Hasta una próxima vida

5. El nombre del intruso

NARRA KIRAN / LI BAO

Dos años pueden parecer una eternidad para quien está esperando. Para mí, que he vivido siglos, fueron solo un suspiro... Y, sin embargo, fueron suficientes para que todo cambiara.

La rutina con Xiao Mei se había convertido en parte de mí. A veces, olvidaba que era un extraño, un muerto entre los vivos. Me encontraba sonriendo más de lo que debería. Y, sin querer, buscaba su risa en las tardes de primavera, como si eso pudiera redimirme.

Pero entonces llegó él. Apareció como el eco de un cuento mal contado. Un joven vestido con ropajes que no parecían encajar con el polvo de los caminos que decía haber recorrido. Su nombre: Han Fei Jun. Su historia: digna de un poeta... o de un estafador.

Afirmaba ser el heredero de un poderoso clan del sur, hijo único de un señor enfermo, con tierras fértiles, soldados leales y una propuesta de alianza para el Clan Xiao. Sus palabras eran suaves y precisas. Pero sus ojos... sus ojos eran vacíos.

Las criadas lo miraban con admiración. El consejo lo escuchaba con atención. Xiao Mei lo observaba con cautela. Y yo... Yo lo miraba como se observa a una serpiente antes de que muerda.

La reunión se llevó a cabo en el gran salón, un lugar donde el clan y el consejo se juntaban cada mes. El ambiente era denso, impregnado de humo de incienso y rodeado de falsas cortesías. Yo me mantenía detrás del asiento del señor Xiao, pero cerca de Xiao Mao, como siempre. Vigilante. Silencioso.

Han Fei hizo su entrada con una reverencia exagerada, como si estuviera en una obra de teatro.

—Vengo como emisario de mi padre —anunció—, el gran señor Han de los Valles del Sur. Es un honor para mí presentar una propuesta de alianza, y junto a eso, una solicitud más personal...

El silencio cayó como una piedra en un lago.

—Deseo pedir la mano de la honorable dama Xiao Mei. Unir nuestras casas sería un paso hacia la prosperidad para ambos pueblos.

Nadie dijo nada por un momento.

Yo lo sabía: no había tal "clan Han de los Valles del Sur".

El padre de Xiao Mei no respondió de inmediato. Solo asintió con una cortesía vacía.

—Lo pensaré —dijo con voz neutra, aunque sus ojos gritaban "no".

Esa misma tarde, justo antes de que el sol se ocultara, Xiao Mei recibió una llamada a la oficina de su padre.

—Hija —dijo el patriarca del clan, con la voz tan suave como su cansancio le permitía—, sé que esta decisión puede parecerte injusta. Pero los hombres que me rodean han perdido la razón. Me han acorralado como a una bestia sin salida.

—¿Entonces, me vas a entregar como si fuera una pieza de ajedrez? —preguntó Xiao Mei, con los ojos brillantes, pero sin dejar caer lágrimas—. ¿Eso soy para ti ahora?

—Nunca —respondió él con determinación—. Y por eso he preparado un edicto. Firmado por el mismo emperador, sellado con la sangre de mi lealtad. Si llego a faltar, si mi muerte ocurre antes de este matrimonio, ese hombre no tendrá poder sobre ti ni sobre el clan. Ninguno.

Xiao Mei lo miró, confundida.

—¿Un edicto imperial...? ¿Cómo lograste conseguirlo...?

—Aún tengo algunos favores guardados en la corte. Y aunque no los tenga mañana, hoy los he usado por ti. Si Han Fei muestra su verdadera cara tras mi muerte, no podrá hacerte daño. Ni a ti, ni al legado que tanto nuestros antepasados como nosotros hemos construido con tanto esfuerzo.

Ella bajó la mirada. Dolida, pero sintiéndose protegida.

—Gracias... padre. Solo espero que no sea necesario usarlo.

Él le tomó la mano tratando de bríndale consuelo y protección.

—Yo también. Pero hay que estar preparados para lo peor... especialmente cuando se ama tanto.

Esa noche, antes de que la luna alcanzara su punto más alto, Xiao Mei me llamó a su habitación. Su voz apenas era un susurro que se filtraba a través de la puerta.

—Li... ¿puedes quedarte un momento?

Asentí y cerré la puerta tras de mí.

Ella estaba sentada junto a la ventana, con la mirada perdida en la oscuridad del jardín. Su tono era suave, como si las sombras pudieran escuchar sus pensamientos.

—¿Confías en él? —me preguntó.

No necesitaba aclarar a quién se refería.

—No —respondí—. Y tampoco creo que tu padre lo haga. Pero está rodeado de serpientes. A veces, incluso el lobo tiene que caminar entre corderos para sobrevivir.

Ella se volvió hacia mí. En sus ojos había algo más que preocupación: había miedo.

—¿Y si se casa conmigo? ¿Y si le hace algo a mi padre? ¿Qué pasará con el clan? ¿Y conmigo...?

Me acerqué a ella y le hablé con la mayor sinceridad que pude reunir en ese momento:

—No dejaré que eso suceda. Tu padre ha tomado precauciones. Si algo le pasa, ese hombre no podrá tocarte ni por la ley ni por el poder. Y aunque no existiera tal edicto... yo tampoco permitiría que te ocurriera algo malo.

—¿Ni siquiera si el consejo está de su lado?

—Ni siquiera si todos están de su lado —dije con firmeza—. Y aunque el mismo cielo esté en mi contra, seguiré protegiéndote, estaré a tu lado hasta que esté seguro de que no hay nada ni nadie que pueda hacerte daño.

Ella bajó la mirada por un instante, luego me sostuvo la vista.

—Gracias, Li... No sé por qué, pero cuando estás cerca, siento que puedo respirar.

Mi voz fue un susurro:

—Entonces me quedaré... hasta que puedas respirar libre otra vez.

Más tarde, fui llamado a la oficina del señor Xiao. Conocía bien ese lugar: la madera oscura, el aroma a tinta y té seco, el fuego siempre bajo... y la mirada del señor Xiao, que esta vez parecía más cansada que nunca.

—Li —me dijo—, siéntate. Necesitamos hablar.

Tomé asiento frente a él. Noté que sus manos temblaban, aunque solo un poco.

—Sé que no confías en Han Fei. Yo tampoco. Desde el primer segundo en que lo vi aparecer en el gran salón. Tiene respuestas para todo, pero sin ninguna base. No hay historia detrás de su fachada ni verdad en sus palabras.




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