Hearts Alight: A qué te hago caer

Capítulo 11.

Hagámonos los tontos.

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Llegó el día del campamento.

En otras circunstancias, me emocionaría, pero en vista de que me tocaba ser monitora, la cosa ya no pintaba tan bien. Aunque... no es como que las cosas fueran a salir mal. Ya me conocen. Y... obedecer las reglas no es tanto lo mío.

Empaqué un bolso pequeño, entiéndase el sarcasmo, con las cosas que creía necesarias. Mis padres aún no despertaban. Son al rededor de las cinco de la mañana. Dijeron que, aprovechando que no me tendrían en casa por más de una semana, disfrutarian por fin estar solos haciendo algunas cosas.

¿Qué cosas harían? ¿Por qué me preguntan a mí? Que asco.

Healy me pasó a buscar esta vez.

Entramos al autobús. Estaba casi lleno. Solo quedan dos asientos vacíos. Un asiento al lado de Markel, quien al verme me saluda, y otro al lado de Lee. Healy pasó a mi lado sin dejarme pensar mucho, sentándose junto a Markel.

Me acerqué a Lee, quien estaba sentándose del lado de la ventana.

—¿Puedes dejarme ese asiento? —le pido. Él llevaba sus audífonos así que no me miró. Le toco el hombro. Me mira. Volví a pedirle lo mismo.

—No.

No sé ni para qué lo intentaba. Me siento sin decir más a su lado. No me gusta el asiento del pasillo. Es aburrido. Sin embargo, el lado de la ventana es todo lo contrario.

Sin tener más nada que hacer y aún ensueñada por haberme levantado tan temprano, caigo dormida en unos segundos, despertándome luego de que una persona me zarandeara el cuerpo.

—Ya llegamos. Levántate.

Efectivamente habíamos llegado. Los autobuses llenos de estudiantes no tardaron en aparcar.

Bajé junto a Healy.

Al hacerlo, mi vista quedó complacida al divisar árboles altos y majestuosas que se mecían al compás de la brisa fría de la mañana. El olor a pino y a tierra húmeda me entró por las fosas nasales.

El campamento se encontraba en una pradera, rodeada de un bosque frondoso. Era algo simple pero a la vez lujoso. Había cabañas y algunas casas de campo simples. Al continuar la caminata, pudimos notar un elegante arroyo que burbujeaba entre las rocas.

Las carpas estaban colocadas en círculos, dejando espacio en medio para la fogata.

A los lejos, en las montañas, se veían algunas juegos. Estaba segura que allí se contraba el campo de golf que estaba loca por probar.

El lugar era bastante grande, donde estábamos no era ni una sola parte de lo que componía el campamento en su totalidad. Estaba emocionadisima.

—Vamos a instalarnos para recorrer —Healy me tomó del brazo, llevándome hacia las carpas.

Una mano me detuvo, agarrandome de la muñeca y separándome de mi amiga.

—Este es tu camino, ojos verdes —Lee. Me llevaba consigo, dirigiéndose a unas cabañas simples pequeñas y echas de madera.

No. No. No.

—¿Qué?

—Somos monitores, no campistas.

El pequeño recordatorio se sintió como un aguijón que se clavó en mi piel.

—¿Y?

—¿Y? —Me mira con las cejas arqueadas—. Y vinimos a trabajar, no a disfrutar.

Miré hacia atrás, como mi amiga se alejaba de mí. Nuestros rostros se contorcionaron en una mueca de tristeza mientras fingíamos lágrimas.

Pataleé como una niña pequeña antes de dirigirme a mi cabaña.

Como mencioné, no era nada lujoso, era simple. Una pequeña cama, cocina y baño, la componían. Bueno, al menos estaba construida para una sola persona y no tendría que compartir.

Me senté en la cama. Odiaba ser monitora.

Alguien tocó la puerta, procediendo a entrar.

—Aquí está el itinerario —dijo, pasándome una hoja con las actividades que se realizarían.

Resoplé.

—¿No podías entregármelo mañana? Me acabas de terminar de arruinar la noche.

—Pff, para nada quería eso.

Me lancé de espaldas a la cama, pero no pasó un segundo cuando Lee me tomó del brazo intentando pararme. Abrió los ojos con gran sorpresa cuando vio que no pudo levantarme a la primera, poniendo, sin evitarlo, una sonrisa de satisfacción en mis labios.

—Las cosas no siempre son lo que parecen —le dije, cambiando el rol. Deslicé mi mano  por su brazo y esta vez era yo quien lo tenía de rehén—. Parezco débil, pero no lo soy.

En cuanto terminé mis palabras, lo jalé hacia mí, haciendo que, inevitablemente, cayera encima de mí. Y sí, no calculé la fuerza con la que lo hacía.

Puta madre. Sí que pesa.

En cuanto pudo levantar la cabeza, nuestras miradas se encontraron. Y, de repente, me volví consciente de la cercanía que a ambos nos envolvía. Quería decir algo, hacer algo, pero mi mente se quedó en blanco y no podía articular palabra alguna.

Estaba nerviosa.

Mi estómago parecía hacerse un ovillo de serpientes, enroscándose y desenroscándose sin cesar. No iba a preguntarme lo que me pasaba. Era obvio. Aún sentía algún tipo de atracción hacia Lee. Creí que era algo más obsesivo, como el amor que le tienes a un famoso que sabes que jamás podrás conocer en tu vida, pero no lo es. A él lo veo como un chico y no como alguien fuera de mi nivel.



#7670 en Novela romántica

En el texto hay: romance, latina, coreano

Editado: 24.04.2024

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