Haunter 3 - Los Ojos del Cazador

La Tercera es la Vencida

Todos los equipos regresaron a Los Ángeles un par de días después, a pasar las fiestas en casa, y Brandon decidió que se sentía lo bastante osado para agasajarlos con una cena en un restaurante donde solían reunirse.

Sería su gran regreso a la vida social, poniendo fin a casi cuatro meses de reclusión y oscuridad. Y para dar relevancia a la ocasión, me advirtió que Cake le había pasado la información a un par de reporteros.

—¿O sea que mis amigos estarán allí?

—Imagino que sí. El problema es la veda que les impusiste. No quiero que te dejen fuera del informe. Al contrario: quiero que todo el mundo sepa que estamos juntos.

Alcé la vista hacia él suspirando. Pero como me venía pasando en esa última semana, encontrar sus ojos enfocados en los míos me hacía tan feliz que no pude negarme. Así que llame a Greta, que dijo que se encargaría de hacerles saber que podían hacer una excepción para la cena. Corté y lo enfrenté alzando las cejas.

—¿Conforme, querido?

Me sujetó el top y tironeó con suavidad, haciendo que me inclinara hacia él para besarme.

—Ahora estoy conforme —respondió, la punta de su nariz rozando la mía y esa adorable sonrisa cálida en sus labios—. ¿Cómo te vestirás?

—¿Para la cena? No lo sé. Por favor, no me digas que es uno de esos lugares glamorosos que me demandarán un mes en el salón de belleza.

—No, pero es restaurante y bar, así que nada de tenis y franelas, por favor.

—¿Pantalones de ejercicios?

Revoleó los ojos riendo por lo bajo.

—Elige tú mi ropa, para evitar problemas.

Alzó las cejas con una sonrisita ladina.

—Toda.

—Nada de tangas a menos que tú también uses una. De leopardo.

—¿Yo? ¿Tanga? ¿Estás loca?

—¿Ves? Somos dos.

Me soltó refunfuñando y señaló mi computadora con el mentón.

—¿En qué estábamos?

—Snorkel y fosas oceánicas.

—Oh, sí, continúa.

—Sí, señor.

A pesar de que le encantaba abusar de su estatus de celebridad para ir de jeans y tenis a todo tipo de eventos, Brandon siempre prestaba mucha atención a su apariencia, y sabía que aún no volvía a estar en su mejor forma. Así que fuimos juntos a la peluquería, para que le recortaran el pelo, la perilla y los bigotes por primera vez desde el estreno, mientras a mí me cortaban las puntas y me hacían unos bonitos bucles.

Acordamos que se vería mejor de negro, así que yo también usaría ese color. Para mí, escogió un apretado top de mangas largas, con los hombros y la espalda abiertos, que me recordó al vestido blanco que usara en New York. Y pantalones de cuero negro ceñidos con botas. Completé mi atuendo recogiéndome el cabello en una cola alta, para que los bucles cayeran hasta mis hombros.

—Ya quiero estar de regreso para quitarte estas ropas —comentó, parándose detrás de mí frente al espejo del baño, donde yo intentaba no excederme con el maquillaje.

Miré su reflejo y me incliné un poco más, terminando de pintarme los labios. Bajó la vista hacia mi trasero y meneó la cabeza.

—Va a ser una noche larga —suspiró.

Volvió a enfrentarme en el reflejo y su expresión me hizo fruncir el ceño.

—¿Qué ocurre?

—¿Sabes con que te verías perfecta esta noche?

—¿Además de ti?

—Por supuesto. Los diamantes.

—Si te atreves a revisar mi bolso, creo que están en el bolsillo interno. El que tiene cierre.

—¿Los trajiste? —inquirió sorprendido.

Me volví hacia él riendo por lo bajo.

—Claro que sí. Ya sabía que vendría cuando dejé la mansión. Si me echabas, te los devolvería. Si me dejabas quedarme, imaginé que tal vez tuviéramos algo para celebrar que me daría la oportunidad de usarlos.

Brandon salió del baño meneando la cabeza y riendo con ganas.

—Tu lógica me mata, amor.

—Más imaginación que lógica.

—Tienes razón. Tu imaginación me mata.

No tardó en regresar con los dos estuches de terciopelo y volvió a pararse detrás de mí para cerrar la gargantilla tras mi nuca. Besó mi cuello mientras me ponía los aretes y descansó el mentón en mi hombros, encontrando mis ojos en el espejo. Pareció a punto de decir algo, pero apretó los labios y sonrió, retrocediendo.

—¿Lista?

—Lista.

Era Los Ángeles, de modo que completé mi atuendo invernal con un largo chal negro de verano. Brandon tomó mi mano para hacerme girar sobre mí misma y me tomó en sus brazos con una sonrisa cálida.

—No sé qué me gusta más: que seas tan hermosa o que puedo ver lo hermosa que eres.

Le tomé la cara con ambas manos y lo besé.




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