Hay Un Monstruo En Mi Acuario

Capítulos 3 y 4

3

–¿Le estoy aburriendo, señorita Helue?

Desperté con la brusquedad del profesor que tocaba mi hombro con furia mientras varios compañeros me veían con risas en sus bocas. La clase estaba tan aburrida que me había quedado completamente dormida.

Todo había sido un sueño. No había visto ninguna tortuga caminando por el salón de clases, al menos, eso pensé de momento.

La mañana continuó sin nada digno de contarse. Cuando comenzó el receso, aún me sentía intranquila por la pesadilla que había tenido. ¿Y si llego a casa y mi tortuga no está? ¿Y si realmente escapó y cayó por la ventana? ¡Pobre animal! Lo odio completamente, pero no me gustaría que se saliera y le atropellaran o algo así.

Tenía deseos de salir de la escuela e ir a casa; aún más de los que una estudiante normal siente pasado el medio día de clases.

Comí mi almuerzo con estos pensamientos nublando mi mente. Estaba intranquila, como si algo malo me esperara cuando llegara a casa.

Malo era decir poco…

De regreso nuevamente a clases, fijé mi atención en el reloj de pared, contando los minutos para volver a casa y asegurarme de que todo estaba en orden. Pasó la última hora del día sin que fijara mis ojos en la profesora ni una sola vez, ni siquiera me di cuenta de lo que había tratado la clase.

Tocaron el timbre y los pasillos de la escuela no tardaron en aglomerarse, y pronto un grupo de fastidiados jóvenes se vislumbró con urgencia por escapar de aquel lugar. Yo no perdí tiempo y me congregué entre la multitud.

Normalmente amaba el clima lluvioso de marzo, el cielo estaba gris y aunque otras personas normalmente lo consideraban deprimente, para mí era algo que despertaba la imaginación. La lluvia caía suavemente, pero la gélida brisa hizo que se me empapara rápidamente la cara y empecé a temblar de frío. Deseaba llegar a casa cuanto antes, o bien que saliera el sol.

El transporte público era un buen lugar para despejar la mente y reflexionar sobre lo que me había pasado. Tenía que admitirlo, estaba preocupada porque el animalito volviera a escaparse y eso, combinado con el desvelo y la aburrida voz del profesor habían hecho que me durmiera. Mi cabeza era un torbellino; me sentía ridícula: las tortugas son lindas, no son escalofriantes. ¿Por qué entonces una me había dado ya dos sustos en un mismo día? No son aterradoras, son más bien torpes, ridículas; como reptiles afeminados que esconden la cabeza en su propio cuerpo. ¿Por qué entonces me sentía tan intranquila?

Mientras pensaba en la pesadilla que había tenido, miré por la ventana. El transporte pasó bajo un arco y pude ver a la entrada de la ciudad una estatua que custodiaba la entrada de manera solemne: un gran coyote de piedra.

–Ya casi estoy en casa– me dije.

Un nuevo escalofrío estremeció mi cuerpo. El aire gélido del exterior golpeó mi rostro en cuanto bajé del transporte, pero decidí ignorarlo y regresar a casa de inmediato.

Tenía un mal presentimiento.

Ni siquiera saludé a nadie cuando entré a la casa. Fui directamente a mi habitación a buscar la péquela charola con agua.

Y ahí estaba, junto a la ventana, justo donde la había dejado.

Entonces me volví a asustar. ¿Y si la tortuga realmente había escapado, saltando por la ventana?

Pero me equivoqué. La tortuga seguía dentro del tortuguero. No se había movido de ahí en toda la mañana…

De hecho, no parecía que se volviera a mover nunca: ¡Estaba muerta!

–¡No!– exclamé secamente, con un jadeo. ¡Aquello no podía ser verdad!

La tortuguita flotaba sin vida en el agua, completamente cerrada.

 

 

 

 

 

4

¡No podía creer que mi tortuguita estuviera muerta! ¿Cómo había pasado?

Metí la mano al agua helada para tomarla y mirarla de cerca. Sus ojos estaban cerrados y su cabeza y sus patas dentro de su caparazón. Era obvio que había muerto de frío.

La agité como si fuera un cascabel, para tratar de hacerla abrir los ojos, pero nada pasó. Estaba helada e inerte, pero no estaba del todo convencida de que estuviera muerta.

–¿Si estuviera muerta…– me dije – No debería tener las patas estiradas?

Pero como ya había comentado, no sé absolutamente nada sobre tortugas, así que decidí buscar información en Internet.

¿Cómo puedo saber si mi tortuga está muerta? Escribí en la pantalla de Yahoo.

Esperé impacientemente una respuesta. A los pocos minutos alguien publicó un comentario.

Freak_de_Tortugas Dice: Es muy fácil saberlo. Levanta a tu tortuga, y si sus patas se estiran, está muerta. De lo contrario, aún vive.

¡Estaba en lo cierto! Exclamé suspirando. ¡Está viva!

Un segundo comentario apareció debajo del primero.

Freak_de_Tortugas Dice: Por tu pregunta puedo deducir que es tu primera vez cuidando uno de estos animales. Apuesto a que la tienes en uno de esos tortugueros de plástico con palmerita, ¿Verdad?



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En el texto hay: adolescentes, suspenso, mascotas mutantes

Editado: 20.04.2020

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