Hasta que nos volvamos a ver (próximamente en Físico)

9. Padres intimidantes

Capítulo dedicado a la segunda más intensa del grupo de las intensas: Alexa Cuevas jajaja. Te quiero, cariño 

 

Con la mente y el corazón confusos por toda la información recibida, centro mi atención nuevamente en los cuadernos, deseosa de descubrir todos los secretos de los hermanos Smith.

No tenía ni idea de que llevaría a cabo su amenaza de declararse en mi lugar, por eso me sorprendí tanto aquella tarde cuando me disponía a ir a visitarte y me encontré con él, luciendo exactamente como yo. Abrió la puerta de repente y sus ojos se desorbitaron al percatarse de mi presencia. Supongo que los míos eran un reflejo de los suyos, pues hacía muchísimo tiempo que no nos hacíamos pasar por el otro para jugarle alguna broma a alguien.

Pero esta vez no era una broma. Lo supe al instante.

—Dime que no lo hiciste —susurré.

Noah se rascó la nuca mientras apretaba sus labios con fuerza. Estaba incómodo y yo enojado.

—¿Hacer qué?

—No te hagas el tonto, Noah, no te pega.

No respondió. Se dirigió a las escaleras, dejándome solo, confuso y enojado. Enojado no solo porque hubiese ignorado mis deseos de quedarme en las sombras, sino también por haberme robado la oportunidad de decirte lo que sentía por mí mismo. Sí, sé que ambas cosas se contradicen, pero era un niño tonto que la mayoría de las veces no sabía cómo se sentía.

Lo seguí. Irrumpí en su habitación mientras él se despojaba de mi ropa y se vestía con la suya.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque tú no ibas a hacerlo.

—¿Y no se te ocurrió pensar que tenía mis motivos? —pregunté, colocando las manos en mi cintura.

—¿Y cuáles serían esos?

Él estaba empezando a enojarse, pero a mí me daba igual.

—Eres mi hermano, Noah, y al igual que a ti no te gusta hacerme daño, a mí no me gusta hacértelo a ti. Había decidido no decirle nada.

—Pues habías decidido mal.

—Eso…

—Ya basta, Nathan. Decidiste dar un paso atrás por motivos absurdos, creados por tu mente basándose en un beso tonto que presenciaste. No tengo sentimientos hacia April que no sean de amistad. Estás dejando escapar la oportunidad de ser feliz, por un sinsentido. Eres mi hermano, tú bien lo has dicho y es mi deber velar por tu bienestar.

Pero seguía sin creerle. Claro que sentía algo por ti, era imposible no hacerlo porque eras y estoy convencido de que sigues siéndolo, la chica más fabulosa que habíamos conocido.

—Está hecho. April sabe que le gustas, le he pedido que sea tu novia; solo hay que esperar su respuesta.

Y tu respuesta llegó unas horas después en una nota: “Sí, quiero”

Juro que esas dos palabras me hicieron tan feliz como miserable. Feliz porque mis sentimientos eran correspondidos; infeliz porque podría hacerle daño a la persona más importante en mi vida. Sin embargo, la sonrisa de Noah cuando me la entregó no parecía dolida, decepcionada o triste; al contrario, lucía alegre, satisfecha, orgullosa. Me permití creer que, tal vez, esos sentimientos que creía que tenía por ti, eran realmente una ilusión de mi mente y sus acciones posteriores me lo demostraban cada vez más.

Pero déjame decirte algo, April, estaba equivocado. Noah estaba absoluta e irremediablemente enamorado de ti y hoy estoy convencido de que desde mucho antes de que yo pusiera mis ojos en ti por primera vez. Pienso que lo de él fue amor a primera vista y, aunque hasta estos días él sigue negándolo, sé, a ciencia cierta, que aún te ama.

Madre santa…

Cierro mis ojos mientras la confusión, la sorpresa y algo más que no sé identificar, recorren todo mi ser.

¿Noah enamorado de mí?

Es imposible.

Él…

Yo… Solo fui su amiga.

Él me lo dijo.

Sin saber qué pensar y, mucho más importante, sin ser capaz de mirar al chico a mi lado, regreso al cuaderno.

El punto es que me permití creer que no era cierto, que realmente te veía como solo una amiga, muy querida, pero amiga al fin. Quise creerlo con tantas fuerzas, que al final lo conseguí.

Al inicio me sentía un poco cortado, consciente de que estaba actuando mal, pero él seguía insistiendo. Recuerdo cuando hablamos a la mañana siguiente. Estabas tan hermosa con ese overol verde, zapatillas blancas y trenzas largas. Tu sonrisa, cuando nos encontramos en el jardín de tu casa, iluminó mi mundo.

Dios, Pulgarcita, solo pido que, cuando comience a olvidarlo todo, aunque no recuerde tu voz, tus palabras, tus acciones, tu rostro, pueda recordar tu sonrisa. Era capaz de darle vida a mi corazón; solo verla me alegraba el día por muy malo que fuera. Era mi sol en la oscuridad, mi ancla en medio del gran océano, mi amuleto de la suerte.




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