Haunter 2 - El Corazón del Cazador

Demasiadas Estrellas

Susan parecía ansiosa por hacer buena letra, o ver qué había pasado en el tercer piso, no estoy segura, y se ofreció a quedarse hasta más tarde para limpiar el estudio. Así que Mike tuvo que hacer a un lado sus planes de jardinería para ayudarla.

Después de almorzar, llamé a San Aloysius para cerciorarme que el padre Thompson estaría allí. Cuando me dijo que estaba esperándonos, ayudé a Brandon a cargar en su camioneta todo lo que necesitaría para la entrevista e intenté quedarme en la mansión, sintiendo que él todavía precisaba estar solo. Pero se negó de plano.

—Tengo todo el tiempo del mundo para estar solo en casa —replicó—. Así que ve por tu chaqueta, porque vienes conmigo.

—Sí, mi capitán —murmuré, dirigiéndome a la cocina. Cómo le gustaba ponerse dramático. Todo el tiempo del mundo para estar solo en casa. Sí, por supuesto. Saltando de cama en cama, el maldito.

Tan pronto salimos a Greenwich Road, me di cuenta que me estaba mordiendo la lengua para mantener la boca cerrada. Sobre lo que él dijera en el sótano. Sobre lo que yo sintiera al verlo en el comedor. Moría por hablar con él. Sobre nosotros. Y al mismo tiempo, sentía que no tenía sentido, si él todavía no había decidido cuál sería el próximo paso en su carrera.

—¿Qué te traes? —preguntó de pronto.

Por supuesto. El chip. Lo había olvidado. Meneé la cabeza, pero su mirada me advirtió que no tratara de hacerme la desentendida. Me encogí de hombros resoplando y desvié la vista hacia mi ventanilla.

—Luego, Bran. Ahora tenemos que entrevistar al matador de Satanás. —Frunció el ceño. Alcé las cejas—. Tienes razón, necesitamos hablar de nosotros. Pero éste no es el momento.

—¿Esta noche, entonces? —Me obsequió su sonrisita traviesa—. ¿Junto al fuego en la orilla del lago?

—Si alguna vez vuelvo a estar en esa situación contigo, lo último que haré será hablar.

Su risa me hizo sonreír, como siempre.

—Completamente de acuerdo —dijo—. Pero podemos hablar después.

—Sólo si es muy después.

—Ningún inconveniente. Si logras controlar tus ímpetus.

—Oh, si depende de mí, será años después.

San Aloysius quedaba demasiado cerca de la mansión para nuestro humor subido de tono, y precisamos un momento en la camioneta para recuperar la seriedad antes de pisar suelo santo. El padre Thompson aceptó hacer la entrevista en la propia iglesia, y una vez que Brandon terminó con las tomas suplementarias, eligió dónde se sentarían y lo ayudé a montar la tonelada de equipo que trajera. Luego ayudó al sacerdote a ponerse el micrófono, se puso otro él y me sentó en los bancos al otro lado, a monitorear los feeds con auriculares, encargándome que me asegurara que no hubiera interferencia en las cámaras o el audio.

Y al fin comenzaron la entrevista. Disfruté verlos, porque al tanto de lo que el cura creía que había sucedido, Brandon lo dejó contar su historia sin contradecirlo. Fue respetuoso en todo momento, y sólo hacía preguntas para evitar que se fuera demasiado por las ramas.

Todo el asunto demoró unas tres horas, e insistí en filmarlos caminando juntos entre los bancos hacia las puertas de la iglesia, hablando de lo que quisieran mientras se mantuvieran serios, para terminar con ellos dándose la mano en la entrada.

En el camino de regreso a casa, decidimos que iríamos a ver los otros terrenos al día siguiente. Brandon quería ver qué habían estado haciendo Isaac y Trisha, y yo quería ver cómo estaban Cristine y los Blotter.

Para nuestra gran sorpresa, el mundo no había dejado de girar en nuestra ausencia. Isaac y Trisha estaban en el comedor, revisando lo que filmaran y recargando todas las baterías. La cocina estaba reluciente. Susan y Mike habían dejado el estudio como si nada hubiera sucedido y ya se habían ido. Y Cristine estaba con Lizzie y los mellizos en el salón oriental.

Habíamos comprado varios six-pack al pasar por Ware, y Brandon trajo uno al comedor cuando nos sentamos con nuestros amigos a escuchar sus aventuras.

No dije nada, porque no quería dar pie a que Brandon hiciera comentarios, pero era la primera vez que me sentaba a la mesa del comedor. Después de vivir en la mansión cuánto, ¿diez meses? Bien, mejor tarde que nunca.

Brandon había dejado un tercio de la mesa libre, así que teníamos ese extremo para sentarnos con nuestras cervezas y los mapas sin riesgo de afectar sus preciosos dispositivos. Pero antes que dijéramos una sola palabra, los Cazadores decidieron que mejor prevenir que curar, e instalaron no una, no dos, sino cuatro cámaras en trípodes a nuestro alrededor. Más una cámara portátil en un trípode diminuto sobre la propia mesa, para filmar el mapa del terreno que Isaac abrió ante nosotros.

Gracias a Dios que tenían años de experiencia, o les hubiera tomado horas. Pero pudimos sentarnos a conversar en sólo veinte minutos. Sólo dos días atrás me hubiera sentido incómoda y cohibida por las cámaras, pero a esa altura no me molestaban en absoluto.

—Ubicamos cuatro estrellas en total —dijo Isaac—. Una aquí, otra en la casa de huéspedes, la tercera está en la base de las verjas junto al camino y la cuarta está en un galpón tras la vivienda de los caseros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.