Haunter 2 - El Corazón del Cazador

Otro Día Juntos

Me sorprendió que se ofreciera a ayudarme con la cena, demostrando que era un excelente cocinero, al menos con recetas veganas. Cuando nos sentamos a comer, le mostré una investigación de los hermanos Fourman.

—Te dije que es aburrido —dijo, señalando la televisión con el tenedor—. Si hubiéramos tan siquiera intentado hacer un show así, nos hubieran cancelado a mitad de la primera temporada.

—Por eso ellos se negaron a firmar contrato con tu compañía.

—¿De verdad?

—Sí. Querían mantenerse realistas. El problema es que tu estilo se convirtió en la norma, así que si algo no lo copia, no sirve. Pero el nicho necesita más como ellos.

Ladeó la cabeza masticando y asintió. —¿Sabes? Isaac sería un punto medio interesante, si hiciera esto con su estilo grandilocuente.

—Por eso quería que vieras esto.

Me lanzó una mirada suspicaz. —¿Intentas influenciar mis decisiones de negocios, jovencita?

—No, anciano. Sólo te doy mi opinión de audiencia común.

Su tenedor sobrecargado se detuvo ante su boca sólo lo indispensable para que respondiera. —Vale.

Fue una noche larga, increíble y divertida con Brandon, como todas las noches que pasara con él. Un momento, no como todas las noches, sino como cada momento, porque para mí estar con él era siempre así.

Acurrucarme en sus brazos para dormir, su mano sosteniendo la mía contra su pecho, era la receta perfecta para el descanso perfecto.

Me desperté antes que él y bajé a la cocina como solía: envuelta en mi vieja bata, arrastrando los pies, rascándome la cabeza y frotándome los ojos. Sí, la reina de la sensualidad matutina.

Los mellizos llegaron saltando con sus pasitos ligeros mientras preparaba el desayuno, y una vez que lo tuve listo para servir cuando Brandon bajara, insistieron en tocarme y probar si podía verlos de nuevo. El día anterior, la luz del sol me había dificultado ver a Joseph, así que nos apartamos de las ventanas.

¡Funcionó! Ahora estaba segura que se relacionaba con lo que fuera que Hugo había hecho durante esas tres mañanas con él, y moría por descubrir el alcance de esa vista extra causada por contacto directo.

Un fondo más oscuro me permitía ver sus siluetas mejor, y al igual que la otra noche con Edward, sus caras parecían hacerse más nítidas cuando hablaban. Estaba tan excitada como los mellizos, y corrí con ellos al salón oriental. El sol entraba por todas las ventanas, así que les pedí a Lizzie y Ann si podían venir conmigo a la cocina. Ann se nos sumó, mientras Lizzie iba por Joseph y Edward.

Acomodé una silla en una zona sombría e invité a Ann a sentarse.

¿Qué debo hacer? —preguntó.

Tendí mi mano con la palma hacia arriba. —Sólo ponga su mano en la mía, por favor. —Verla hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas, aunque no fuera más que una silueta vaga—. ¿Podría decir algo?

¿Algo como qué?

—¡Oh, Dios! —exclamé, y les expliqué que cuando hablaban los veía mejor.

¿Y si probamos con las dos manos? —propuso Joseph.

Eso mejoró la nitidez de lo que veía al doble, lo cual era perfectamente lógico. No sé cuánto tiempo pasamos allí, probando diferentes cosas, como que me tocaran los hombros o los antebrazos, hasta que Edward dijo:

Buenos días, señor Price.

Me volví para ver a Brandon en su adorable estilo recién salido de la cama. Vestía pantalones de ejercicios y una camiseta gastada, e iba descalzo. Me encantaba verlo así, como si estuviera en su propia casa.

—Buenos días —murmuró, rascándose el cabello alborotado—. ¿Qué hacías?

¡Fran puede vernos! —Seguramente había sido uno de los mellizos, porque los Blotter adultos rara vez recurrían a los signos de exclamación.

—¿Que tú qué?

—¡Los veo un poco! —exclamé—. No estoy segura cómo funciona. Era lo que intentábamos averiguar.

—Increíble.

Los dejaremos desayunar —dijo Lizzie.

Llevé la silla de nuevo a la mesa, indicándole a Brandon que se sentara. Mientras desayunábamos, le hablé por primera vez del verdadero motivo de mi viaje a New York para conocer a Hugo, le conté qué hacíamos durante todas las horas que pasara en su suite, y mis sospechas de que estaba relacionado con esta inesperada capacidad de ver a los Blotter.

—¿Y sólo funciona cuando los tocas? ¿Por qué?

—Creo que Hugo lo hizo así para protegerme —respondí, y le conté lo que dijera sobre la iniciación que rechazara—. Así, yo decido cuándo y a quién veo.

—A menos que te toquen sin tu permiso. Los espíritus que buscan ayuda o quieren asustarte no vacilan en tocarte.

—Oh, es cierto —murmuré.

—Deberíamos intentarlo y ver qué ocurre. —Se volvió hacia la puerta abierta y alzó la voz—. ¡Niños! ¿Quieren que probemos un juego?

Reí viendo la naturalidad con la que había asumido su papel de Cazador supremo para mangonear a los espíritus antes de continuar con su desayuno.




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