Hasta que se caigan las estrellas.

CAPÍTULO II

Mía
Siete meses más tarde en la Universidad de Northgate en Boulder, Colorado...

No sé en qué estaba pensando cuando acepté venir a esta fiesta. Tal vez en el miedo de quedarme atrás, de empezar la universidad y ser la única que no encaja, o quizá fue porque Becca insistió tanto que decirle que no habría sido más complicado. Sea cual sea la razón, aquí estoy, atrapada en un mar de gente que no conozco, con música a todo volumen que apenas me deja escuchar mis propios pensamientos.

Después de lo que ocurrió hace siete meses, tuve muchos cambios, ahora llevaba lentillas, las gafas las usaba solo para estar en casa, y aunque mucha gente se me quedaba mirando por lo inusual que tenia los ojos. Eran del mismo color, pero uno era un verde más fuerte que el otro y parecían incluso distintos. Ahora llevaba el pelo suelto y con mis ondas naturales, aunque seguía vistiendo la misma ropa holgada de antes, debajo había desarrollado un cuerpo mas esbelto, más bonito, pero que me daba miedo de lucir. Si. Había cambiado mucho físicamente, pero por dentro seguía rota, y la situación en casa no había cambiado, tal vez incluso había empeorado. Y sabes que iba a estar lejos, no me dejaba tranquila para ser sinceros.

Becca, mi mejor amiga, parece estar en su elemento. Ella siempre ha sido el alma de cualquier fiesta, aunque no hubiese ninguna, ella es la chica que puede entrar en cualquier habitación y hacer amigos al instante. Éramos dos polos totalmente opuestos. La miro desde la esquina de la sala mientras habla con un grupo de chicos que parecen tan despreocupados como ella. Es increíble cómo puede moverse con tanta facilidad en este tipo de situaciones, mientras que yo...bueno, yo me siento como un pez fuera del agua.

-¡Mía! -grita Becca desde el otro lado de la sala-. ¡Ven, quiero presentarte a estos chicos!

Hago una mueca involuntaria. No quiero conocer a nadie. De hecho, no quiero estar aquí. Pero después de lo de Marc, Becca ha puesto todos sus esfuerzos para que vuelva hablar con algún chico y pierda ese miedo. Pero creo que eso es imposible, aunque se lo agradezco. Me obligo a sonreír y a caminar hacia donde está ella, intentando no parecer demasiado incómoda. Mi estomago se retuerce, y la música, que antes era solo un ruido de fondo molesto, ahora me esta dando dolor de cabeza.

-Chicos, esta es Mía, mi mejor amiga, y la tía más lista que conozco -dice Becca con una sonrisa que podría iluminar toda la sala.

Los chicos me saludan con una mezcla de interés y desinterés, claramente más concentrados en Becca que en mí, lo cual está bien. Ella es preciosa, alta, pelo castaño, ojos grandes del color del cielo, y un cuerpo con curvas de "infarto" como dirían algunos. Yo prefiero no ser el centro de atención. Asiento con la cabeza y hago mi mejor esfuerzo por mantener una conversación casual, pero todo me parece forzado, como si estuviera interpretando un papel que no es mío.

Después de sonreír unos minutos y asentir, mi poca batería social se agota. La atmosfera cargada, las luces intermitentes, el calor sofocante de tanta gente apretujada en la pequeña sala...todo esta empezando a cerrarse sobre mí. Necesito salir de aquí, es lo único que pienso.

-Voy al baño -miento, buscando una excusa para alejarme.

Becca apenas me escucha, inversa en su conversación con los chicos. Esta bien, de todas formas, no quiero preocuparla. Me alejo rápidamente, zigzagueando entre cuerpos que se mueven al ritmo de la música, y siento que mi respiración se acelera. Todo esto me abruma. No soy una persona antisocial...creo...solo que esta multitud y el caos, simplemente no es para mí.

Busco una salida, algo que me lleve lejos de todo este ruido. No quiero ir al baño, no quiero quedarme atrapada en otro espacio pequeño con personas desconocidas, además de los malos recuerdos que un sitio así me trae. Entonces, lo veo. Una puerta al final del pasillo, ligeramente entreabierta. No sé a donde conduce, pero ahora mismo me da igual con tal de salir de este caos.

Sin pensarlo dos veces, me dirijo hacia allí. Subo las escaleras rápidamente, sintiendo que mi ansiedad empieza a disminuir poco a poco con cada peldaño que dejo atrás. El sonido de la música se va apagando gradualmente hasta que, finalmente, llego a la azotea. la calma que me envuelve es inmediata. El aire frío de la noche me golpea la cara, despejando mi mente de inmediato y disipando esa ansiedad por completo.

Me acerco al borde, mirando hacia la ciudad iluminada debajo de mí. Las luces parpadean en la distancia, como estrellas terrestres que parecen más amables que las luces de la fiesta de abajo. Aquí arriba es diferente, parece completamente otro mundo comparado con el abajo. El ruido que me martilleaba los oídos es reemplazo por un silencio que me envuelve, y siento que finalmente puedo respirar.

Apoyo mis brazos en el muro y cierro lo ojos, dejando que el viento fresco juegue con mi cabello. No me importa si Becca se da cuenta de que he desaparecido. Ella sabe que las fiestas nunca han sido lo mío, y siempre ha respetado mi necesidad de escapar de vez en cuando. Pero últimamente esa necesidad no se trata solo de la fiesta, sino de algo más, algo que llevo sintiendo tiempo, y que no sé si algún día lograre superar.

Pienso en el inicio de este nuevo capitulo de mi vida, o al menos así quiero verlo. La universidad, conseguí entrar en una de las más prestigiosas. Se supone que es emocionante, que es el comienzo de algo increíble. Pero para mí, todo se siente abrumador. Dejar a mamá sola con papá no se si es una buena opción. Todos parecen saber exactamente quiénes son, hacia dónde van, mientras que yo...estoy perdida.

A lo lejos puedo escuchar las risas y los murmullos de la gente en la fiesta. Tal vez si hubiera sido diferente, si mi padre no fuese como es, si no me hubiesen hecho el daño que me hicieron, tal vez y solo tal vez, no sentiría la necesidad de protegerme todo el tiempo, y con suerte estaría abajo, riendo con ellos. Pero no soy esa persona. Nunca seré esa persona.



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En el texto hay: universidad, acoso, drama

Editado: 31.10.2024

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