Hearts Alight: A qué te hago caer

Capítulo 17.

Convertido en un prisionero por la fascinación de sus ojos. 

Narra: Lee Taein.

Me despierto con un fuerte dolor de cabeza. Para colmo, tenía que soportarlo. No tenía nada para quitarme el dolor a excepción de una pastilla que no pensaba usar para mí. Además, sí iba a la enfermería, se darían cuenta de que había estado bebiendo en la fiesta. Fiesta que se supone que estaba prohibida porque no tenía supervición de algun adulto. Agregando que, se supone que me pasé toda la noche en mi cabaña y nunca salí de ella. 

Me arreglo y me dirijo a continuar con el trabajo. Es el último día de campamento y la última actividad es un pequeño festival de talentos. Tenemos mucho trabajo por delante. 

Entre la multitud de estudiantes que se encuentran en la misma o peor situación que yo, busco con la mirada a alguien en particular, hasta que la veo acercarse hacia mí.

Tiene el rostro enrojecido y unas terribles ojeras. Su cabello está húmedo, suelto. Su flequillo cae, pegándose en su frente. Y, como siempre, anda sin maquillaje, con un aspecto despreocupado. Se detiene frente a mí, evitando mi mirada. Por alguna razón, siento un escalofrío recorrer mi cuerpo y empiezo a ponerme nerviosa. 
Jeudy rasca su cuello y finalmente me mira a los ojos.

—Eh —articula, quedándose unos segundos pensativa—. Fíjate que soy medio delulu... ¿Ha pasado algo entre nosotros?

Frunzo el ceño y continúo ayudando, bajando las cajas del camión.

—¿De qué estás hablando? —pregunto.

Ella suspira, toma una caja del camión y me sigue, llevándola hasta la tarima.

—Anoche, cuando me llevaste a la cabaña, ¿ocurrió algo entre nosotros? —Veo que le cuesta subir las escaleras con la caja. Me detengo un momento y se la quito, cargándola yo en su lugar—. No recuerdo lo que pasó y tengo algunos recuerdos borrosos.

—¿Qué tipo de recuerdos? —La miro, alzando una ceja—. ¿Estás insinuando que manchas mi reputación con tus pecaminosa imaginación?

Me acerco a la fuente y tomo un poco de agua. También me seco el sudor de la frente y el cuello. Llevaba horas despierto trabajando y necesitaba unos minutos para descansar. Siento la mirada de Jeudy sobre mí. Se queda perdida por un momento, mirándome. Carraspeo para traerla de vuelta a la realidad.

—Emm... ya no importa —dice—. Supongo que me lo imaginé todo.

Comienza a caminar, alejándose del lugar. 

Un impulso escapa de mis labios.

—Jeudy —pronuncio su nombre sin poder evitarlo. Ella se da la vuelta y aún se nota el enrojecimiento en su rostro.

—¿Sí?

Mis manos pierden el control y empiezan a moverse sutilmente de un lado a otro. Estoy temblando. Demonios.

—Emm... —Ni siquiera sé por qué la llamé. Fue como si mi boca hubiera tomado esa acción impulsiva por sí misma.

¿Por qué siento que su mirada se ha convertido en una necesidad para mí?

Ya no es solo su mirada la que me afecta, sino también su cercanía. Se aproxima, sus ojos atravesandome con intensidad. 

¿Cómo es que he llegado a ser prisionero de la fascinación en sus ojos?
Meto la mano en mi bolsillo, sacando una pastilla para la migraña. Se la paso. Ella me mira de manera extraña, arrugando su nariz.

—Te ves terrible —destaco.

Ella se ríe: —¿Te has visto tú?

—La necesitas más que yo. Ni siquiera me duele tanto —Mentira.

La toma, dudosa.

Y dice antes de marcharse:

—Aún sigo creyendo que no eres el verdadero Lee.

Y reí. Ella también lo hizo, sin darse cuenta de que había delatado su mentira.

Narra: Jeudy Marshall.

No, no había bebido demás. Recordaba absolutamente todo, principalmente como ayer se me estaba insinuando, apunto de besarme. Sin embargo, él sí parecía andar borracho, ¿qué otra razón habría como para que él me dijera que, básicamente tenía ganas de besarme? Obviamente no estaba en sus cinco sentidos. Lo mejor fue actuar como que no recordaba nada, así me ahorraba la vergüenza.

Camino al comedor, me choqué con el director, quien discutía con dos estudiantes. Iba a pasar de largo pero él enfocó su mirada en mí y luego me llamó.

—Quería hablar con ambos.

Arrugué el entrecejo, ¿por qué decía ambos? Miré a mi lado y Lee estaba ahí. Dios mío, ¿cómo es que aparecía así siempre?

—¿En qué podemos servirle? —inquiere, de manera muy educada.

Me sorprende ver que, a pesar de la manera tan injusta en el que el director nos castigó, él seguía guardandole respeto y no permanecía rencoroso. Lee es muy calmado. Porque la única razón por la que no lo he odiado es porque para mí es cono un padre, pero de haber estado en elnluhar del chico a mi lado, desde hace rato le hubiera hecho un muñeco vudú y pinchado una y otra vez. 

—Verán... debo pedirles una disculpa —Lee y yo nos miramos con las cejas arrugadas—. Anoche atrapé a estos dos estudiantes borrachos, eh, comportándose de manera irrespetuosa. Y, resulta que eran ellos los del vídeo. 



#7670 en Novela romántica

En el texto hay: romance, latina, coreano

Editado: 24.04.2024

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