Hasta que se acabe el invierno

Un espía

𝐒𝐚𝐦


-¡Voy a morir!

-¡Y será porque yo te mate si no abres el maldito e-mail de una vez, Samantha!

La habitación de Riley está cubierta de papeles, tazas vacías de café y cuadernos a medio repasar con apuntes para los exámenes de la siguiente semana.

Mi preocupación actual es pensar en un prototipo para mi proyecto final de la carrera, o bueno, lo era hasta que mi portátil se iluminó con una notificación del correo electrónico que he estado esperando por semanas.

El Campeonato Nacional de Patinaje Artístico está por iniciar el año que entra, y el único deseo que he tenido desde que era una niña ha sido estar en él.

He intentado entrar dos veces al campeonato, y en ambas la carta de aceptación a la competencia nunca ha llegado, lo cual ha sido bastante decepcionante para todo el esfuerzo que le he puesto a las prácticas y demás competencias en las que he participado, pero al parecer, esta vez pueda ser diferente.

Tal vez esta vez mis patines y yo tengamos una cita en Windsor a finales de febrero.

Tomo el portátil del suelo y lo pongo sobre mis piernas, abriendo mi Gmail.

Riley, mi mejor amiga, está sentada frente a mí, expectante y... ¿nerviosa?

Incluso ella sabe lo importante que es esto para mí, dado que fue el sueño que siempre quise compartir con mi madre, ya que fue ella quien me inculcó la pasión por el arte del patinaje artístico.

Entro a mis correos y pulso el primero que aparece, con la imagen de la fundación de la competencia.

Con mis manos sudorosas y el corazón latiendo a niveles incomprensibles empiezo a leer el mensaje: 

Estimada Samantha Myers.

Nos dirigimos a usted para informarle que su inscripción a El Campeonato Nacional de Patinaje Artístico de Inglaterra ha sido...

Mi rostro no muestra una expresión, y mi boca no puede articular ninguna palabra.

Vuelvo a leer la nota, aclarándome la vista para confirmar que mi cerebro no cambió las palabras que están escritas debido a mi fantasía por querer entrar.

-¿Y bien? -Riley se exaspera al no saber nada, pero yo no puedo darle una respuesta. Leo el correo una y otra vez-. Agh, dame eso -me arrebata el portátil de las manos, leyendo la nota.

Levanta la mirada de la pantalla a mi rostro, con las cejas levantadas.

-Aceptada -susurra.

Nos quedamos mirándonos unos segundos una a la otra, con la palabra que acaba de pronunciar dando vueltas por mi cabeza.

-Que te han aceptado, Sam -abre los ojos dándose cuenta de lo que significa-. ¡Estás dentro!

Riley tira el portátil al suelo y se me viene encima, tirándome sobre la alfombra. Empieza a abrazarme moviéndose de un lado a otro, con una risa escandalosa que tuvo retenida por los nervios. Tardo en corresponderle el abrazo. La noticia y la muestra de afecto repentina de Riley me han dejado pasmada, ya que no es la persona más cariñosa del planeta, de hecho, odia el contacto físico y las palabras bonitas, pero su amor es el más puro y leal que hay.

-Que me han aceptado -digo abrazando a Rye con la misma emoción y soltando risas nerviosas al saber lo que sigue.

-¡Nos vamos a Windsor! -grita por lo alto.

Empezamos a reír a carcajadas, tirando los papeles con resúmenes y garabatos por parte de ella, al aire, haciendo una lluvia de hojas blancas por su habitación.

Tantos días y meses de sacrificio físico y mental para que diecisiete años después de estar sobre hielo, pudiera ingresar a la competencia más grande a nivel nacional que tiene Inglaterra, con la opción de llevar un trofeo a casa y enorgullecer a mi familia y a mi madre, que sé que desde el cielo estará orgullosa y feliz de saber que su hija está cumpliendo el sueño de su vida.

Riley se levanta bruscamente de mi lado, moviendo su mirada por todas partes y buscando sus cosas para salir.

-Pero, ¿a dónde vas con tanta prisa? -pregunto, apoyando mis brazos en el suelo.

Abre el armario moviendo todos los ganchos de ropa, buscando algo. Lo cierra y me lanza uno de sus abrigos en la cara.

-Levanta el trasero, debes empezar a entrenar ya.

-Pero, faltan dos horas para mi entrenamiento -me quito el abrigo de la cara.

-¡Ya! -recalca.

Me levanto de mala gana recogiendo mis pertenencias para ir a casa por mis cosas para el entrenamiento.

Bajamos las escaleras de prisa, atravesando el salón donde están los hermanos de Riley jugando a la consola.

-¿Se puede saber a qué viene tanto escándalo? Me desconcentran -recrimina Taylor, moviendo el control en todas direcciones, como si le diera ventaja en la partida.

Taylor es el hermano mayor de los Copper. Veintisiete años. Demasiado bromista, demasiado energético y sociable en cantidades exageradas. Todo lo opuesto a mí amiga.

-¡Han aceptado a Sam en la competencia! -dice Riley, bastante entusiasmada para mi sorpresa. En situaciones normales ni siquiera se hubiera detenido a mirarlos.

Para nada sorprendente, los dos hermanos la ignoran, siguiendo con su partida.

Lo hacen a propósito para sacarla de quicio. Amor de hermanos.

-¡Esa era mi posición!

-Lástima que tomaste mal la vuelta -Jack suelta una pequeña risa malvada.

Jackson Copper es el hermano del medio. Veinticinco años. Un tipo bastante agradable y risueño. Sin prisa por la vida.

-Oigan idiotas -los dos chicos la miran enojados por la interrupción-. Que está dentro de la competencia -me señala.

Unos sonidos de autos y llantas es lo único que suena en la enorme sala.

-Ahhh -dicen los hermanos al unísono, mirándose entre ellos de manera confusa, sin saber siquiera de que competencia les hablan-. Que bien -vuelven a enfocar su atención en la pantalla y siguen jugando.

Riley se les queda mirando con cara de querer asesinarlos mientras yo me aguanto las ganas de reír. Adoro estas escenas, mientras no me incumban en ellas, por supuesto.




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