Harry permanecía de pie frente al ascensor que venía bajando desde el cuarto piso. Cambió su peso y se encogió en su sitio al sentir el frío entrar por la puerta gigante de la recepción. A su lado, su guardaespaldas mantenía la misma postura de acero, en posición de descanso militar observando para todos lados. No pudo evitar sonreír, era como si el muchacho nunca perdiera la compostura. Sus miradas se encontraron y Harry le miró fijamente, era tan lindo.
El ascensor sonó y las puertas se abrieron. Él fue el primero en entrar.
- Marca el quinto piso, Ni.
El nombrado no vaciló y marcó el piso destino, haciendo que la luz brillara alrededor del número cinco.
Y se quedó de pie ahí muy cerca de la puerta con la misma postura que antes. Harry, quien ya estaba recostado en la pared del fondo, le miró de pies a cabeza de manera desvergonzada, casi deseando que su guardaespaldas se diera la vuelta y le pillara en el acto.
Relamió sus labios secos y tragó duro. Nunca había tenido ninguna fantasía o alguna especie de fetiche con hombres vestidos de traje negro. Pero que el contrario, más joven que él, permaneciera ahí de pie tan alejado, casi como si su presencia le repugnara, le calentaba; podía jurar que si seguía admirando la forma en como los músculos de su espalda se contorneaban; o cómo la tela negra marcaba su trasero, tendría una erección, y le daría lo mismo.
Hay que explicar varias cosas de Harry Styles; su primer protagónico había tenido éxito, los fans crecieron y hace como un mes su agencia había contratado los servicios de un guardaespaldas debido a que a su manager le daba una crisis tremenda cada que notaba que algunas fans se mantenían siempre a su alrededor.
El chico que ahora velaba por su vida más que por la suya propia era Ni, un muchacho de apenas 18 años; misterioso, callado, inexpresivo y decidido a mantener una sola tarea en el mundo: proteger su pellejo. Y Harry se había prometido a sí mismo por varias semanas no verlo como el príncipe que lo rescataba de aquella torre rodeada de dragones. ¡Joder no, que cursi! Pero le fue inevitable cuando el rubio tenía esa carita de bebé. Le fue inevitable no terminar todo enamorado de él.
Harry pegó la cabeza contra la pared y le miró de soslayo. - Hey, Niall. - Dijo con voz suave utilizando el nombre completo de su empleado y no el tonto e infantil apodo que le había puesto. - No te voy a morder si es lo que te asusta, puedes acercarte más a mí. ¿Quién sabe? De pronto puede salir una fan por arriba y matarme. Ahí tan lejos no podrás protegerme.
Era ridículo que sólo él encontrara la situación excitante. Sabía que su guardaespaldas ni se avergonzaba cuando él intentaba coquetear. El chico era tan carente de emociones que ni se inmutaba ante sus palabras. Y Harry parecía haberse acostumbrado al automático rechazo.
Niall se giró hacia su dirección y mantuvo la misma postura. - La distancia entre usted y yo es suficiente para que yo pueda actuar rápido si ocurre un percance que pueda perjudicar su vida.
Harry levantó una comisura de su labio y resopló porque, que alguien le golpeara en sus pelotas ahora, el chico era inquebrantable. ¿Cuántas veces había intentado, aunque fuera, hacerlo sudar? Y no es como si pasara seguido, ni como si Harry andara por la vida teniendo fantasías sexuales con trabajadores uniformados. Era la primera vez que había tenido tantos deseos por alguien, y ese alguien ni siquiera lo tomaba en cuenta.
- Pero yo te quiero aquí a mi lado, Ni...
Su guardaespaldas le miró con esos ojos azules, lucía tierno.
No dijo nada. Harry le hizo un mohín tierno, como si quisiera hacerle un puchero por no ser tomado en cuenta. Y es que no le importaba realmente tener que rogarle a Niall, por él podría atreverse a muchas cosas, aunque estúpidamente el chico nunca se daba cuenta. Era como un robot carente de sentimientos. Y las únicas veces que Harry podía corroborar que un corazón latía ahí en su pecho, era cuando en sitios aglomerados debía apegarse por completo a él. Y él como el zorro astuto que era, aprovechaba todos esos momentos para grabarse el fuerte latido en su pecho, lo duro que era su cuerpo bajo la tela o lo largo que eran sus dedos cuando a veces envolvía su muñeca.
El ascensor se detuvo en el tercer piso, sin embargo, nadie entró. Justo cuando las puertas se iban cerrando, Niall de la nada se acercó a él, quedando a su lado con unos pocos centímetros separando sus brazos. Harry sonrió a lo grande, sintiendo las mariposas -muertas, por cierto, por los constantes rechazos- revolotear de forma viva ahí en su estómago. No dudó dos veces y sin importarle, se acercó, cerrando la distancia y dejando que sus hombros se toparan. Que idiota, parecía un niño de primaria enamorado de su profesora.
Pero como su propia vida le odiaba, o quizás la alineación de los astros ese día estaba en su contra para que él y Niall nunca pudieran enredarse en la misma cama o sea lo que sea que pasara por su pervertida cabeza, el ascensor llegó al piso destino haciendo que el chico se alejara de él al minuto en que las puertas se abrieron, haciéndole el gesto para que pasara primero.
Harry sólo gruñó molesto sintiéndose horriblemente frustrado sexualmente, porque si hablaba en términos sentimentales, su corazón era casi una resiliencia al estar acostumbrado al constante rechazo que Niall le hacía sin siquiera darse cuenta.
- Señor, ¿cuál era el número del apartamento? - Niall levantó las cejas curioso esperando por una respuesta. Harry se demoró en responder porque se encontraba grabándose ese rostro, era raro verlo haciendo alguna expresión facial. De inmediato se maldijo. Estaba tan jodido.
- Es el del fondo.
Cuando por fin llegaron se olvidó de su mala vida amorosa y, en cambio, diferentes emociones comenzaron a burbujear en su pecho. Arregló su ropa casi de manera automática y abrió la cajita numérica para escribir el código de la puerta.