¿No te quieres aparecer en mis calzones, también?
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¿Qué estaba intentando hacer? ¿A caso disfrutaba jugar con mi mente? Un día me dice que no me quiere ver ni en pintura y al otro me acepta el seguimiento. Y peor aún, me sigue.
Idiota, idiota, idiota.
Idiota yo, no él.
Idiota, por permitir que a mi corazón le dé un vuelco con una simple acción suya.
Pero le despreciaba.
Le gustaba sacarme de las casillas.
Le encantaba.
Mi celular sonó.
—¿Ajá?
—¿Qué haces?
—Nada.
—Perfecto. Ven a mi casa.
—¿A qué?
—¿A qué más, Jeudy? Quedamos en que iba a ayudarte a estudiar.
Oh.
Mierda.
Yo no quería estudiar.
—¿Dije que estaba haciendo nada? —Me reí—. Quise decir que estaba ayudando a mami a lavar la ropa. Puff, estoy súper ocupada —Mentí, en realidad estaba viendo mi drama.
—Buen intento. Pero ya llamé a tu madre y le avisé de antemano. Así que, levanta ese gran trasero de tu cama y ven a mi casa —Intenté decir algo pero no me dejó—. Ahora.
Y colgó.
Me removí en la cama, lanzando patadas al aire. Ah, cómo odiaba estudiar.
Llevábamos más de dos horas estudiando. Había entendido algunas cosas y, otras, por más que intentara entenderlas, no podía. Ojalá haber nacido tan inteligente como Healy, de esa manera, no tendría que sentarme a estudiar y podría comprender todo sin necesidad de esforzarme.
—Creo que es suficiente... —Salté de alegría al escucharla, pero cuando vio mi sonrisa, inmediatamente la apagó—. Por hoy.
Nos lanzamos en la cama, usando nuestros celulares. De vez en cuando, nos mostrábamos memes y videos que nos parecían interesante. De repente, Healy casi me tumba del hombro y me pone su celular en la cara.
Era una foto de Healy en un lugar con mucha gente. Por lo colores y la cantidad de personas que había, podía deducirse que estaban en una discoteca. ¿Pero, por qué Healy se había alterado tanto?
Cuando me vio confundida, notó que estaba perdida.
—Están en una villa —¿Y?, pensé—. Es la villa de la familia Montana. De los padres de Marimar y Markel.
Oh, y Markel no nos invitó...
Agarré el celular y busqué el número de Markel.
—¿Jeudy?
—Hola, Markel, ¿cómo andas?
—Eh, bien, que raro que me llames.
Healy me dio unas palmadita en la espalda para que pusiera la llamada en altavoz. Lo hice.
—Pues, por nada, ¿no puedo llamar a mi amigo? —Podía imaginarme su cara de confusión.
—Pues, si... supongo.
—¿Y.. dónde andas?
—Pues, ¿dónde más? En mi casa.
Healy y yo nos miramos, ladeando la cabeza... que decepción. Nos estaba mintiendo.
—¡Mentiroso! —gritó a mi lado—. ¿Somos tus amigas, eh? Y haces fiesta y no nos invitas, a parte de que nos mientes.
—¿Healy? ¿Qué yo hice que? ¿De qué hablan?
—Ya vimos lo que publicó Mar en su cuenta. Organizaron una fiesta en la villa de tu familia y nos nos invitaron.
—Espera, ¿qué Marimar hizo que?
Hubo un silencio de unos segundos en la llamada.
—Escuchenme. Arreglense, pasaré por ustedes en treinta minutos.
—¿Qué?
Y colgó.
Últimamente las personas tenían la mala costumbre de colgarme. Lo estaba empezado a odiar.
—Wey, ¿qué le pasa? —inquirí.
—No lo sé, pero dijo que pasaría a buscarnos, así que es hora de arreglarnos.
—Pero no le pedí permiso a mis padres —recordé.
Ambas nos quedamos mirándonos serias, para después ponernos a reír.
—Como si esas cosas pasaran.
Ya en el auto con Markel, le preguntamos que sucedía.
—Me traicionó —expresó, sin más.
—¿Por qué?
—Llevábamos planeando está fiesta meses, entre los dos. Elegimos la fecha en la que nuestros padres estarían de viaje, pues nos tienen prohibido organizar fiestas en propiedades privadas.
Él tenía el lujo de decir: "propiedades privadas", en plural. Yo solo tenía una y era mi casa que ni siquiera era mía, sino de mis padres. Pero, ¿cómo podríamos entenderlos? Son cosas de gente con dinero. Hablaban de propiedades como su fueran juguetes.
—¿Y por qué la hizo sin ti? ¿Pasó algo entre ustedes?