Hazel (el otro Radwulf 1)

Capítulo XII

Un día antes de llegar a Real, nos detuvimos a medio camino entre éste y Zufhwyth, en un poblado escaso llamado Pyuwen. Ahí, dos corceles nos esperaban listos para partir al alba, una vez hubiésemos conseguido un descanso de al menos un puñado de horas.

Ignorando las miradas curiosas del dueño de la posada, con el que tuve que tratar para evitar que Clim interactuase demasiado con la gente, seguimos a la joven hija del hombre hacia las humildes alcobas en que dormiríamos. Tras dejar a un silencioso Clim en su puerta, la inquieta muchacha apenas lograba ocultar su curiosidad.

—¿Qué me quiere preguntar, señorita Raisa? —inquirí, ya frente a mi puerta.

Sus mejillas se tiñeron rojo, sus ojos se abrieron aún más y sus manos se engancharon en la gruesa tela de su falda.

—Y-yo... yo solo... me preguntaba... he escuchado... —balbuceó apenas.

Sacando paciencia y amabilidad, quizá de mis diez años de experiencia apaciguando gente, o el mero cansancio del viaje, alce su barbilla con la punta de mis dedos enguantados.

—¿Qué es? —murmuré suavemente.

—So-sólo me preguntaba... —murmuró, enderezándose mientras tomaba aliento—. He escuchado tantos rumores sobre los planes del príncipe, que yo... bueno, Lady Hazel, el joven que le acompaña es él, ¿verdad? ¿El Bletsun de Fuego?

Esperando unos segundos antes de contestar, decidí rápidamente que no había daño en la verdad.

—Si. Él es Clim de Kuejt, el Bletsun de Fuego que nos ayudará a acabar con los Monstruos del Abismo, el frío y el tirano Traidor.

Varias emociones navegaron por sus infantiles rasgos, entre ellas; la alegría, el miedo, el dolor y la esperanza.

—Oh —susurró al fin—. La-lamento mi impertinencia —Se disculpó, sin convicción.

—Descuida. —Acaricie su mejilla e ingrese a la habitación, regalándole una sonrisa.

—Que Suphnos Orbhö le brinde dulces sueños —Se despidió, entonando su deseo cual cántico.

Apenas habiendo logrado quitarme el largo abrigo con capucha y la gruesa chaqueta abajo, me lance sobre la cama y comencé a quitarme las botas en una agotadora batalla de pies, mientras mis párpados se negaban a permanecer abiertos.

No mucho después, un par de fuertes golpes en la puerta seguidos de un familiar gruñido, me trajeron de vuelta de un sueño sin sueños. Me vestí con prisa y destreza, antes de apresurarme a salir tras sus pasos. Los corceles nos esperaban listos e inquietos, mientras nos desperezábamos con un dulce brebaje caliente dispensado por la joven Raisa. Y entonces partimos, aferrándonos a los corceles en una carrera que alzaba la fangosa tierra a nuestros pies, cruzando la bruma matutina con la mirada puesta en el este.

A pesar de que la capucha permanecía fuertemente calada en torno a mi rostro, el frío azotaba la piel de mis mejillas, nariz y barbilla sin clemencia. Sólo arropándome con la esperanza de la pronta victoria, logré evitar que las inclemencias me derribaran.

Cuando divisamos la gran torre central del Palacio, avivamos el paso y logramos llegar antes de que la débil luz que se colaba entre las gruesas capas de nubes fuera bruscamente menguada. Pequeñas hogueras a cada lado del camino, alimentadas por los restos de los Monstruos que evidentemente habían liquidado, dieron paso a grupos de soldados que permanecían atentos mientras preparaban los carros con suministros que pronto secundarían las tropas rumbo a Duhjía, sólo deteniendo su labor brevemente para saludar a su General con la palma sobre el corazón. Un puñado nos rodearon en el último trecho, acompañándonos hasta las puertas principales de Palacio.

Ambón en persona nos recibió, viéndose aliviado cuando nuestros ojos se encontraron.

Inmediatamente, Noemia ordenó a un par de soldados que los Comandantes acudieran al lugar sin demora. Mientras que Clim y yo desmontamos los corceles, para luego descansar en la primera sala del área central. Mara y Lorret no hallaban la hora de arrastrarme a mi habitación, pero yo me negué a algo más que una lavada de manos y rostro. Quería estar ahí cuando mis amigos partieran, y nada en el mundo lo evitaría.

Ambón paseaba nervioso por el espacio libre, frente a la mesa en que permanecía desplegado un mapa de Radwulf, no apartó sus ojos de mi hasta que los seis Comandantes y el General, se sentaron alrededor de la mesa viéndose más ansiosos que temerosos. Noemia y Lesson fueron los últimos en llegar, siendo él quien quedó de pie tras Clim.

Haciendo a un lado la silla, el príncipe dirigió una mirada a cada hombre, hasta detenerse brevemente en su Guardiana.

—Eso es todo, señores. Llegó el día. —Comenzó.

Después de unos quince minutos en que él refresco las bases de la avanzada y los movimientos que debían realizar en caso de, señalando en el mapa el recorrido que no debía tomar más de tres días, finalmente les despidió, incluyendo al silencioso Bletsun, permitiendoles unas horas de sueño antes de la partida programada al alba.

Por alguna razón, Lesson y Noemia se rezagaron, trasladándose a cada lado del príncipe.




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