Hazel (el otro Radwulf 1)

Capítulo XI

Ya se habían cumplido diez años desde que Tarsinno robo el Oscuro libro del Caos, asesinó a nuestro querido Rey Amilcar y otras miles de personas, y los Monstruos del Abismo comenzaron a vagar por las cada vez más frías tierras del extremo oriente de Radwulf. Diez años y Clim, a pesar de haber recuperado el pleno control de sus fuerzas, aún no poseía el suficiente "impulso", como lo llamó Noemia, para llevar a cabo su cometido.

Por todo cuanto sabía ella, aunque enviásemos a Clim hacia Quajk, él pronto se agotaría y tendría que detenerse a descansar, o en el peor de los casos perdería la conciencia en medio del camino. Sin siquiera llegar más allá de Duhjía.

Así que la situación se extendía.

Aquel día, me hallaba sentada en el sofá del estudio de Ambón, envuelta en mantas y almohadas, mientras que él leía informe tras informe. Sabiendo de su preocupación por el aumento de los Monstruos y la disminución de la temperatura, sumado a la escasa frecuencia con que los mensajeros salían y entraban en la ciudad, entonces exclusivamente Bletsun, me limité a darle mi apoyo. Mientras me esforzaba por ignorar el frío.

—Estas muy callada. —Expresó lo obvio, dirigiendo su mirada tensa hacia mi.

—No quiero molestarte —dije con una sonrisa, logrando suavizar su tensión.

—Nunca serías una molestia, amor —replicó, esbozando una sonrisa que calentó la habitación y provocó un cosquilleo en mis manos.

Anhelaba deslizar mis dedos entre las oscuras hebras de su cabello, acariciar su mandíbula tensa y besar sus ásperas mejillas hasta llegar a sus labios...

—¿Interrumpo? —Preguntó Noemia, asomándose por las puertas.

Mi corazón dio un brinco y mis mejillas ardieron, las últimas delatando el curso que habían tomado mis pensamientos.

—No, Noemia. ¿Qué te trae por aquí? —dijo Ambón, centrando su atención en ella.

Ella ingresó, acercándose al escritorio de Ambón con su mirada risueña todavía sobre mi, pese a que trate de ignorarla.

—Nada concreto. —Contestó—. Solo me preguntaba que estaban haciendo. Se me hace extraño no verlos cada tanto.

Su sincera explicación no alivió mi bochorno, pero en gran parte contrarrestó la incomodidad.

—Es bueno saber que nos extrañas. —Espetó Ambón, dándole una radiante sonrisa mientras se apartaba del escritorio dirigiéndose a mi lado.

—No te creas tanto —bufó ella.

Ambón se dejó caer a mi lado, enlazando mi mano con la suya mientras la otra sujetaba el libro sobre mi regazo. Una sonrisa tiró de mis labios, e hice el ademán de hablar con la atención de ambos cayendo sobre mi.

—Dis-disculpen —jadeó un hombre en las puertas.

Un segundo después reconocí aquella inclinada figura como Garb, quien tomaba aire tras una obvia carrera.

—¿Garb? ¿Qué ocurre? —Inquirió Ambón, presionando mi mano con fuerza mientras la tensión le envolvía.

Garb tomó grandes bocanadas de aire, apartándose de Noemia cuando ella intentó alcanzarle.

—Ha... Ha llegado un mensajero... —Comenzó, recomponiéndose mientras veía directamente al príncipe—. El Bletsun de los rayos, Arzai, ha enviado una misiva urgente. Solo tres palabras; Kuejt ha despertado.

Tras un silencio expectante, Noemia fue la primera en hablar.

—Gracias a los Dioses —dijo, uniendo sus manos en una plegaria silenciosa.

—Llama a Clim, y que algunas doncellas preparen los enseres para... —decía Ambón, pero de repente vio hacia Noemia como si una idea imprevista le azotase—. ¿Irás con él?

La extraña sorpresa en las facciones de la mujer, aunque solo duro unos segundos, fue demasiado obvia.

—No puedo dejarte, Ambón. —Negó.

—Pero dijiste que necesitaría...

—Sé lo que dije —Le detuvo, alzando una mano con su rostro inmutable—. No obstante, bien sabes que no puedo dejarte. Por otra parte, tienes que enviar a alguien que sea capaz de mantener sus pies sobre la tierra, y eso es algo que yo no podría hacer ni en un millón de años.

—Un momento. —Intervine al fin—. No comprendo de qué hablan.

Garb suspiro y fue a recargarse contra el escritorio, mientras que Noemia comenzaba un breve paseo frente a nosotros. Ambón sostuvo mis manos y me explicó con brevedad;

—Como Noemia viene diciendo desde hace diez años, Clim necesita un "impulso" para su fuego. Por lo cual llegó a la conclusión, gracias a los registros del maestro Balkar, que el mejor método vendría siendo las fuerzas naturales de Kuejt.

Sus suaves palabras no disminuyeron el piquete de dolor en medio de mi pecho. De todas las cosas que pudo ocultarme, no me esperaba que algo concerniente a uno de mis amigos, además del único Bletsun que podía llevar la victoria, fuera una de ellas.

—¿Por qué no me contaron? —Medio gruñí.




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