- No pueden hacer eso. - Liam graznó molesto, apretando los puños a los costados y sintiendo la respiración agitada. - No pueden donar su corazón, ¡maldición!
- Liam, cariño... - La señora Edwards le dio una mirada triste, rápidamente las lágrimas se formaron en los iris de la mujer y pequeñas gotitas saladas se deslizaron con impaciencia por sus arrugadas mejillas. - Mi hija lo quería así, era la última voluntad de nuestra Perrie, lo sabes, cielo.
Sí, lo sabía, más que nadie, pero se sentía tan enfermo de no poder enterrar el cuerpo completo de su esposa que, ahora se estaba negando profundamente a la idea de donar su corazón y cremar el resto.
Liam era un joven que, a la edad de 24 años, la vida le había arrebatado más de lo que desearía tener. Estuvo en una relación de 5 años de los cuales 2 fueron de casado. Perrie Edwards, su difunta esposa, fue el amor de su adolescencia y parte de su juventud. Estaba seguro como el infierno de que sería parte de su adultez y su vejez si la vida no se la hubiera arrebatado a una edad tan temprana.
Perrie siempre decía que ayudar al prójimo hacía tu corazón más contento, incluso si aquello significaba dar tu propia vida. Liam estaba claro que, en algún lugar, sea donde sea que estuviera, ella estaba feliz porque hasta el último respiro, pudo ayudar a otra persona, esta vez, donándole su corazón.
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Tres meses después...
Respirar el aire de afuera se sentía extremadamente bien. Sus pulmones se lo agradecían cada vez que inspiraba fuertemente y sus orejas se deleitaban con el ruido acústico de las calles. Los transeúntes, caminando de lado a lado sin notar la emoción de una persona que había estado tres meses encerrado en un hospital que, para su mala suerte, poseía todo el equipamiento necesario para su rehabilitación.
Zayn posó una mano en su pecho, donde latía de manera viva un corazón transplantado, un corazón que no era el suyo, y se sentía extraño, sobre todo porque las emociones que lo albergaban eran tan distintas que no sabía si reír o llorar, o hacer las dos al mismo tiempo.
Caminó hasta la parada del autobús para llegar a un destino en particular. Las manos en su pecho apretando la correa del bolso con sus pertenencias. ¿Debía comprar flores? ¡Claro que debía! Pero estaba tan emocionado que los pensamientos no llegaban de forma muy racional a su cabeza.
En la entrada del cementerio compró un pequeño ramo de flores blancas y apretó el agarre cuando entró a la sala donde se encontraban distintas urnas. Sacó el papelito guardado en su bolsillo, y leyó el nombre que el doctor le había dado semanas atrás, cuando tuvo que rogar más de lo necesario para saber un poco de la persona que había donado el corazón.
Buscó entre los estantes hasta que dio con su nombre. La urna se encontraba justo en el centro, la foto de una muchacha sonriente y otras flores que Zayn tapó un poco con el ramo que había llevado.
Dejó su bolso en el suelo de baldosas y se hincó haciendo una reverencia completa y orando ahí de rodillas. - Gracias. - Susurró con una sonrisa sincera. - Gracias, Perrie Edwards, por darme tu corazón.
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