E. J & M. R.
Capítulo 23.
Dos chicos discutiendo por mí.
Típica escena escandalosa y emocionante de película romántica. Normalmente la protagonista suele intervenir y decir la famosa frase: "Noah, mírame a los ojos" Mientras el protagonista (aún no sé quién es el protagonista masculino) la mira y toma la decisión de que no vale la pena herir a su amada.
Pues, en otra circunstancia (circunstancia en la que sí hubiera sabido quien es el puto protagonista) habría hecho tal escena... Digo en otra, porque en la circunstancia en la que estoy, salí corriendo como una gallina. No estaba y no estoy lista para enfrentarme a esos dos chicos. No cuando sabía perfectamente que no estaba lista para mirar a uno a los ojos y decirle: "Eres tú. Siempre has sido tú".
Además, ¿qué se supone que debo hacer ahora?
Me acabo de enterar de que:
ME BESE CON MARKEL.
No gritaba de emoción, gritaba por estrés, por confusión, porque siempre he cometido estupideces y nunca suelo arrepentirme pero esto ya es otro nivel. Como odio mis impulsos a veces.
Lamentablemente, no era hora de pensar en las desgracias que me ocurrían últimamente. Le había prometido a mi mejor amiga ayudarla con la búsqueda de sus padres biológicos.
Conducimos hasta un edificio: Orfanato Sol Renaciente.
—¿Estás segura de qué quieres hacer esto? —le pregunto cuándo noto su nerviosismo—. Pareces perrito mojado.
Respira profundo, echándose aire con las manos. Luego pone sus manos frente a mí enseñándome como los nervios le ganan y su cuerpo no puede evitar no transmitirlo. Tomos sus manos y le hago gestos para que inhale y exhale.
—Vamos a relajarnos.
Asiente.
—¿Y si esto es un terrible error?
—Como si ya no estuviéramos acostumbradas a cometer errores.
—Esto ya es diferente.
—Imagínate que tu padre sea el rey de España. ¡Serías una princesa!
—Probablemente no me querían.
—... ¡Y vivirías en un castillo!
—Seguramente me tuvieron jóvenes.
—... ¡Te casarías con un principe y te convertirias en reina!
—Seguramente me odien...
—... ¡Y luego...!
—Buenas tardes, señoritas. ¿En qué les puedo ayudar?
Una voz a nuestro lado ocasiona que volvamos a la realidad.
Healy intenta darse la vuelta pero la detengo agarrándola del cuello de su camiseta.
—Buenos días, señora. Estamos aquí porque queremos que nos brinde algunas informaciones.
Entramos con la señora de... supongo unos 40 años al edificio. Se sentó con nosotras y procedimos a darle la poca (y única) Información que teníamos.
—¿Saben que no puedo darles informaciones de personas registradas, verdad?
—Entiendo. Mi amiga solo quería conocer a sus padres biológicos como último deseo —Pongo mi mejor cara de perrito mojado.
—¿Último deseo?
—Ah, sí. Es que... —Suspiro fingidamente antes de decirlo: —Tiene una enfermedad terminal y pues, quería conocerlos antes de que el tiempo se le acabara.
Con lo santa que es mi amiga, juraba que me agarraría de las greñas por mentir, pero no, al contrario. Miró a las señora y fingió quitarse de las mejillas una lágrima falsa. ¡Por fin esta mujer estaba aprendiendo a no ser tan pendeja!
—Yo... lo siento mucho —Pobre de la señora. Se notaba que la noticia le había llegado a lo profundo del corazón.
Perdón señora por mentirle y usar la manipulación a mi favor.
—No se preocupe. Lo entendemos. Solo está cumpliendo con su trabajo.
Nos llegamos a darnos completamente la vuelta cuando nos paró, diciendo:
—Definitivamente no puedo ayudarlas —En voz alta, sin mirarnos mientras tecleaba algo en la computadora. Healy y yo nos miramos confundidas—. Está prohibido —habló nuevamente, guiñandonos un ojo para próximo a eso. Se acercó a Healy y la abrazó, diciendo: —Lo lamento tanto.
Salimos del edificio. ¿Qué había sido eso?
Miré a Healy, quien sonreía de oreja a oreja. Alcé las cejas. ¿No se suponía que debía estar triste? No conseguimos la información. Luego levanta un papel en el aire y es cuando me doy cuenta de que la mujer había hecho todo ese espectáculo para pasarnos la información sin meterse en problema.
¡Amo a esa señora!
Cuando entramos al auto, ojeamos el papel con emoción. En el papel habían unas direcciones raras.
Elizabeth Jones: 66 Serenity Avenue, Willowdale.
Healy solo había logrado conseguir el nombre de su madre. Al parecer, en los papeles que fueron entregados al Orfanato para recibir a Healy, solo estaba el nombre de una mujer. Y si esa mujer era su madre, significaba que ella había ido sola a darla en adopción. Cualquiera que fuese el padre o no estaba ahí con ella o simplemente no quiso que su nombre se registrará en los papeles.
Muchas teorías locas surgieron en mi cabeza. Tal vez la madre de Healy la había tenido sin un padre, es decir, que las había abandonado y por eso decidió darla en adopción, pensando que no podría criar a una criatura sola; tal vez era muy joven y no quería cargar con ese peso aún. Ambas queríamos descubrir de una vez por todas la verdad, pero cuando llegamos al lugar de la dirección y vimos que era una casa abandonada, nos dimos cuenta de que probablemente, no sería tan fácil.
—Esto parece de película —Mi amiga suspira, teniendo el mismo pensamiento que yo, al parecer.
—Veamos si podemos encontrar algo.
Entramos a la casa. No se veía tan mal. Tipo, no estaba deteriorada. Una manito de gato y estaría como nueva. Pero definitivamente no era un lugar habitable por el momento. No cuando había telarañas por todo el lugar y la madera rugia al caminar.
—¿Nos dividimos? —pregunta.
La miro de lado.
—¿Es que no has visto películas de terror? —Levanta los hombros, quitándole importancia—. ¡Jamás te separas de la banda! ¡Mueres más fácil!
Suspiró y me agarré con fuerza a su brazo. Ningún fantasma me mataría hoy.