Hasta que lo Olvide

Capítulo 5

El cuarto de juegos

 

— ¿Estas segura de esto? —preguntó, Cameron; al tiempo que apagaba el auto, justo frente al bar de Bill.

— Claro que no, pero no tengo otra opción. Ambas sabemos que la información en ese teléfono, puede hundirnos —refuté para dejarle en claro la única razón por la cual estábamos aquí.

«Si claro, la única razón»

 — Si sabes que puedo buscar la dirección de ese tipo, ¿verdad? —interrogó, girando la mitad de su cuerpo hacía mí.

— Para eso necesitas su nombre y ninguna de las dos lo tenemos —mentí, porque realmente yo tenía las iniciales y el apellido con el que se presentaba en el bar, sin embargo, quería hacer las cosas "bien".  Y hacerlas por mí misma. Eso significaba que quería pararme de frente al chico de la mirada profunda y pedirle que me devolviera el celular, o que al menos revisara en su auto, para ver si seguía allí. Lo cual era lo más probable, ya que intenté llamar y aún estaba encendido. Esperaba que esa fuera una buena señal.

«Ambas sabemos que también quieres volver a ver a ese chico». Alegó aquella voz en mi cabeza, que no hacía más que decir estupideces.

 No me moleste en llevarme la contraria a mi misma, así que sólo le indique a Cameron que bajará del auto, no era tan valiente para hacer esto sola. Ambas caminamos en dirección a la entrada, sin embargo yo me desvíe hacia la fila, y la vi a ella, caminar directamente a la puerta, custodiada por dos gorilas.

Jaló de mi brazo, luego de intercambiar algunas palabras y sonreír como la gran arpía que podía llegar a ser, la mayoría del tiempo.

— ¿Qué les dijiste?

— Lo necesario para que busques a ese chico y le pidas tu celular —exclamó sin una sola pizca de compasión.

Una vez dentro, dejó que la guiará  hacia donde se me ocurriera que él estuviera. Tenía la noción que lo encontraría en las mesas, detrás de aquella puerta azul, sin embargo preferí caminar hacia la barra y preguntarle a Martin por él.

— Está debe ser mi noche de suerte —casi gritó, el pelinegro de la emoción.

— Muy chistoso, Steve; pero necesito información —atacó mi amiga. Lo que provocó que el estudiante de periodismo, se acercará a la barra, mientras nosotras tomábamos asiento, en dos bancas frente a él.

—¿Qué clase de información?

—Sólo necesito saber si ya llegó Collins —los interrumpí, lo que provocó que ambos dejaran su juego de miradas y se enfocaran en lo que salió de mis labios.

— ¿Así que si estás interesada en él? —bromeó el chico. 

— Espera—está vez fue Cameron, quien habló —. Sabías su nombre, pero preferiste venir y hablar con él—cuestionó o más bien, afirmó, lo que me hizo darme cuenta de mi gran error.

— Yo, no... —Traté de defenderme, sin embargo no encontraba juicios adecuados para hacerlo.

— También estoy contigo, Martin. Alguien esta muy interesada en cierto individuo —prosiguió la chica de labial oscuro. 

«Yo también estoy con ellos» 

Ahora resulta que todos estaban a favor de esa idea, ¿Acaso alguien más vendría y diría lo mismo que ellos?

Ya había dicho que no, no estaba interesada de ninguna forma en alguien a quien acababa de conocer. No lo estaba, ni lo estaría. No lo estaba para ningún hombre en estos momento. Caso cerrado.

— No voy a pelear con ustedes, por algo que no es cierto —aseguré, dando por finalizada esa parte de la conversación. Lo que hizo a mis dos acompañantes lanzar una pequeña risa que más bien parecía significar que seguían sin creerme. Me crucé de brazos, antes de volver a dirigirme a Martin—: En fin, ¿Sabes si ya llegó Collins o no?

El mencionado negó con la cabeza, sin dejar de hacer aquella mueca extraña con sus labios, en la que sus labios se juntaban en una extraña línea que dejaba al descubierto un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda.

— Vendrá en cualquier momento —comentó, antes de disculparse con ambas, para luego atender a dos tipos que acababan de llegar a la barra. Ambos eran de complexión grande, como aquel gorila que custodiaba la puerta de salida. Uno de ellos tenía una cicatriz extraña en la parte de atrás de su oreja, justo al lado de un tatuaje con forma de estrella. El otro llevaba su cabello rubio amarrado en una coleta detrás de su cabeza; ambos estaban utilizando ropa oscura, sin mucha diferencia el uno del otro.

— ¿Ahora nos guardamos secretos?—preguntó mi mejor amiga, con un tanto de reproché en el tono de su voz.

Quité la vista de los dos tipos extraños, que no eran como los que solían frecuentar este bar y me enfoqué en la chica a mi lado, quien parecía más dolida de lo que debería de estar. Tengo que confesar que verla así, me hizo sentir de alguna forma como una perra. Su mirada desarmó el escudo que utilizaba desde hace siete meses, para evitar que volvieran a hacerme daño. Quedé como la chica que dejaba que cualquiera tomará el amor que podía ofrecer y la utilizará a su antojo, en cambio.

— Quería hacer esto por mi cuenta —inicié—, tu y Patrick ya han hecho demasiado por mí. No quería sentirme una completa inútil, como para no poder conseguir mi celular por mis propios medios—expliqué, esta vez con la mayor sinceridad que mi cuerpo me permitiera.

 Ella tomó mi mano, —la que se encontraba recostada sobre la barra— , y le dio un fuerte apretón, antes de cambiar su mueca por una pequeña sonrisa que yo le devolví.

  —Cuando eres especial para alguien, logras que la otra persona le de la vuelta al mundo, con tal de verte sonreír —manifestó, con esa voz y esas palabras que parecían sacadas de alguna historia narrada en tercera persona. 

A veces llegaba a creer que mi amiga, tenía todo un repertorio de frases, para cada momento. Desde una en la que necesitabas de motivación, hasta una con la que podías insultar de la manera más original y refinada posible. Ella era toda una caja de sorpresas, en muchos sentidos.




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