Haunter 3 - Los Ojos del Cazador

Las Cosas Por Su Nombre

Me desperté en el armario de Kujo, recostada en su saco de dormir, literalmente dentro de él, porque estaba envuelta en su calor como un capullo de seda. El lugar no tenía ventanas y la puerta estaba apenas entornada.

—¿Kujo? —murmuré frotándome la cara.

Fran.

—¿Estás bien, mi niño?

Bien.

—Genial.

¿Fran bien?

—No lo sé, eso creo. —Me senté y se incorporó para mantenerme envuelta en su calor—. Gracias. Vine con mis ropas de veranito de LA. ¿Comiste mientras yo dormía?

Sí.

—Bien hecho. ¿Amy?

Corredor. Gina.

¿Los niños están bien?

Sí.

—Los salvaste, ¿verdad? —Apoyé la espalda contra la pared y froté su cuerpo de sombras—. Eres un héroe.

Fran salvó. Fran héroe.

—Nah. Sólo soy una madre helicóptero, que no puede permitir que te metas en una riña sin ponerme como loca y venir a ver que estés bien.

Su siseo me hizo reír. De pronto se me llenaron los ojos de lágrimas y dejé escapar un suspiro entrecortado, tanteando alrededor para encontrar su cabeza.

—¡Tenía tanto miedo, mi niño! ¿Qué hubiera hecho si te pasaba algo?

Fran tranquila. Kujo bien.

Amy logró entrar sin abrir más la puerta, para que la luz diurna no lastimara a Kujo. Vino a sentarse en el saco a mi lado y me estudió, meneando la cabeza.

—¿Qué mierda fue eso, muchacha? —preguntó, con una de sus sonrisas ceñudas.

—Ni idea. Hugo dijo que tenía que pedírselo para que me ayuden, así que lo hice.

—¡Ya lo creo que sí! ¡Y ya lo creo que vinieron a ayudarte! Nunca había visto nada parecido.

—Todavía no terminamos, Amy. Hugo me dio todo lo necesario para sellar este edificio contra cualquier entidad oscura.

—Bien, podemos volver en un par de días con lo que te dio.

—No hace falta. Dejé todo aquí hace dos semanas.

Amy rió por lo bajo. —Bien, al menos comamos algo. Conduje toda la noche, y tú volaste toda la noche. —Cabeceó en dirección a Kujo, que se recostara alrededor mío con la cabeza en mi regazo, como siempre—. Menudo guerrero.

—Ya lo creo. —Respiré hondo y tomé la mano de Amy—. Gracias. Nunca pensé que harías algo sí por mí.

—Vamos. Es lo menos que podía hacer luego que…

—Que te den, Amy. —Tironeé de su mano y nos abrazamos—. Lo que pasó nos superaba a todos. Tenemos que aprender a reconocer nuestros errores, y no es sencillo. Pero creo que aprendimos la lección.

Me frotó la espalda y besó mi mejilla asintiendo.

—Es cierto. ¿Vamos?

Bajé la vista hacia Kujo y volví a enfrentarla.

—Kujo, por favor, ¿podrías decirle a Fran que coma algo?

Kujo come. Fran come.

Solté una risita temblorosa. —Ya, ya. Pero regresaré en un rato.

Gina me esperaba en el corredor, para agradecer mi oportuna intervención, y especialmente por sellar la puerta al sótano de Quaker Hall.

—Vamos a fortificar Tinicum, Gina —tercié—. Para que nunca vuelva a pasar algo así. ¿Recuerdas dónde escondió Brandon el cofrecillo?

Sí.

—Bien, lo precisaremos luego.

Ahora ve a descansar.

Salir de Tinicum Hall al fresco aire matinal bajo los árboles fue como una inyección de energía. Me senté en el porche, las piernas colgando sobre el borde, y cerré los ojos, simplemente respirando y disfrutando la brisa. Esperé que se alejara el médium y le indiqué a Amy que se acercara.

—No sé qué pasó en la puerta del túnel, pero guardémoslo en secreto, por favor.

—¿Que no sa…? —Soltó una de sus risas exasperadas—. ¡La sellaste, Fran! ¡La sellaste con luz!

—No. Yo no hice nada. Les pedí que la mantengan cerrada. Lo que haya pasado, no lo hice yo. Ya te lo expliqué: Hugo me dijo que se los pidiera y eso hice. Pero al personal aquí no les va a gustar, porque el túnel de Skippy es toda una atracción.

—Tal vez Gina pueda encontrar a alguien que se haga pasar por él para los investigadores paranormales.

—¡Buena idea!

—¿Podemos ir a comer antes que me desmaye de hambre, por favor?

—Por supuesto, lo siento.

Echábamos a andar por el sendero a Quaker Hall para tomar la pasarela, cuando oímos pasos y voces detrás nuestro, bajo los árboles que separaban Tinicum Hall y el edificio Mayflower. El médium regresaba con David, que se notaba que acababa de echarse una siesta. Nos dirigimos los cuatro a la oficina de Brett, donde nos invitaron con café y mantecados que nos devolvieron el alma al cuerpo. Dejé que Amy respondiera las preguntas de David.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.