Hearts Alight: A qué te hago caer

Capítulo 19.

¡Un aplauso para esta pareja que está enamorada!

Capítulo 19:

—¡Queremos que muestres la pintura! —Oí a alguien gritar entre la multitud, y en ese momento me di cuenta de que tenía un escenario lleno de personas esperando por mí.

Cuando las personas la vieron, quedaron igual de sorprendidas que yo.

—¡Ese chico te ama! —gritó alguien, dejándome sin aliento.

¿Yo... le gusto a Lee?

Bajé corriendo del escenario con la pintura entre mis manos. ¿Dónde está?

Alguien me agarró de la muñeca.

—¿No vas a verme? —dijo, su mirada suplicante.

No dije nada, pero él pareció entender mi silencio como una respuesta y me soltó.

Lo vi adentrarse en el pequeño bosque, debería estar allí. Caminé por el césped, las luces estaban encendidas y eso evitó que tropezara. El bosque era pequeño, pero aún era fácil perderse. Después de caminar un rato, lo vi recostado en uno de los asientos, mirando hacia la luna.

—¿Vas a quedarte ahí parada mirándome como una acosadora? —dijo su voz, haciéndome estremecer.

—No soy ninguna acosadora, te dije que fue un accidente seguirte en redes sociales —mentí.

Se escuchó una carcajada. Me acerqué un poco aunque él aún no me miraba.

—Sí, ya me contaste esa historia.

Dudé si dar algunos pasos más, pero al final me decidí. Aparté sus pies de un manotazo del asiento y me acomodé a su lado. Él se cayó, emitiendo un quejido. Miré hacia otro lado como si no hubiera hecho nada.

—Explícame esto —le extendí la pintura.

—Es solo una pintura.

—Me dedicaste una pintura.

—No te la dediqué —me arrebató la pintura de las manos, mostrándome mi retrato—. La hice para ti.

¿Acaso había bebido? ¿Podría estar borracho?

Me acerqué más a él y coloqué mi palma en su frente para comprobar su temperatura. No estaba caliente, no estaba enfermo. Intenté retirar mi mano, pero él atrapó mi muñeca. Me miró, sus pupilas dilatadas. La cercanía me afectaba. Tenerlo tan cerca hacía que mi respiración se volviera entrecortada. Su respiración parecía agitada. ¿Sería yo la causante?

Llevó mi palma a su pecho y abrí los ojos sorprendida.

—Eres la responsable de todo esto —susurró, mientras mi corazón palpitaba frenéticamente al unísono—. No puedo soportarte, pero al mismo tiempo me desgarra tu distancia. Cuando no estás bien, me siento peor, y cuando alguien más se acerca a ti, siento un dolor punzante en el pecho. ¿Por qué tendría que sentir algo así por alguien tan irritante como tú?

—¿Estás tratando de declararte? Porque la verdad, no sé si ofenderme o sentirme halagada.

—Supongo que podría ser considerado como una especie de declaración torpe —respondió con una sonrisa irónica. Mira a su mano atrapando la mía en su pecho—. Creo que se me ha pegado tu torpeza.

Reí.

Sentí su otra mano deslizando hacia mi mejilla y, una vez ahí, impulso mi cara hacia él. ¡Dios mío!

—Te necesito más de lo que me gustaría admitir, Jeudy Marshall.

Las palabras escaparon de sus labios y sin esperar un solo segundo más, me besó con desesperación. Sentí cómo apretaba mi rostro, como si tuviera miedo de que en algún momento rompiera el contacto entre ambos. Y siendo sincera, no tenía la menor intención de hacerlo.

...

No había dormido absolutamente nada. Me había quedado despierta toda la noche pensando en lo sucedido. La sonrisa que adornaba mi cara no quería desaparecer por más que lo intentaba.

Pasé mis dedos por mis labios, recordando el momento. El beso fue mejor de lo que imaginé. Sus labios se sentían tan suaves sobre los míos y, a pesar de que yo no era para nada experta en besos, él me guió.

—Perdón —dije cuando nos separamos. Lo había mordido sin querer.

Él se rió.

—Estoy cumpliendo con lo que te prometí —fruncí el ceño. Él notó mi desconcierto así que me explicó—. Te dije que te devolvería lo que te había robado.

Ah, a eso se refería.

Estaba tan avergonzada que podría jurar que mis mejillas ya estaban coloradas. Además de que aún no procesaba que algo así había pasado.

Me levanté, sin mirarlo a los ojos.

—Tenemos que volver.

Él se levantó también, tomándome del mentón para levantar mi mirada.

—¿Te incómodo? ¿No debí hacerlo?

Claro que no me incomodaba, solo era que no había tenido este tipo de contacto con ningún chico, así que no tenía idea de como tenía que actuar o qué decir. Lo más lejos había llegado era coquetear con chicos en fiestas para luego mandarlos a la verga por atrevidos.

Pero esto era diferente, no había sido atrevido y lo mejor de todo, es que sí me había gustado.

—¿Crees que sí me hubiera disgustado tuvieras tus bolas intactas?

—¿Entonces sí lo hago de nuevo seguirás dejándolas intactas?

—Podrías arriesgarte y descubrirlo por ti mismo.

Lleva sus palmas a ambos lados de mi cara y sonríe con picardia.

—Es un riego que valdría la pena tomar.

Sentí como una almohada caía encima de mi cara.

—Sí vieras la cara de estúpida que tienes en estos momentos, a la Jeudy de hace algunos meses no le hubiera gustado.

Me reí.

—Sí le hubiera dicho a la Jeudy de hace unos meses que se estaba liando con un coreano, creo que sí le habría gustado.

—Termina de arreglarte, tenemos que irnos.

Me levanté a regañadientes.

No quería irme. Solamente pude disfrutar de un solo día del campamento, no era justo.

Terminamos de empacar y nos dirigimos al autobús. Cuando subí, pude ver a Lee quien estaba sumergido en su mundo escuchando música. Quise acercarme a él, pero una figura de cabello rubio se me adelantó.

—¿Dónde está Markel? —le pregunté a mi amiga, observando al rededor del autobús sin poder encontrarlo.

—Se fue esta mañana.



#7674 en Novela romántica

En el texto hay: romance, latina, coreano

Editado: 24.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.