Hasta que lo Olvide

Prólogo

Mi pecho subía y bajaba por la intensidad de mis palabras, por mostrarme en esa forma, por desnudarme mentalmente frente a él. Por decirle cosas que jamás me había atrevido a contar. Di media vuelta y me recosté en la pared de la sala, intentando mantenerme al margen y no ver su rostro, no ver su cara de desaprobación.

No quería escuchar como decía que tenía razón, no quería que saliera de sus labios una despedida, aunque lo cierto, es que quizás seria lo más sensato que podría hacer.

Escuché como sus pasos se acercaban a mí y luego, como cerraba la puerta del balcón y se colocaba a mí lado, pero sin tocarme. No quería abrir los ojos, no quería hacerlo.

—Yo también creo que los días nublados son mucho más fascinantes que los soleados—Él estaba jugando. Él no estaba diciendo eso —. Muñeca, ¿podrías abrir los ojos?

—No. Tú solo sientes compasión por mi pasado y por eso estás diciendo eso. No quiero que se repita la historia, Collins— Presioné más fuerte mis párpados, cuando sentí su mano tomando la mía, intenté apartarla, pero era tan débil que me rendía a su tacto.

—La historia no se va a repetir, muñeca —aseguró. Estuve por preguntar cómo es que daba  fe de eso, pero él fue más rápido—: ¿Sabes por qué? Porqué yo no voy a cargar con tus miedos. Yo voy a enseñarte a vivir con ellos y hacerlos tus amigos. Yo te quiero hacer una persona distinta. Te quiero hacer fuerte.

Entonces abrí los ojos y entre las luces difusas de mis pupilas, lo encontré con la vista fija en mí, secundando con ello a sus palabras.

—¿No tienes miedo de estar con alguien que le mintió a todo el mundo y se victimizó en la historia que contó? ¿No te asusta aunque sea un poco mi pasado? ¿O mi presente? ¿O incluso a donde me pueda llevar esto? ¿No tienes miedo de mí?—Las palabras salían tan rápido, como si tenerlas en la boca me pesara, como si mi cuerpo necesitará vomitarlas.

—Hasta hace algunos meses, la respuesta a todo hubiera sido que si, que este era uno de esos tantos problemas de los que sería más fácil escapar que afrontar. Pero ahora cuando cada día me levantó anhelando ver tus ojos y escuchar tu voz, la respuesta es confusa, porque si me das miedo, me asusta saber donde vamos a parar; eso no te lo voy negar, pero más me aterra perderte y saber que no estás bien, aunque se que en parte es estúpido porque relativamente comenzamos a salir hace poco. Sin embargo, desde que te vi hace un año en la oficina del licenciado Stewart y sonreíste de esa manera tan natural; me cautivaste y eso me llevó a convertirte en mi vicio, por estúpido y psicótico que se escuché. Te perseguía por las calles, me aprendí el horario en que cruzabas la calle Rose, para esperar por un autobús. Luego cuando comenzaste a llegar al bar, te observaba en silencio desde lejos, te perseguía cuando salías con esos idiotas y esperaba porque un taxi te llevará a casa. Hasta aquel día en que algo me dijo que ofrecerte mi auto para llevarte a casa, sería una buena opción. —declaró sin apartar su vista de la mía. Tomó mi otra mano con la suya y enlazó nuestros dedos—. No hago esto sólo por ti, lo hago porque ambos somos piezas rotas que merecen ser soldadas por el otro. —Le dio un tirón a mis manos que provocó que diera un paso más cerca de él —No estemos juntos porque se sienta bien, Issia. Hagámoslo porque vale la pena comenzar a caminar con nuestros miedos.

—¿Y si al final todo sale mal? —investigué, con la voz más aguda y ronca de lo normal.

—Pues que al menos valga la pena la historia, no su desenlace.




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