Haunter 3 - Los Ojos del Cazador

Retrospectiva

Filmamos la entrevista en el estudio, después de la mejor barbacoa de la historia, y me llevó un rato relajarme lo suficiente para tener una verdadera conversación con Ricky. No era para menos: Brandon monitoreaba todo desde su laptop en mi escritorio, mientras Isaac y Ted filmaban también, para agregar tomas con movimiento a los primeros planos estáticos. Sin contar las luces, pantallas refractoras, el micrófono en el cuello de mi top y toda esa parafernalia. Cosas cotidianas para ellas, pero súper intimidantes para mí.

Ricky había armado una lista de preguntas después de ver lo que mandara Deshaun, y nos esforzamos por seguirla, pero era obvio que nos iríamos un poco por las ramas.

Hablamos de Kujo cerca de una hora, y hacia el final comentamos los cambios que sufriera desde que lo regresáramos a Pennhurst. Para ilustrarlo, expliqué el motivo de que Kujo hablara tanto durante mi última visita.

—¿Quieres decir que puede alimentarse de la vibra negativa de la gente? ¿Sin necesidad de pegárseles?

—Exacto. Aprendió a hacerlo para no lastimarme, y al parecer aún lo hace —cuando se presenta la oportunidad. Pero le pedí que deje de hacerlo.

—¿Y tú crees que hará lo que le dices?

Vi la sonrisita de Isaac y me esforcé por no duplicarla.

—Dijo que lo haría, y siempre cumple sus promesas. De lo contrario, Brandon hubiera recibido bastante más que un rasguño en octubre.

Brandon giró en el sillón para enfrentarme con ceño interrogante. Ricky me vio mirar más allá de él alzando las cejas. Esbozó una de sus sonrisas simpáticas, inclinándose para dejar su libreta con las preguntas en la mesita entre nosotros.

—Bien, tomémonos un descanso —dijo con suavidad.

—¡Sí! ¡Café! —exclamó Isaac bajando la cámara.

Quince minutos después retomábamos la filmación, todos bien despiertos gracias a la cafeína que corría por nuestras venas.

—Ahora toca abordar los temas más personales —dijo Ricky, reclinándose en su sillón, tazón humeante en mano—. ¿Seguro que quieres quedarte, Bran?

La respuesta de Brandon fue una risita burlona, muy cómodo en el sillón giratorio, tazón en una mano y la otra en el teclado de su laptop. Ricky me enfrentó sonriendo.

—Cuando tú digas, Fran.

—Adelante.

Abrió fuego preguntándome sobre las limpiezas, especialmente mi lado del proceso. Ladeé la cabeza con sonrisa vaga, recordando esos momentos. No estaba segura cuán personal querían que fueran las respuestas, pero siempre podían editarlas o directamente dejarlas fuera, así que decidí ser completamente honesta.

Brandon se envaró al escucharme contarle a Ricky cómo lo veía en ese entonces, tan dañado y prisionero como Kujo, y que los dos me provocaban sentimientos similares.

—Quería ayudarlos a ambos —dije—. Sus naturalezas los habían hundido en esta oscuridad insidiosa que los tenía atrapados. Yo ya sabía que Kujo era inofensivo, porque estaba, y aún está, aterrorizado de volver a ser encadenado y torturado. Y podía darme cuenta que Brandon era más que un necio arrogante.

Ricky trató de contener la risa en vano. Ted no corrió mejor suerte. Isaac soltó una carcajada.

—¿Podrían controlarse, muchachos? —rezongó Brandon molesto.

Nos tomó más que preparar café, porque cada vez que Ricky intentaba retomar la entrevista, decía algo como:

—Bien, así que no era sólo un necio arrogante.

Y todos volvíamos a reír a carcajadas.

Podía ver que Brandon estaba por perder la paciencia. Por extraño que parezca, no era porque nos burlábamos de él, sino porque no podíamos continuar con la entrevista. Hasta que volvió a girar en el sillón y nos enfrentó alzando un poco las manos.

—¡Vamos, muchachos! —regañó a sus amigos—. ¡Estamos trabajando!

Lo enfrenté sonriendo y le mostré el dedo mayor, todavía riendo. Para sorpresa de todos, él rió también, volvió a darnos la espalda y siguió tomando café, esperando que nos cansáramos de la broma.

Hasta que Ricky encontró otra forma de continuar. Respiró hondo con los labios apretados, para asegurarse que no volvería a estallar en carcajadas, y se volvió hacia mí.

—Bien, así que veías otra cosa en él —dijo, e hizo una pausa para ver cómo reaccionábamos los demás. Nadie rió—. ¿Por qué?

Me dejé llevar por los recuerdos de esos días, tratando de poner en palabras mi primera impresión de Brandon, cuando era un famoso maduro pero atractivo, no el hombre que amaba.

—Era alguien capaz de escuchar, confiar, involucrarse. Porque permitir que una ignorante como yo lo limpiara requirió no sólo confianza, sino también tomarse muy en serio la situación. Sin embargo, cuando cerrábamos los ojos, mientras yo me veía a mí misma bajo el sol junto al Quabbin, él sólo veía negro. —Meneé la cabeza con una mueca—. Merecía mucho más que vivir en la oscuridad. —Me encogí de hombros—. Al principio lo veía como una herramienta. Lo necesitaba limpio para liberar a Kujo. Pero eso comenzó a cambiar a partir de la segunda limpieza, cuando las cosas se hicieron más difíciles. Para entonces, él ya no era sólo una herramienta. Llevaba ya siete años afectado por parásitos, completamente ignorante de cuán bajo había caído porque los responsables de mantenerlo a salvo le mentían. Y los síntomas estaban a la vista, desde sus problemas de salud a sus cambios de humor. Entonces comprendí que él también estaba encadenado. Pero a diferencia de Kujo, ésta era una cadena que yo podía romper. Y si nadie más se atrevía o se preocupaba por hacerlo, yo lo haría. Porque aunque su situación era consecuencia directa de sus actos, no merecía vivir así. Merecía ser libre.




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