Las luces de la ciudad brillaban en la distancia, pero no podían compararse con el resplandor de sus ojos cuando él la miraba. Sentados sobre aquella azotea, como la primera vez, a kilómetros del ruido de la vida diaria, se sentían suspendidos entre las estrellas y el suelo donde mantenían los pies. Ellos, rotos en partes que el tiempo no había sabido recomponer, pero de alguna manera completos cuando estaban juntos.
-¿Alguna vez pensaste en lo que significa perdonar? preguntó ella, rompiendo el silencio que los envolvía en ese lugar que se había vuelto su punto de encuentro.
Él desvió la mirada hacia el cielo, donde las estrellas parpadeaban tímidamente, como si escucharan la conversación que estaba a punto de ocurrir. Sabía que su respuesta, cualquiera que fuera, significaría mucho más que unas palabras lanzadas al aire. Había cicatrices dentro de ellos que ni si quiera, aunque las estrellas se cayeran del cielo se podrían cerrar, pero ambos sabían que, si alguna vez se atrevían a sanar, tendrían que empezar por ahí.