Hazel (el otro Radwulf 1)

Capítulo XIV

Mientras me paseaba por la extensión de aquel renovado salón privado de Palacio, ubicado en el ala perteneciente a la familia Real, no dejaba de pensar en Clim. Los breves minutos que estuvimos juntos después de la celebración, donde pude entregarle aquel cuadro de Kuejt que trace con tantas esperanzas y cariño, enterándome de su boca que el Traidor había muerto y Amace había huido, no fueron un alivio de forma alguna.

Quería poder hablarle, calmarle y convencerlo de no seguir con su necedad en juzgar a Amace. Pero sólo podía esperar a que volviera, consumiéndome en la preocupación.

—Abrirás un agujero a tus pies, amor —dijo Ambón desde las puertas, cargando un fajo de documentos.

Solté un quejido e intente calmarme mientras le imitaba, dirigiéndome al sofá. Él palmeó el lugar a su lado, dándome una pequeña sonrisa.

—¿Qué es? —inquirió, acercándome más a su cuerpo mientras me acomodaba.

—Todo —gimotee, y luego solté un suspiro.

Me recargue en su costado, colocando mi cabeza sobre su hombro, en un intento por aliviar la tensión de mis músculos. Él deslizó una mano por mi espalda, provocando que aquella cálida y familiar sensación cosquillease por toda mi piel.

Un suspiro quejumbroso escapó entre mis labios y él beso mi cabeza, antes de alzar con su mano libre una de las hojas que dejó en su regazo.

—Intenta distraerte —murmuró—. Tenemos demasiado trabajo por delante, como para que te preocupes en vano.

—Lo sé. —Suspiré.

Sentada ahí, junto al hombre que amo, sentía como poco a poco me comenzaba a relajar. Pero había algo que aún no dejaba mi mente, pese al esfuerzo que ponía en ello.

—Ambón, ¿Clim te contó cómo fue que su encuentro con Tarsinno? —inquirí, sintiendo como de inmediato se detuvo su mano en mi espalda.

Su tensión reavivó mis preocupaciones, impulsándome a moverme a un brazo de distancia y fruncir el ceño a su evasiva mirada.

—¿Ambón? —Medio gruñí.

—¿Hum? —Rasco su nuca dirigiendo su atención al fajo de papeles.

—¿Es necesario que te recuerde nuestra platica sobre los "secretos"? —inquirí, estrujando mis puños sobre el regazo.

Giró su mirada de vuelta a mi, con una mueca dolorida e incómoda. Él sabía que nada, absolutamente nada justificaría cualquier intento de su parte por ocultarme información, y que me era indispensable conocer si estábamos "juntos" en esta vida.

—No es... Dioses... —balbuceo—. Esperaba no tener...

—Sólo dímelo. —Le corte, cruzando mis brazos y dirigiéndole una mirada furiosa.

Suspiró y giró su cuerpo hacia mi, dejando los papeles a un lado mientras se serenaba con una inhalación.

—Esperaba que no me preguntaras. —Comenzó.

Sabiamente me abstuve de soltar una réplica desagradable, dándole oportunidad de decirlo todo. A pesar de no saber qué era ese todo.

—Con la rapidez que a ocurrido todo y la presión por restaurar lo destruido, esto... esperaba dejar las dudas en un segundo plano. Pero tienes razón; no te lo ocultare.

—¿Dudas? —murmuré.

Él asintió, inclinándose para sostener mis manos entre las suyas.

—Clim encontró al Traidor en su castillo y lo enfrentó, pero vencerlo le recordó lo que Noemia expresó hace diez años... sobre el Oscuro libro del Caos.

»Con todo el poder oculto en sus malditas páginas, ningún humano puede tocarlo sin que su alma sea devorada, Hazel. Es tan peligroso, que sólo los Bletsun de gran poder podrían sostenerlo, o al menos... eso es lo que siempre ha sabido.

»Cuando el Traidor lo robó, la muerte de Balkar y mi padre, además de los Monstruos que convocó entonces, fueron suficiente distracción como para que Noemia y yo tardásemos en meditar a fondo el hecho. Y lo ocurrido con Clim confirma nuestras sospechas: Tarsinno no fue el único Traidor.

Un estremecimiento helado recorrió mi espalda, mi corazón se aceleró con miedo y mis manos, todavía entre las suyas, comenzaron a temblar.

—¿Tuvo un cómplice Bletsun? —Medio jadeé. Él asintió, soltando un suspiro.

—El Tarsinno que Clim enfrentó, sólo era un hombre acorralado. El libro se hallaba en otro lugar del castillo y ni siquiera trato de ir por el.

—No entiendo... ¿Por qué...? —titubeé, tratando de recordar y ordenar todos los relatos que había escuchado sobre ese día—. Habían algunos hombres con él —Asentí—, pero sí es cierto que ningún humano normal puede tocar ese libro, y un Bletsun le ayudó, ¿cómo es posible que Noemia no lo notara? ¿O algún otro? ¡por todos los Dioses, los Bletsun entraban y salían de Palacio a diario!...




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