Mía
Lo miro mientras se va, intentando comprender quién es realmente. Hay algo en él, algo que no encaja con la imagen que intenta proyectar. Puede que sus palabras fueran claras, bruscas y directas, pero su tono era distinto al igual que su manera de retirarse. Es como si hubiera algo más detrás de esas miradas, algo que guarda y que no se atreve a dejar salir. Es alguien que parece tener control, sobre todo, sobre sí mismo y sobre los demás, pero también percibí grietas, no sé por qué ni por quien, pero en su mirada se podía ver el dolor que acumulaba.
La verdad, es que no quería estar allí, en esa fiesta. Nunca me ha gustado ese tipo de ambientes, pero mi mejor amiga, Becca, siempre lograba convencerme. En el fondo, quería que me divirtiese, ella no sabía exactamente lo que había pasado hace siete meses, pero sabía que no era nada bueno, tampoco sabía lo que pasaba cuando papá llegaba borracho, aunque supongo que lo sospechaba. Ella solo buscaba la mejor manera de hacerme salir de casa, y ahora en el campus, supongo que, de la habitación, que por desgracia no nos había tocado juntas, ya que estudiábamos en facultades distintas, y mi compañera de cuarto aún no había llegado, así que podría disfrutar de la soledad unos días más.
Al final, siendo quien era yo, nunca le decía que no a Becca. Después de todo solo quiero que ella sea feliz, y que no tenga que cargar con la responsabilidad de que tenga que serlo yo también, aunque eso implicara estar en lugares donde siento que no encajo.
Lo que menos esperaba esta noche era acabar en una azotea, hablando con un extraño que me miraba como si quisiera comprender qué demonios estaba haciendo allí. No puedo culparlo, ni yo misma se que estoy haciendo con mi vida, mucho menos en esta azotea, solo buscaba escapar del ruido, de la gente. Pero aquí arriba, bajo el cielo lleno de estrellas, conseguía momentos de paz, a veces siento que todo esta conectado, incluso las partes más rotas de mí misma.
Recuerdo que mi abuela me hablaba de esos puntos brillantes en el cielo, cuando era pequeña, cuando la vida no se había vuelto tan complicada, cuando papá quería a mama y no llegaba borracho. Cuando en la guardería todos querían jugar con todos, cuando la inocencia se mantenía intacta.
La abuela decía que cada destello brillante en el cielo representaba un sueño, un deseo, o el alma de alguien que ya no estaba en la tierra. Era una forma poética de verlas, y aunque me resistía a creer en esas cosas tan cursis, no podía negar que tenían algo de magia, y que las palabras de la abuela siempre han tenido algo de verdad.
✨✨✨
El eco de mis pasos suena fuerte en el silencio de la madrugada mientras bajo las escaleras. He perdido la noción del tiempo en esa azotea, y se me ha hecho más tarde de lo que pensaba. La fiesta aun sigue retumbando en los pisos inferiores, como un latido constante, pero en ese lugar, que no esta nada más que separado por un par de pisos, todo parecía en calma. Me cuesta regresar a esa realidad, a ese ruido ensordecedor que parece empeñado en tragarse cualquier tipo de pensamiento.
Lo más extraño de todo es que, mientras desciendo, me descubro pensando en él. No en lo que dijo, ni en su actitud, sino en lo que vi detrás de todo eso. El modo en que me miraba...no con la típica arrogancia como lo hacían todos normalmente, sino con algo distinto, algo que no alcanzaba a entender, pues mi relación con los chicos era escasa, casi inexistente, y había cosas que se escapaban de mi razonamiento en este campo. Pero si detecte ese destello de tristeza en sus ojos.
Aunque sus palabras fueron directas y claras, la forma en que me dejo ahí, en paz, contradice lo que intentaba mostrar en la superficie.
Llegué a la planta baja y busqué a Becca entre la multitud. No me extraña que ya esté perdida en algún rincón, probablemente con alguien nuevo, a diferencia de mí, Becca si tenía mucho, pero mucho más contacto con los chicos. A veces siento que estamos en mundos diferentes. Mientras ella se desliza con facilidad entre las personas y las experiencias, yo me quedo al margen, observando desde lejos. Pero esa es nuestra dinámica, y siempre ha sido así. Y la verdad, no me molesta, prefiero ser la espectadora.
Saco el teléfono del bolsillo de mi chaqueta, revisando la hora y viendo un par de mensajes de Becca. Me pide que me quede, que la espere, que ahora viene por mí. Sus mensajes son apresurados, como siempre. Pero son las 4:54 de la madrugada y se que tardará en venir, y eso está bien, no tiene por que estar pendiente de si estoy bien las veinticuatro horas del día.
Me encuentro rebuscando en mis pensamientos, otra vez al chico de la azotea. Es raro. Lo acabo de conocer, tal vez ni eso, ya que no se su nombre y posiblemente no lo volviera a ver, y, sin embargo, había algo en él que no puedo sacarme de la cabeza. No es que sea guapo.
"No te mientas querida, es más que guapo, está tremendo"
Vale, es guapo, pero tampoco es ese aire de chico seguro de sí mismo que lo tiene todo bajo control, algo, que a mi personalmente me saca de quicio, si no que, por un instante, me pareció roto. Y eso me hizo sentir una conexión incómoda. Es como si hubiera algo en su tristeza que resonara con la mía.
Le escribo un mensaje rápido a Becca, diciéndole que me voy. Se que se molestara, pero estoy cansada, y lo ultimo que quiero es seguir en este lugar, donde no me pasan desapercibidas las miradas que me echan. De camino a mi residencia, donde se encuentra mi facultad y donde me han asignado mi habitación, siento el peso de la madrugada caer sobre mí. Y mientras camino bajo un cielo que esta amaneciendo, con esos tonos que cautivan a cualquiera, me pregunto qué estarán haciendo las personas que me rodean. ¿Cuántas de ellas estarán escapando de algo, como yo? ¿Cuántas están mirando el mismo cielo que yo, buscando respuestas que tal vez nunca lleguen?