Haunter 3 - Los Ojos del Cazador

Límites

Escuché un ruido diferente: voces fuertes y pasos apresurados a la distancia. ¡Al fin! ¿Para qué mierda tenían cámaras y personal de seguridad, si les tomaba siglos aparecer cuando había problemas? El lugar era un laberinto, y el eco del goteo constante de agua hacía que me resultara imposible darme cuenta de dónde venían.

La tengo.

—Bien. Ve —resollé apretándome el pecho.

Vi que Kujo salía del sótano y alcé el LED apenas cruzó el umbral, para llenar de luz ese breve pasillo. Me estaban por ceder las rodillas, así que mantuve la espalda contra la pared y me deslicé hacia abajo hasta sentarme en el suelo frío y húmedo. Sabía que necesitaba salir de allí. Necesitaba respirar aire fresco. Pero también sabía que no lograría regresar por donde había venido. No tenía idea a qué distancia se hallaba la salida del túnel, ni el camino para salir por Quaker Hall, que seguramente también incluiría escaleras. Temblaba de pies a cabeza, así que aseguré el LED entre mis tobillos. Sentí que el calor de Kujo me rozaba la frente, como solía hacer en la mansión.

Fran respira. Traigo Brandon.

—Sí, mi niño. Por favor —murmuré cerrando los ojos.

Hasta el piso de cemento vibró apenas cuando se alejó a todo correr. Oí un grito desde algún lugar de los túneles y los pasos se acercaron como una estampida. No abrí los ojos, concentrada en respirar tan hondo y pausado como pudiera para evitar desmayarme.

—¡Fran!

No sé si alguna vez me alegré tanto de escuchar la voz de Brandon.

Los pasos siguieron acercándose y el calor de Kujo me rozó la cara. Su gruñido me obligó a abrir los ojos, pero sólo vi un montón de sombras confusas que me rodeaban.

—Atrás, Kujo —dijo alguien, creo que Brett. No me gustó su tono. Nadie le hablaba así a mi muchacho.

Brandon.

—Tranquilo, soy yo. —Sí, era él, la voz apagada por la máscara—. Déjame sacarla de aquí.

Tendí la mano hacia él y en cambio, toqué a Kujo, que se interponía entre ellos y yo gruñendo.

—Gracias, mi niño —logré musitar antes de perder el sentido.

Tuve el placer de despertarme tendida en una camilla original de la época en que Pennhurst todavía estaba en operaciones. Seguramente la habían usado para tener pacientes amarrados para que alguien de bata blanca abusara de ellos. Seré privilegiada. Me cubrían un par de chaquetas, y noté descalzos mis pies helados, porque me habían quitado los tenis y los calcetines mojados.

Lo primero que vi fue el ceño preocupado de Brandon. Estaba de pie junto a la camilla, sosteniendo mi mano, con la máscara todavía puesta. Mantuve los párpados entornados para cubrirme de las brillantes lámparas del techo. Tenté una inspiración. Por Dios que es agradable respirar. Me alcé sosteniéndome en un codo y meneé la cabeza cuando Brandon quiso detenerme.

—¿Brett? —murmuré, reconociendo su oficina.

Brandon se volvió hacia la puerta abierta y se bajó la máscara. Imagino que todo el campus lo oyó llamar a Brett. El hombrón llegó apresurado, cerrando la puerta tras él.

—¡Fran! ¿Cómo estás?

—Va a decir que está bien, pero no es cierto —replicó Brandon enfadado.

Se volvió ceñudo hacia mí cuando me senté, pero no volvió a intentar detenerme.

—¿Qué ocurrió? —inquirió Brett.

—Skippy y dos más secuestraron una niña —gruñí, enfrentándolo enfadada.

Tuve que aclararme la garganta. Brandon me ayudó a bajar las piernas y se sentó en la camilla a mi lado, volviendo a acomodarse la máscara respiratoria.

—Unos obreros bajaron ayer a los túneles ayer y dejaron abierta la puerta a Tinicum Hall.

—¡Qué! —exclamó Brett sorprendido.

—Skippy intentó algo anoche pero Kujo lo detuvo. Así que hoy trajo dos amigotes.

—¡Mierda! ¿Estás segura?

—¿Bromeas? —mascullé—. ¿Por qué mierda no prestas atención a las cámaras para variar?

—¿Por qué bajaste a los túneles? —intervino Brandon.

—¡Porque se habían llevado a la niña e hirieron a Kujo cuando intentó impedirlo! ¿Qué iba a hacer? ¿Dejarlos salirse con la suya como hacen Brett y sus amigos? —Volví a enfrentarlo enojada—. Pon límites, Brett. Sé que las entidades más oscuras son la principal atracción del asilo, pero tienes que mantenerlas alejadas de los demás.

—Si supiera cómo, ya lo…

—¡Un maldito LED, Brett! —lo interrumpí—. ¡No hace falta más! ¡Los puse en fuga con una simple lámpara de campamento!

—Tranquila, Fran. Veré qué puedo hacer. Ya te dije que este fin de semana es la Paracon, así que no puedo llenar los túneles de LEDs.

—Si no lo haces, sellaré Tinicum Hall con algo mucho peor para tus investigaciones paranormales que un LED.

Los dos me enfrentaron interrogantes.

—¿A qué te refieres? —inquirió Brandon, en el mismo tonito mandón que solía usar en nuestras primeras conversaciones telefónicas.




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