¿Desconocidos?
Issia
El único sonido que existía era el del motor del auto, después de aquel gesto que Tayler tuvo conmigo ni él quiso hablar, ni yo fui capaz de gritarle que era un cobarde como el resto de hombres en el mundo.
Tuve el deseo de saltar del auto en marcha, creía que era una mejor opción que continuar aspirando el mismo aire que el excéntrico a mi lado; sin embargo mi idea fue destrozada al ver que los seguros estaban bajados y eran controlados por la persona en el puesto de conductor. Lancé un suspiro ante esto, y sin apartar la mano de mi pierna con las marcas de los dedos de Tayler, enfoqué mi vista en los edificios que se reflejaban desde la ventana del auto.
Parecía que en lugar de acercarnos a mi destino, solamente nos alejábamos cada vez más de él. Si no fuera por las calles que conocía bien, diría que estaba raptándome de la manera más original posible. Por un leve instante recordé como era viajar al lado de Collins, con él los viajes también eran silenciosos, pero en cambio a que yo tuviera miedo, la mayoría del tiempo me sentía cómoda. Él me hacía sentir cómoda.
—¿Cuánto vas a tardar?—investigó el tipo a mi lado, lo que provocó que saliera de mis ensoñaciones y aterrizará de cara en la realidad.
El auto se había detenido a un costado de la universidad. El bar en el que estaba Patrick seguramente era el que estaba dos cuadras atrás.
—No es necesario que me esperes, mi amigo tiene auto—mentí, Patrick no tenía uno porque tampoco había aprobado el examen de conducir. El único examen en la vida que había reprobado, de hecho se deprimió tanto que no quiso volver a hacerlo y prefería tomar un taxi para movilizarse por la ciudad.
—No era una pregunta de opción múltiple, bonita —explicó—. Vamos a estar estacionados aquí hasta que salgas, más te vale no intentar escapar.
Mis instintos me hicieron colocar mis manos en puños, ¿qué se creía esté imbécil? A mi no me iba a manipular de esa manera.
—Espero que tengas un feliz regreso a casa—dije de manera sarcástica, mientras mi mano se movía hasta la manija del auto y la movía para abrirla, pero tan pronto como sentí el aire de libertad, este me fue arrebatado al sentir como la mano de ese idiota se apoderaba de mi antebrazo. Por un leve instante espere porque me atacara, espere por un golpe, una nueva marca en mi piel hecha con sus dedos, o incluso un disparo. Estaba completamente preparada para ello, sin embargo simplemente jaló levemente mi cuerpo hacía atrás y pegó su boca a mi oreja. El calor de su aliento me golpeaba la parte de mi cuello desnudo y por ese simple hecho, sentí como el asco se apoderaba de mi sistema.
No siempre la cercanía de una cara bonita era agradable. Tayler Hill era el ejemplo perfecto de ello.
—Quiero que quede claro que tu no tienes derecho a dejarme con la palabra y las intenciones en la boca —bramó, y en ese instante sentí como algo duro se pegaba justo detrás de mi espalda. Era un arma.
Traté de removerme, pero el miedo que habitaba en mí era más grande. La parte fuerte que estaba preparada para cualquier cosa, había salido corriendo de mi sistema.
—No quiero sonar estúpido, pero yo siempre consigo lo que quiero y para tu buena suerte: Ahora te quiero a ti, Issia Haynes —soltó, mientras el arma se clavaba cada vez más fuerte en mi costado y su lengua se deslizaba por la parte superior de mi cuello.
Era asqueroso, horrendo, desagradable. Maldita sea, era un maldito cerdo.
—Y para tu mala suerte, yo no soy propiedad de ningún maldito prepotente — En el instante que las palabras salieron de mis labios, ya había conseguido empujar la puerta con mi pierna y con mi mano libre, había conseguido sacar un pequeño cilindro con gas pimienta que olvidé que tenía. Lo que ocurrió a continuación, parecía ser sacado de una película de acción: La manera en que una maldición se escapó de los labios del chico de rostro cincelado después de que rociara el contenido sobre su rostro y sus manos soltaran mi brazo y el arma. Salí disparada del auto y lo último que alcancé a escuchar fue como detenía a sus hombres de seguirme.
Estaba segura que su último acto no significaba nada bueno, si algo acababa de aprender de ese imbécil era que nada de lo que hacía era gratis.
Corrí por las calles bien iluminadas y transitadas, pensando que acababa de salvarme en grande, estuve muy cerca de un disparo, me atuve a que cuando rociara el gas, apretará el gatillo sin querer. Pero puedo afirmar con seguridad que nada más que escapar me importo en ese instante.
Mientras llegaba hasta el bar, tan solo podía sentir como mis pulmones me pedían un momento para controlarse de la alocada carrera que acababa de colocarles. Respiré y eso fue lo único que me importó. No le tomé importancia al hecho de tener que buscar entre todas esas personas a Patrick y tampoco al imaginar en que estado lo encontraría. Tan solo quería imaginar que mientras más rápido sucediera eso, más rápido estaría en el apartamento.
La música estaba igual o quizás un poco más fuerte que en el bar de Bill, cerré los ojos algunos segundos. ¿Cómo las personas soportaban eso?
Comencé a caminar entre la multitud desenfrenada, buscando con la mirada a mi castaño amigo, sin embargo este no daba ni sus sombras. No fue hasta que vi a algunos de sus amigos que tuve una idea de hacía donde dirigirme. Mucha fue mi sorpresa al escuchar que ellos dijeron que hace varios minutos no sabían de él.
Tengo que confesar que si antes me encontraba desesperada, ahora estaba peor. Tenía que encontrar a mi mejor amigo antes de que le ocurriera algo, o que alguna arpía intentara meterse entre sus pantalones.
No iba a permitir eso, claro que no.
Los minutos parecían hacerse siglos, mientras yo continuaba buscando y buscando. Ya le había dado quizás unas cuatro vueltas al lugar y no había de él pero ni sus rastros. Él único lugar al que aún no me atrevía a entrar era el baño de hombres y por supuesto que no lo haría, eso estaba por completo fuera de mis opciones. Aunque si en los siguientes minutos no aparecía, creo que quizás me plantearía la opción.
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Editado: 25.09.2021