Haunter 2 - El Corazón del Cazador

Rompecabezas Para Armar

No me daba el hígado para ayudar a Brandon a desordenar mi habitación, así que lo dejé llevar lo que quisiera al segundo piso y me dirigí a la biblioteca. Joseph estaba en el estudio con Isaac y Trisha, mientras Edward se tomaba un descanso de vigilar a Cristine. Lo encontré leyendo online, pero desconectó la tablet para hablar conmigo.

¿Qué crees que está sucediendo?

Aún no tenía nada concreto para decirle, así que le expliqué la teoría de que la aparición de Cristine estaba relacionada con la partida de Ann.

¿Es parte de la familia?

—Podría serlo. Creo que tu hermano Henry puede haber conocido a su madre cuando servía en París. Las fechas coinciden.

¿Quiere decir que es mi sobrina?

—Eso creo. En la Fundación niegan tener correspondencia o registros financieros que nos permitirían ver si tu hermano estaba en contacto con la madre de Cristine, pero Isaac y Trisha obtuvieron esas dos palabras cuando le preguntaron por los Blotter.

Padre y Henry.

—Sí.

Así que por eso volvió de París un año antes.

—¿Perdón?

Edward demoró un momento en responder, seguramente avergonzado por lo que iba a decir.

Siempre fue un mujeriego, incluso después de casarse.

Oh, no tenía idea. Lo siento.

Salón norte.

Salí de la biblioteca cuando Brandon bajaba las escaleras. Me vio detenerme y mi vacilación lo hizo fruncir el ceño.

Puede venir.

Brandon me siguió a paso rápido y cerré la puerta tras él.

El mueble junto a las armas.

No sabía de qué se trataba, pero no iba a detenerme a preguntar. Edward me guió para que hallara una pequeña llave de hierro bajo el fondo falso de un cajón en el mueble de madera.

Biblioteca —dijo Edward apenas la tuve en la mano.

Regresamos a la biblioteca. La llave abría las puertas de una biblioteca con vitrina.

Déjame ver —dijo Edward. Retrocedí y un momento después agregó: —El libro con tapas de cuero.

Lo saqué y lo abrí en la mesa más cercana. Las páginas amarillentas eran viejas a simple vista, cubiertas por una letra apretada, un renglón tras otro de fechas, conceptos y cantidades de dinero.

—¿Qué es esto, Edward?

El libro contable de mi padre. Henry no podría haber dejado atrás un hijo sin que él lo averiguara. Si permitió que mi hermano desposara a otra mujer, seguramente le descontaba dinero de su mesada para enviárselo a la madre.

Brandon y yo nos miramos con ojos como platos.

No lo consignaría como cuota alimentaria. Pero encontrarás la misma cantidad repetida cada trimestre, y un nombre francés como concepto.

—¡Eso sería la prueba definitiva! —murmuré—. ¡Muchas gracias, Edward! Lo revisaré más tarde.

Guárdalo y esconde la llave antes de la mañana.

Asentí sonriendo. —Lo haré ahora, por si no puedo hacerlo hoy. Yo tampoco querría que cayera en manos de Susan.

¿Y a qué te refieres con que está relacionado con mi madre?

Me volví hacia Brandon alzando las cejas. Bienvenido a mi mundo de hablarle a sillas vacías en habitaciones vacías.

—Es lo que queda por averiguar —terció él—. ¿Usted le dijo a Isaac que su hermano organizó sesiones de espiritismo aquí?

Buen Dios, sí. No me digan que hizo algo que causó todo esto.

Me imaginaba a Edward agarrándose la cabeza al enterarse de las andanzas de sus hermanos.

—Él no, pero tal vez uno de los médiums —dije.

—¿Recuerda si su padre recurrió a algún rabdomante para hallar napas de agua?

Sí, el Adivino de Greenwich las marcó en el mapa.

—¿Sabe si alguien más utilizo varas zahoríes aquí? ¿Tal vez alguno de los espiritistas amigos de su hermano? —preguntó Brandon, y le explicó a Edward que no sólo habíamos hallado las marcas en el antiguo mapa de Hardwick, sino en el de la mansión.

No lo sé. No vivía aquí en esa época. ¿Creen que tenga algo que ver?

No lo sabemos. Es otra cosa que tenemos que investigar.

Mientras volvía a guardar el libro en la vitrina, oímos que Isaac y Trisha bajaban la escalera, hablando lo bastante alto para hacer vibrar las ventanas.

—Te dejaremos tranquilo, Edward —tercié—. Muchas gracias por la información.

—Gracias por ocuparse de esto.

—Vamos, no precisas ser tan formal —sonreí.

Como para hacerme pagar mi informalidad, apoyó su mano en la mía y vi su vaga silueta ante mí.




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