"Rompeme cuantas veces quieras"
Capítulo 27.
Dios, seriamente no entiendo como es que me pones estos desafíos tan serios.
—¿Ya... se conocen?
—Es la chica de la que te hablé.
¿Qué?
Marie me mira con la boca abierta: —Oh.
Lee asiente.
—Vamos.
Empieza a caminar con las manos metidas en los bolsillos delanteros. Cuando Marie ve que no me muevo, me da un pequeño empujón haciendo que camine detrás del chico.
—¿Asher Reece?
—¿Sí?
—¿Cómo que tu nombre es Asher?
—Es mi nombre inglés.
Oh. Así que eso de tener dos nacionalidad y dos nombre si existía. Entramos a una oficina y se sienta como todo dueño y señor. Espera...
—¿Eres el director de operaciones?
Me acerco al escritorio y es hasta ahora que logro ver su vestimenta. Está uniformado. Tiene un traje azul océano y tiene el cabello peinado hacia atrás. Su camisa no está totalmente abotonada, lo que le da un aire elegante pero despreocupado.
Mirando al padre, puedo decir perfectamente de donde salió lo atractivo del hijo.
—Y tú eres mi asistente —dice, con una sonrisa ligera, como si aquello fuera lo mejor del mundo.
Soy su asistente.
—De todas las personas que imaginaba serían el famoso hijo del Sr. Reece, jamás pensé en ti.
—Lo sé —su sonrisa se ensacha más. Se inclina con las manos entrelazadas y sus codos en la mesa—. Le pedí a mi padre personalmente que no te comentara.
—¿Por qué?
—Porque sabía que sí te enterabas que era yo, probablemente no querrías seguir con el trabajo.
Divisé un sofá que había en la oficina y tomé asiento.
—Pff, no es como si esto hubiera sido elección mía. Mis padres me obligaron.
Se queda mirándome por uno segundos. ¿Qué me mira? ¿Me habrá quedado algo de comida en la comisura de los labios? Sabía que no debía haber desayuno pasta recalentada. ¿O a caso es mi aspecto? No tuve mucho tiempo para peinarme o maquillarme de lo mejor.
—Parece que nuestros padres son buenos amigos —Me levanto del sofá y empiezo a caminar la habitación, observando cada detalle Lo que sea para evitar la mirada profunda del chico a mis espaldas.
—Ah, sí. Se conocen desde hace más de veinte años.
—¿Veinte años? Eso es demasiado, ¿no? —Me doy la vuelta y me siento esta vez en el escritorio, frente a él—. ¿Cómo es qué ustedes se acaban de mudar aquí y ya tu padre tiene esta empresa?
Tarda unos segundos para responder: —La empresa era de mi abuelo. Murió hace algunos meses y mi padre tuvo que hacerse cargo de ella. Por esos nos mudamos aquí.
Oh.
—Lee, yo lo siento tanto.
Sonríe nostálgico.
—No es nada.
—Es que siempre ando de boca suelta.
Suelta una carcajada que también me provoca risa.
Observo el reloj detrás de él y me doy cuenta de que me estoy tomando muy a la ligera el trabajo.
—Debería estar trabajando —Me paro de repente—. Si necesitas algo, me llamas.
—No tengo tu número.
—Eh, me refería al número de la oficina.
—Sí, pero no tengo tu número.
—No lo necesitas.
—¿No me lo puedes dar?
—¿Para qué?
—Para hablar contigo.
¿Qué le pasaba a este chico últimamente?
—Yo... tengo que ir a trabajar.
Salgo de la oficina, cerrando la puerta detrás de mí. Si es así como serán todos los días hasta que se acabe mi castigo, entonces tendré que beber pastillas para la presión porque Lee me va a matar de un paro cardíaco.
#
¿De verdad llegué a pensar que el trabajo de oficina era fácil?
Me duele el trasero de estar sentada todo el día. Los dedos me duelen de tanto teclear. He mantenido la misma postura tanto tiempo que cada vez que me muevo, siento como si algún hueso se desprendiera de su lugar Me duele la cabeza de tanto mirar el monitor. ¡Ah, que horror!
—Nueva, tendrás que terminar estos papeles por mí. Los necesitaré listos para mañana en la mañana.
Jules, una chica rubia había estado pidiéndome favores todo el rato. No, me quejé, no podía. Se supone que este es mi trabajo y para esto se me está pagando. Pero no podía pensar en la cantidad abrumadora de trabajo que me estaba dejando encima y ni siquiera sabía decir si yo estaba exagerando o así realmente eran las cosas en el mundo laboral
—No puedo para mañana en la mañana. Mi horario laboral es en la tarde. En la mañana estoy estudiando.
—¿Y? Si no puedes hacerlo mañana, tienes toda la noche por delante.