — le pido a Luz y ella me hace un sonido de afirmación —. Polvorea los bizcochuelos con eso. —- le señalo el frasco y siento a mi tía otra vez gritar mi nombre. Suspiro y me acerco hasta su habitación.

Al entrar la encuentro sentada en una de las esquinas de su cama con las piernas cruzadas y una sonrisa que, tantos años conviviendo, sé que significa que algo quiere de mí.

—¿Qué necesitas? — ella me sonríe y empieza a tocarse la espalda.

—Necesito mis zapatos y al parecer tu tío las pateo debajo de la cama. Las buscaría yo misma, Summer, pero sabes que tengo dolor de espalda y no puedo agacharme.

Alterno mi mirada entre la cama y ella y con cautela me agacho para observar debajo de la cama. No me molesta hacer favores, pero no entiendo por qué no llamó a Luz, además, tampoco entiendo por qué me siento tan... humillada, si solo es buscar unos zapatos.

Me enderezo porque allí no veo nada.

—No creo que estén aquí debajo.

Ella piensa y ojea a su alrededor.

—¡Oh, mira! Están allí.

Los zapatos estaban a un lado de la puerta, nada escondidos. Si hubiera sabido que eran esos los zapatos, le habría dicho desde que entré, porque los había visto. Ella se para y se los coloca sin agacharse, sonriéndome de la misma manera que hace unos minutos.

—Summer, ¿podrías atar los cordones? En serio que hoy amanecí con mucho dolor.

Un poco aturdida por la situación me acerco, le hago un nudo en cada pie y me paro.

—Gracias, Summer. Ya puedes retirarte.

Asiento con mi cabeza porque es lo único que mi cuerpo supo hacer. Después de todo no me debo sorprender por lo que acaba de pasar.

<<Nada es gratis. Debes comprender que deberás devolver todo lo que te damos>>. Eso fue lo que dijo mi tía al mes de poder ir a vivir con mi tío. Y supongo que tiene razón, porque yo solo estaba encerrada en mi cuarto, sin ganas de hacer nada. Al menos eso me incentivó y pude comenzar a respirar, un poco mal, pero sentía que un poco de aire llegaba a mis pulmones.

La cocina se encuentra vacía cuando llego, con todos los bizcochuelos polvoreados de ese azúcar especial para darle el toque final.

Ordeno para ya todo quede listo. Será una larga tarde.

....

Pensándolo mejor, hubiera elegido otro parque.

Creí que, si elegía un lugar donde van personas adineradas, vendería más. Pero la cuestión es que la mayoría me mira con un poco de recelo, como si les fuera a robar y otros con lastima, ¿y saben que ha llegado a hacer una señora? ¡Me dio dinero! ¡Sin comprar nada!

Me dijo que ojalá mi situación mejorara y que mi futuro sea mejor. No sé si sentirme ofendida o tomarlo como una clara indirecta de un cambio de look. Cualquiera de las dos me hizo sentir mal.

Me siento en unos de los bancos porque llevo dando vueltas por este lugar sin ningún éxito.

Este parque no está nada mal. El césped es de un verde tan intenso que por unos segundos pienso que puede ser artificial, y los árboles... tengo que inclinar mi cabeza para poder terminar de verlos, son tan altos y tan hermosos que me fascina. Hay muchos adolescentes, familias y niños por aquí, gente que hace ejercicio o que simplemente caminan para despejarse.

No es un mal lugar para dejar que mi cabeza se pierda un poco. Es más, podría traer mis libros y leer...




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