Hechizante Tentación

Capítulo 10.

Detrás de cada cosa hermosa, hay algún tipo de dolor.
 


 

—Bob Dylan. 
 


 

Octubre 2 de 2016, 8:30 PM.
 


 

¿Alguna vez sintieron, que por más esfuerzo que hagan para encajar, no lo logran?, ese sentimiento de soledad que tienes al darte cuenta que no puedes hacer nada, simplemente no eres parte de ellos.

Así es como me siento ahora. Ya pasaron tres días desde que desperté y las cosas fueron de mal en peor. Creí que en este lugar iba a poder empezar de nuevo, pero es mucho peor que allá. La gente me odia, me miran con asco porque creen que solo soy una de las que acuestan con Caleb, pero es que ni él me dirige la palabra desde ese día. Me es indiferente y duele tanto.

Las únicas personas que me quedan son mi mejor amiga, mi hermano y madre. Pero hasta ellos tiene sus propios problemas ahora y yo no soy capaz de interrumpirlos o hablar con ellos sin distraerlos de lo que sea que hagan.

Tapo mi rostro con la almohada de mi cama y grito; de frustración, odio, básicamente de todo. No me siento bien estando acá, me siento completa mierda y totalmente invisible para los ojos de los que me importan, o importaban. Como Caleb; comenzó a ignorarme y a salir con aquella chica de lindo cuerpo y piernas largas. Come con ella, duerme con ella, piensa con ella, podría tranquilamente vivir con ella, pero eso no haría que duela menos el hecho de que me dejo de lado y nunca más me volvió a hablar, no después de lo de la pesadilla y él viniendo a socorrerme. Es como si hubiera quedado en segundo plato para él.

Golpes en la puerta interrumpen mis pensamientos deprimentes así que con pereza me levanto de la cama y abro la puerta. Para mi sorpresa un chico alto y con una gran sonrisa me mira desde la entrada apoyando su codo en el marco de esta; sus ojos son verde oscuro, y su cabello rubio tapa uno de sus ojos rebeldemente. Es aquel chico su apareció en mi cabeza cuando llegue. También es quien se sienta conmigo en el almuerzo, va, no me habla ni nada pero se la pasa comiendo y viéndome hacerlo. Bastante extraño.

—Hola niño extraño que siempre me mira pero que no me habla nunca.

—Wow, un apodo bastante largo, pero interesante—susurra agrandando su sonrisa y haciéndome a un lado para entrar a la habitación.

—Si, claro, puedes entrar—susurro con ironía rodando los ojos. Cierro la puerta detrás de mí y posicionó mis manos en mis caderas viendo como se sienta en mi cama con demasiada confianza.

»Puedes decirme al menos; ¿qué haces aquí?

—Lo usual.

—¿Irrumpir las habitaciones de las personas para acostarte con ellas?

—Tentador, pero no. Creo que tienes un concepto muy erróneo de mi persona—su tono de voz suena burlesco, me sonrojo furiosamente y miro hacia otro lado—. Hacer amigos, tu no eres de por aquí, ¿cierto?

—¿Recién te enteras?, soy la loquita del mundo humano que se acuesta con Caleb Peyton.

—No, no lo eres. Soy bastante inteligente para darme cuenta que no eres para nada de lo que dicen en este inmundo instituto.

Lo observo unos segundos maravillada, por fin alguien que no me juzga, no digo que allá pensado que todos los de aquí no merecían la pena, pero no tuve la oportunidad de buscar a alguien que lo hiciera. Sonrió apenas y me siento a su lado con felicidad.

—¿Y tu, por qué no estas con tus amigos en vez de conmigo?

—Ñeh, ¿Viste a esos idiotas de allí afuera?, se preocupan más por quien hace el mejor hechizo del instituto.

—Y yo... ¿por qué?

—Nunca es tarde para ver si la nueva no es la abeja reina o simplemente una chica loca que no le importa lo que piensen los demás de ella.

—Definitivamente la segunda—no tanto, pero se acerca a lo que soy.

Ríe exageradamente secando un lágrima imaginaria de su ojos. Dramático, me gusta. Se levanta de un salto y estira la mano hacia mí con una gran sonrisa en su rostro, la tomo con desconfianza y siento con tira de mí hacia arriba. Me tambaleo hacia atrás pero este me detiene atrapando mi cintura en el camino, quedo paralizada mirándolo a los ojos, sopla hacía arriba alejando su cabello de su rostro y me mira con su imborrable sonrisa.

Igual que ese día, es igual que el día que conocí a Caleb.

—¿Qué esta pasando aquí?

Mierda, siempre lo mismo, alguien tiene que aparecer. ¿Por qué no me dejan tener mi  momento especial de libro romántico y dejan de molestar?. Me separó de golpe del chico sin nombre y miro hacia la puerta donde Caleb me observa con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estoy por disculparme cuando veo a la chica que estuvo los tres días detrás de él, puedo sentir mi corazón estrujarse de dolor al ver la mano de Caleb en su cintura.

Mis ojos se cristalizan y miro hacia otro lado con enojo. No, ¿por qué llorar Hannah?, ustedes no son nada. Él puede hacer lo que quiera, a ti no te gusta.

No te gusta...

—¿Qué hacen ustedes dos juntos en la habitación?, tienen otros lugares—es ahora donde lo comprendo todo, él no esta preocupado por que este con un chico sola, él quiere que nos vayamos así puede estar solo con ella.

Y eso duele. No se que paso, solo recuerdo que me dijo que siguiera durmiendo y cuando quise hablar con él cuando volvió solo me miro de reojo y dijo entrenamiento a las seis y luego se dirigió a su parte del dormitorio. Estuve dos horas esperándolo en el gran gimnasio del internado, sola, hasta que me canse y lo fui a buscar a nuestra habitación. 

 

El muy infeliz estaba en su cama riendo despreocupadamente con una chica en su regazo, solamente me miro y me pidió que saliera de la habitación. Lo peor de todo fue que creí que cuando llegáramos acá las cosas entre nosotros serian diferentes, me trataría mejor. Mierda, hasta creí que yo le gustaba.

—Que mierda te importa. De todas formas ya nos vamos, te dejo con tu juguetito.

La chica me mira con sorpresa y Caleb parece que ya se lo esperaba, la culpa traspasa sus ojos, abre la boca para decir algo pero la vuelve a cerrar alejando sus ojos de mí.




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